jueves, 25 de mayo de 2017

DESNUDEZ DE LA NOCHE

Imagen cogida de la red





DESNUDEZ DE LA NOCHE




En cualquier parte abundan los sobresaltos frente al terror cotidiano.
Sólo hay condiciones para el aburrimiento y el dolor.
Las arrugas de la noche son tercas como la pureza de los remordimientos.

Nadie podrá devolverme todos los rostros que vi en la infancia,
ni las estampillas empinadas de las ferreterías, ni la niebla comiéndose
el césped, ni la nube de barrilete colgando del hilo del infinito.

Hoy el mundo se vacía en mi pañuelo, semejante al invierno.

Sobre el mal gimen mis ojos: al mirar se gastan mis párpados en lo derruido.
El dolor —con su piel ronca— se ha hecho innumerable y ávido.
No hay pájaro sin herida sobre los caminos de la memoria.
Aquel musgo despoblado es la imagen de fondo de mis recuerdos.

Ahora sé de todas las aguas retorcidas en la garganta y sus manotazos.

El miedo nos regresa a muros de hollín para convertirnos en monaguillos,
para llenar de bruma todas las palabras del tórax.

Uno nunca puede estar a merced de la almohada, se queman los tejados
y naufraga el viento con todas sus quemaduras indomables.

En esta gran noche penden de un hilo los trenes y duelen las paredes.

No veo una rama de olivo, pero sí abundantes cruces como un sol
desangrado a picotazos: es tal la hartura que se quedan cortos los retumbos
de los resumideros hambrientos de telarañas. Corto el espinazo del arco iris.

Hoy, debo quitar la sombra y los espejos invertidos del planeta.
Barataria, 2017

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