viernes, 7 de abril de 2017

SUEÑO DEL NOCTÁMBULO

Imagen cogida de la red





SUEÑO DEL NOCTÁMBULO




Nada duerme en la deshora de la noche: arde el espejo en lo descampado.
Las aceras amarillas que embisten, el murmullo sin desvanecerse.
Van y vienen las fierezas de los comensales
y su desnudez de sueños desatados: sus desgarrados nombres son aluviones
de infancias destrozadas.

El fondo decapita las aguas fluviales  de los párpados, el pecho rutilante
de los caracoles, los anillos de los brazos como danza de cuchillos.

Gotean los puntos cardinales de las esquinas su piel de arañada sombra.

Detrás los jirones de los trapos viejos del sudor, el rocío petrificado
de las sombras, el almidón de los huecos de la multitud.

Las tumbas juegan a lo desabrido de las bocas, a las bocas embrocadas
de dentaduras mutiladas, a los caminos interiores que pesan en los cadáveres.
Crecen las piedras subterráneas de la piel; danzan los ecos inclinados
del sexo, es una danza póstuma de paisajes siniestros,
una danza de retumbos noctámbulos y encendidas depredaciones.
Una danza de guijarros umbilicales,
Una danza de largas cenizas y anónimos inciensos.

Veo el fermento en el temblor del parpadeo emerger de los basureros.
Pero sigo aquí en medio de la hojarasca del aliento, exhausto de caverna,
hondo de ruidos y afiladas oscuridades.

(Después de todo, no existe ningún lugar sin su propio suplicio, ni aguas
invernales carentes de jadeos y humo, ni hartazgo de entrañas)…
Barataria, 19.II.2017

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