jueves, 15 de marzo de 2018

MONÓLOGO

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MONÓLOGO




Sólo un loco como yo, ensaya sus palabras en la carne de la noche,
sólo un loco que platica con su sombra,
con ese juego diario de la muerte,
Para vos que sos mi cuerpo, —feliz acierto cuando te miro—
pero no, temo estar equivocado después de pensar
en ese juego vergonzante de los días inhábiles de la angustia,
después que la luz hiende los sentidos como un pájaro,
después de babear preguntándole a la risa por dentro
si puedo leer el fondo movedizo del alma,
dilucidar los aciertos del desorden de los sueños.

¿Puedo rescatar aun el sueño con esta nostalgia a cuestas?

Todo lo que es no es cuando pasan los años,
el sarcasmo y la desconfianza
se prolongan en el aire,
me resiente la muerte de la alegría
el golpe a fondo cuando ya he perdido mi propio horizonte,
cuando la tumba está ahí como un acto de heroísmo, fatal, inolvidable,
persiguiéndome en todas las direcciones de mis ojos.

En plena decadencia de mi respiración,
la cruz interminable de los esqueletos,
negros espejos de transeúntes en el grito,
convertidos en la próxima ceniza del éxtasis,
entregados a los absurdos bolsillos del pecho,
sin más quehaceres
que una florecilla marchita en el aliento.

(A través del parpadeo abierto de la noche, los rostros múltiples
del humo mordiendo los sembradíos y los estanques.
Oscurecen las campanas grasientas de los pájaros, los cantos
y sus notas roncas y oscuras.
Cada noche alumbra las heridas: a veces el terror
de las quemaduras y sus devastaciones seculares.
Algo bracea a la orilla de las vestimentas;
algo desgarra los deseos,
con sus garfios de colillas consumidas.
En la madera agazapada de los trenes, ennegrece el silencio.
Sin quererlo, el murmullo del aire es negro y así hay que vivirlo
como todas las demasiadas imperfecciones de la noche.)

Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga
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