viernes, 23 de octubre de 2015

ORILLA DEL ALIENTO

Imagen cogida de la red




ORILLA DEL ALIENTO




Mientras el tiempo nos divide, el sudario roto de las esquinas y el aliento
postrero de la piedra: en la dura hondonada del horizonte, sangran los poros
todos los miedos, el encaje de la saliva, el inmenso animal que nos golpea
la conciencia hasta arrojarnos a la intemperie,
donde los poros descienden al azogue impermeable de los neumáticos.
(Uno camina entre afilados gajos de bocas, platos, colillas, extraños sombreros
de vigilia y ausencias; en el fuego oscuro del desatino, el caballo abisal de las  criptas 
abre los ojos de los jazmines irrenunciables, el alto estanque de los ecos, las horas 
de leche negra sobre la página intravenosa de las palabras.)
Siempre pulsa el tiempo sus pañuelos en promontorios de saliva.
El muro del escombro nos contagia: el muro oscuro de la carne que petrifica;
descendemos a la orilla delgada de los recuerdos, al río próximo
que se encuentra en la dentadura del misterio: es tan modesto el candil
que cualquiera tropieza con telarañas o esos basureros que abrasan sombras.
Vivimos, de pronto, atraídos por los golpes de este mundo de bulliciosos
silencios, marchitos de aire y palabras.
Clama la orilla de la lengua frente a los aullidos, la feroz saliva de la soledad,
el forcejeo ante el ojo de los desvelos, la cobija inocente de calles y rincones.
(El tiempo aclimata nuestros ardores, no los desvelos y cuchillos, no las zonas
de los sordos, no la ceniza cultivada en el murmullo, no estos días de excelsa
oscuridad.) Cuando aparezca la luz plena, será la cara toda y el ala,
el horizonte en su postrera desnudez…
Barataria, 14.X.2015

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