martes, 15 de diciembre de 2015

CENTELLEO Y MAREJADAS

Imagen cogida de la red




CENTELLEO Y MAREJADAS




Todo el centelleo oscila en los anillos atardecidos de los pies. Avanza el disfraz
de la marejada, junto a esas distancias próximas de la miseria.
Todo es alboroto en la sal de los párpados. Oigo el rumor manifiesto
de la madera triturada, y los trozos de angustia arrastrados por la garganta.
Uno es frágil cuando ha sido saqueada la conciencia: alguna vez, —en medio
de la clandestinidad— nos hemos arropado en las antípodas.
(Hasta donde sé, ninguna defunción es un afrodisíaco; solo los arrecifes escarlata 
de la saliva sobre el ombligo de mis pesadillas.)
—Cruzo las calles y hay rótulos verdes en las esquinas, actos deliberados
de dolor y sobre todo espejos como naturalezas muertas.
En los agujeros del calendario, cuelgan los pelos interminables del mar,
La ola que se sumerge y roza la piel, los recuerdos tirados a las calles, antes
de que vuelvan cadáver la sonrisa.
Por encima de cualquier brida, están las vivencias jugando al absurdo,
están los muchos cuerpos de la noche tiritando en mis sienes.
Están los grados centígrados de los grillos, los huesos oliendo a palabras
derruidas, la mañana a la deriva del oleaje.
Uno nunca sabe para cuantos comensales alcanza la olla con frijoles. (La medida
exacta se la dejamos a la boca), o al flujo diario de telarañas.
En el tiempo pasado, la piel del alba fue nuestro refugio, y desde allí,
la historia de los peces, las leyendas, los dormitorios diversos, los periódicos.
Barataria, 04.XII.2015

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