miércoles, 10 de enero de 2018

PROFECÍA DEL DESARRAIGO

Imagen: Pinterest






PROFECÍA DEL DESARRAIGO





En las playas frenéticas del sueño deliran las aletas de los peces
como pequeñas banderas donde la infancia hace acrobacias;
la sal de la espuma borra continuamente las huellas en la arena
para rehacer el día hecho con tantas noches de pavor y miedo.
Siempre fue así
desde el desarraigo genésico de los reinos antiguos
donde los días transportaban palabras
o profecías de cuanto las manos
o los labios eran capaces de hacer alrededor del dolor:
la idolatría ha sido el más grande oprobio y el menoscabo a la ley;
el hombre acumula un corazón de hierro, maldice y,
en ocasiones,
el dolor se apodera de las circunstancias
hasta sangrar en los oráculos
de su propia boca,  hasta hacer de la aridez su propia mueca.

Ahora hay horrorizantes caminamos sobre páramos de ciudades
envejecidas, vestidas, a menudo,
por pastores de abandonados ejércitos,
por prosperidades que sólo se hallan en los escondrijos,
de veladas tierras y collados de maldad:
acaso heredades de ira
donde un viento abrasador de espinas sopla como una milicia.

Días y noches llora la tierra destruida. (Las nuevas esclavitudes
erigidas en el mundo.)

Días y noches el lobo
extermina con su pregón de sal el templo del alfabeto;
en medio de las paredes,
se plantan sombras de páramos y genocidios,
de principio a fin la ignominia nos provoca con su reino de saliva,
no porque así esté escrito como huesos indelebles,
no porque seamos depositarios del estiércol y el sacrificio,
sino porque nos acostumbramos
a vivir junto a la rutina del terror.

Así pues, vemos al país consumido por el saqueo;
dejamos de trasmigrar hacia el bien,
dejamos de conmovernos
frente a la lágrima que dicta la herida abierta:
el abandono al que nos somete el crimen y la apostasía.

Confusas son las estatuas que nos hereda el dueño de la insensatez,
porque no es con ídolos que se sacia el hambre y la vida,
sino con la alianza continua de la leche y la miel,
con el bien de la alianza para sacar de esta tierra al hacedor
del despojo y usurpador de la esperanza…

Días y noches aguardamos la suerte del olvido para que cese
la sequedad de vivir en esta abatida esterilidad de siglos.

El hambre consume toda paz verdadera a los ojos plenipotenciarios
del planeta: un día sólo veremos cadáveres y peste alrededor
de nuestras pupilas.

Así se profetiza el reino venidero.
Ese reino con raciones diarias de terror y mediodías
de calcinante tribulación,
donde no habrá fortaleza frente
al pabilo mortecino,
ni más espacio para el abandono y el vilipendio.

Aún así, deshechos como una vasija de barro,
junto a la roca,
seguiremos cayendo hasta un amanecer insospechado…

Barataria, 26.IV.2008.
Del libro “INTIMIDAD DEL DESARRAIGO”, 2008 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga

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