miércoles, 20 de diciembre de 2017

DELETREO DEL JÚBILO

Fotografía: Pinterest






DELETREO DEL JÚBILO




Hoy mis ojos se niegan
a su oscuro trabajo…
Emilio Prados




Digamos que voy hacia la luz,
despeinado de ojos y alma.

Mis tantas noches terminaron
al momento de sentir la transparencia,
el continuo devaneo
del crepúsculo con alguna herida del pasado.

Allí en el deletreo
derraman los jardines las aguas solares
del relámpago; a ras de la piedra,
el sosiego del caracol adherido
al tintineo de las aguas de la proeza.

Ya he olvidado, como el loco,
las escaleras de la memoria
aquellos santuarios oscuros del azogue,
el eco a quemarropa
de ser cordero del grito,
en medio de minutos agazapados.

La razón siempre la tiene el júbilo:
y sin embargo, nos atrapa el caos
y ahoga la boca y vuelve indecibles las calles,
y da vueltas el trompo del alma
y combate la noche y el día,
y nunca concluye la lucha de contrarios,
y la muerte que derrama
su propio incienso y sus cruces y
 sus poderes terrenales.

A menudo tengo que olvidarme de las palabras,
de mi propia sombra,
comenzar a olvidar, hoy, cansado de la noche,
cuando hay fatiga y silban los ataúdes más adustos,
precarios, que he conocido en la ceniza.

Ahora voy a solas,
en los hombros mi propia historia:
las palabras transformadas en boca,
la verdad ineludible de los hechos,
diversos espejos de la página:
todo emerge de ciertos acordeones reveladores,
los símbolos tienen su propia esencia,
dicen lo que las campanas al escucharlas en silencio,
en la propia voz de lo telúrico,
río abajo del arado lavado en el surco.

La sed me mueve a tirar botellas al mar,
el paraguas me reinventa
el inventario de la lluvia:
las calles malas de este mundo,
el camino obtuso de las sombras consumadas en el devenir
de las palabras escritas en las paredes,
de la estación violenta de la piel.

He vivido en ese otro mundo
donde ninguna bestia redime
su oscura dentadura,
la miseria humana a menudo es infinita.

(También es infinito el aleteo del júbilo
en el hambre
mansa de la desnudez,
en la conciencia lejos del grito.)

Lo es porque también el mal es una biblioteca
con discursos sutiles;
entre estos dos mundos de solapada paciencia,
trato de ganarle el sentido a las parábolas,
revisar las analogías de las azucenas y los estanques,
permanecer en el equilibrio de la lectura,
escribir como un sobreviviente resuelto
a cambiar la tinta del tintero;
pero no resulta fácil reinventarse dentro de la nada,
entre mundos en tránsito y caóticos,
entre labios y bocas con estigmas.

Al final, a cada sombra le estimulo
su propia hambre:
nuestra historia está llena de manchas y osamentas,
y repetirlo es seguir
el carnaval patético del disfraz.

Ha sido suficiente la penumbra.
(La vida es más que los miedos
ofrecidos, más que la hoja que cae al despertar.)

Toca, ahora, nombrar el blanco del libro de la vida,
con sus renglones
de pájaros hasta que de nuevo comience el tiempo.

Barataria,
Del libro “A MANERA DE POSDATA”, 2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga

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