sábado, 25 de julio de 2015

ESQUINAS ANÓNIMAS

Imagen cogida de la red




ESQUINAS ANÓNIMAS




Nos muerde los calcañales este olvido de sangre rasgando nuestras esquinas;
parece cal viva el quiebre de las palabras, el pájaro oscuro que llora
junto al pulso descalzo de las rutas mitológicas de las brújulas.
Nos perdemos ya en esta ruta desabrida de la boca: nunca antes, la edad
de las paredes fue tan oscura, roto el resquicio del eco, quemada la vivencia
después de todo. Somos anónimos como los miedos en las esquinas del vértigo,
pulsantes como el tiempo en crisis,
crispados como la leña en el poyetón cuando arde la flama,
la verdad siempre se hace corrosiva en las vísceras,
la oscuridad no tiene pantalón ni vestido, salvo la penuria y lo salobre
que produce la memoria ante el salmo del infinito.
(Adentro de la carne, los clavos y el fugaz estante de los sueños. Camino. Caminamos. Inventamos grietas para justificar nuestra fugacidad, el braceo
alrededor del hilo ciego de la historia.
¿Qué entender de las distancias intraducibles del oído?
¿Qué deberíamos aprender de la fábula de dos sombras pegadas al muro
de ayer y hoy? —Ignoro si es posible robarle al in finito otra imagen nuestra.)
En  los peces oscurecidos de la noche, apenas el goteo oculto del frío.
Uno muere sin darse cuenta en navíos de melancolía.
En lo remoto de las sienes estas esquinas anónimas y oscuras del pan;
el tiempo, sin embargo, con los párpados únicos de la sed: me quedo, pues,
en el hondo mar de mis zapatos; no puedo escapar a lo que me arrastra.
Barataria, 19.VII.2015

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