miércoles, 13 de julio de 2016

MAGULLADURA

Imagen cogida de la red





MAGULLADURA




Son ciertos los declives y la confusión que se vive en los letargos.
Cierto el golpe en los ojos de los tatuajes, y su telaraña de angustia sembrada
en los pasadizos del día a día.
Nuestro mundo se sostiene en los zumbidos ahogados de las moscas.
A la hora de mayor circulación se descarrilan las emociones y vuelve lo sinuoso
a ser parte de la complicidad en los múltiples extravíos del presente.
Nuestro tiempo ha convertido en carcoma todo el esplendor:
a la puerta de cada quien el poder de la hostilidad, los magullones de la bruma
y ese solamente recuerdo de lo inconcluso.
Uno deja de fiarse de esa larga fatiga de los muertos porque cansa el cardo
y la saliva y las noches alrededor de los matorrales.
Aún desde cierta cobardía se ejerce hostilidad: todo hace suponer lo vacío
de los sueños y su maquillaje de plegaria o conjuro.
En toda esta extensa circuncisión, nos volvemos paciente activo de la desdicha.
Ni siquiera los cementerios se resisten a tanto esqueleto (frente a mí,
las infancias continuando en el círculo siniestro del juego.
Ahora no sirven, ni son posibles las distancias, ni la pared que sostenga
una puerta, crece como levadura este infierno peligroso de discursos.)
Yo no sé hasta dónde llegará este tiempo de memoria dolorosa, ni en qué manos 
cobrará más vidas, ni qué voces, allá, despierten mañana.
Yo no sé si haya una luz que se encienda entre la respiración y el alba y eleve
a sahumerio todas esas infancias quebradas y tristes y sin ojos…
Barataria, 20.V.2016

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