domingo, 15 de enero de 2017

GALOPE SINIESTRO (MONÓLOGO)

Imagen cogida de la red




GALOPE SINIESTRO
(MONÓLOGO)



…transmitir plásticamente las impresiones que producen las cálidas asonancias de los alaridos de las sirenas mecidas por el viento, los cantos de los ruiseñores hundidos en las cárceles del agua, el tañir de las campanas marinas,
el oleaje, el silbar del viento por debajo de las tumbas, el sonido del polen
de las flores, el sonido del mirar en los ojos minerales de viento y fuego, el
ruido del paso de las nubes.
Antonio Saura




En cierta forma nuestro mundo es un sarcófago desde todas las dimensiones imaginables e inimaginables. De verdad que no tengo razones para pensar lo contrario. Pese a ello, pienso en el infinito y para ello, a menudo, debo ignorar la noche y pensar en el grito entero de la luz, en el aire de las urgencias, en la fragancia de la sed frente al mar. Sé que en mis ojos todo se vuelve despiadado, galope siniestro, artefacto para un mundo ciego de metales. Después de tanta indiferencia procuro enumerar todos los ahoras; el tiempo es profundo y cualquier razonamiento sobre el mismo me quema el aliento. En el plano del poema todo se me torna irracional; lo sé desde el viejo  Kierkegaard y Heidegger: mis temores y miedos se materializan en el lenguaje. El presente y sus vacíos no me ofrecen nada. Me aturde el terror y los cementerios que anulan mi existencia. Juego a los escombros y a esta desesperación de trenes de melancolía, a esta sal de mis certidumbres. En el fondo de los caminos, este caos diverso de espinas sin la posibilidad de restituirse. “Vuelo, por si acaso, en el aforismo de una vagina, en el tropezón de una lengua/ con jadeos, casi a flor de piel lo traslúcido de la salvación de mi alma./ Toda la lucidez se viene en la liturgia del ábaco./ La sal hiende los calorcitos de la saliva, la flama del alcanfor de las aceras,/ o esa flor desteñida de taberna con rímel ahogado en la cadencia./ Hay cosas que pasan mientras los pájaros cantan o se refugian en las ramas.” Me duele este país que me niega, y que amo desde la oscuridad del grafiti, desde los miedos, desde los almácigos de la  iniquidad, desde fiereza amorosa de las covachas. Este es mi mundo. Este suicidio de racionalidades para caer en el absurdo de las criptas. Sobrellevo en la piel todas las nostalgias. Deambulo y voceo el misterio. Ladeo la copa del árbol atribulada en mi boca. Clamo ante el patetismo; en los tenderos de la saliva no caben las ventanas, ni el falo ahogado en el rocío. Ningún olvido tiene lógica, salvo los sarcófagos que amanecen en el pecho, salvo el enjuague en la ducha, las inferencias de las pescaderías en el olfato, los tampones sin escamas, la angustia ennegrecida de tanto andar en las cloacas. A ratos hasta la lógica flota como el suicidio del espíritu. De qué manera se pueden ver diferentes los ataúdes, enterramientos, féretros, sepulturas, tumbas, sino desde el hombre y sus antípodas. Todo es desproporción en esta lógica, pero no tiene otra explicación ni siquiera escapando de uno mismo. En las bóvedas del poder, cada quien negocia sus emolumentos. Al cabo se enviuda de pájaros y ventanas. Nos consume la lluvia del gemido y ese largo diente del entrecejo y esa palabra tiritante de la otra orilla. Yo quiero un país sin tretas, sin territorio clausurado, sin esos extravíos que hacen mayores los sonambulismos. Cada quien se cansa de vivir al borde del vértigo. Entonces hay que abrir y drenar las pústulas del país; hay que darle lucidez al pecho y luz a la altura. Siempre se vive de soslayo, con el esbozo de la esperanza entre las manos. No hay presagios, salvo los que ha ido desvelando la ceniza. Uno va a rempujones ganándole a la vida una mínima pluma para entretenerse. ¿Qué degüellos nos esperan en este desembarco diario de rodillas, de matarifes y retratos post mortem? ¿En qué alambradas galoparemos estos naufragios? ¿En qué mundos, después de innumerables osamentas? Huyo de mis sueños para adentrarme en otros sueños; huyo de tantas caídas, aunque sea la misma caída la que abunda en silencios. Más allá, sólo escucho el ruidito de mi edad y el goteo terrible de los minutos. 

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