viernes, 31 de julio de 2015

MEDITACIÓN SOBRE EL INSOMNIO



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MEDITACIÓN SOBRE EL INSOMNIO




No he domesticado el ojo, ni ese trajín de las hormigas en el pleno goce
de la tinta, ni esta lágrima que agudiza y agita los suicidios de las ventanas.
Las aguas ciegas atraviesan enormes pájaros domesticados en las asimetrías
del sueño: la ciencia de los dardos muerde las sienes,
el alba del rocío en el rebaño de la lava y sus juguetes de polvo y risas
y adioses; ante la falta del día,
las tantas veces de la negación, sin el decoro del pez fiel del braceo.
Uno se acostumbra a largas noches de manos enmohecidas, ciegas de gritos
y fantasmas, desnudas de jaulas y vientos escondidos de follajes.
En ese ámbito condenado, el fuego del ocaso y los muertos, los escapularios
rezados en los atrios, o las costillas que aúllan de tanto desamparo.
Digamos que no hay una paz vívida en medio de buenas o malas intenciones;
digamos que uno clausura innumerables puertas, mientras el extravío
libra sus propias batallas: mientras te vuelves lenta fábula o sombra desandada
o perverso desvelo en la desmemoria.
(Me llueven todos los abandonos, el vértigo sordo del olvido: el pavimento
es cruel ante las explicaciones de la alegría. Es como si de pronto, caminar fuese
un sarcasmo, un caminar de rodillas ante lo insípido.
En verdad, uno se harta de haber seducido tanta noche, de los paisajes 
que naufragan en las axilas, de tu puchito de confidencia en mis manos.
Todo es confuso en la tristeza cuadrada de los relojes de la memoria.)
—De lejos sólo recuerdo algas y guijarros y tu cuerpo vasto entre mis dedos.
Siempre ha sido una tortura el rasguño de tu caracol en mi olfato…
Barataria, 23.VII.2015

miércoles, 29 de julio de 2015

ESTACIÓN DE VENTANAS

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ESTACIÓN DE VENTANAS




Hay una sensación extraña en las calles: de pronto las ventanas son estaciones
sin nombres y sin aromas. Estaciones de ardiente desnudez y rostros
como escondrijos para la muerte. Y perennes osamentas en los semáforos.
Y días como rebelión de callejones y cementerios como olvidados prostíbulos,
junto a los sonidos sordos del despojo:
yo me quedo sobre esta avidez del asfalto, mudo de mordidas y despierto
de dolor; es increíble toda la maquinaria de la agonía.
Es increíble la destrucción y la demora para recomponer tantos sueños.
Uno sabe de la piedra rotunda de la tarde. (Allá, vos, tan cierta como mi olvido;
siempre fugaz la habitación del éter, el fósforo ahondado de la noche.
En medio de tanta multitud, me golpea la comunión con el tejado, el agujero
que hace tu sexo en mi alma, la ficción postrera de las mortajas, o ese viejo
caballo del aliento, sobre el nido de mis desvelos.)
Encima del telar de las baldosas, cuelgan las fotografías de las sombras.
Uno se ríe, después de escupir sobre el pájaro sinóptico de la usura cuyo canto
se yergue sobre las sienes.
Luego de leer todos los periódicos cierro el cadáver de la ventana: cambio
de tinta y cobija, de cementerio y plusvalía.
Si me falta alguna gota de distancia, deshago tu cuerpo espectral.
Vuelvo al bosque intenso de colibríes: allí, desnuda, oscilas en mis penas.
Ante la lanza de todo lo humano, el cuerpo es palabra, tacto, remolino.
Sé que un día desaparecerán los trenes y tu cuerpo y mi cuerpo.
Barataria, 22.VII.2015

lunes, 27 de julio de 2015

HORA DE LA DUDA

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HORA DE LA DUDA




Sólo el ahora y el mañana desconocido, el cuerpo en el cadáver, no el milagro.
Vacío el pecho que nombra en la sombra, incierta la luz que ha sido y será,
vana la navaja que reposa sobre el féretro, el segundo del instante que apenas
respira en el olvido de la palabra.
Es hora de dialogar con lo desvalido, con la tierra al límite de la piedra.
Es hora de la duda y sus instrumentos, oscuras bocas en la puerta del azúcar.
Que fluya, ahora, toda la oscuridad posible, hija de la duda, ahógame
en el espacio del despeñadero, en la gentil ignorancia de las bóvedas.
Me invade el eucaluptus y su largo firmamento.
Dudo de este mundo de exterminios y ciegos armisticios.
Dudo del discurso y su sintaxis de saliva, del día en que no amanecen muertos,
de las conversaciones al oído de los estadistas de turno, de lo áspero
que resulta la resignación, del agua ni siquiera imaginada en los ojos.
(No sé si podamos vivir sólo de palabras bonitas, de palabras no desérticas;
de la brisa instintiva del zumo, de los muchos calendarios de escapularios,
de la valla publicitaria del horizonte con el nuevo hombre.
En la hora del fuego, el espejo líquido, absorto sobre todo lo humano.
Crecen los clowns como moscas en el divertimiento del mundo.)
¿A quién le creo, —dime— en este fuego de cansados naufragios? ¿A quién?
¿A quién le creo, si la luz es muerte, si la premura es cueva y hondonada?
Es extraña la siesta de la herrumbre y sus manos hacendosas.
—Vos, cuando huís, sabés de estos acordes que titilan en la geometría
de los ijares, en el contracielo de la gravedad de la esperma. Ahí, la duda
y su desenfreno, el comercio, las ventas de armas y  y los prostíbulos…
Barataria, 21.VII.2015

sábado, 25 de julio de 2015

ESQUINAS ANÓNIMAS

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ESQUINAS ANÓNIMAS




Nos muerde los calcañales este olvido de sangre rasgando nuestras esquinas;
parece cal viva el quiebre de las palabras, el pájaro oscuro que llora
junto al pulso descalzo de las rutas mitológicas de las brújulas.
Nos perdemos ya en esta ruta desabrida de la boca: nunca antes, la edad
de las paredes fue tan oscura, roto el resquicio del eco, quemada la vivencia
después de todo. Somos anónimos como los miedos en las esquinas del vértigo,
pulsantes como el tiempo en crisis,
crispados como la leña en el poyetón cuando arde la flama,
la verdad siempre se hace corrosiva en las vísceras,
la oscuridad no tiene pantalón ni vestido, salvo la penuria y lo salobre
que produce la memoria ante el salmo del infinito.
(Adentro de la carne, los clavos y el fugaz estante de los sueños. Camino. Caminamos. Inventamos grietas para justificar nuestra fugacidad, el braceo
alrededor del hilo ciego de la historia.
¿Qué entender de las distancias intraducibles del oído?
¿Qué deberíamos aprender de la fábula de dos sombras pegadas al muro
de ayer y hoy? —Ignoro si es posible robarle al in finito otra imagen nuestra.)
En  los peces oscurecidos de la noche, apenas el goteo oculto del frío.
Uno muere sin darse cuenta en navíos de melancolía.
En lo remoto de las sienes estas esquinas anónimas y oscuras del pan;
el tiempo, sin embargo, con los párpados únicos de la sed: me quedo, pues,
en el hondo mar de mis zapatos; no puedo escapar a lo que me arrastra.
Barataria, 19.VII.2015

martes, 21 de julio de 2015

BOCA DE LA ASFIXIA

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BOCA DE LA ASFIXIA




Recién llegado por definición es: aquella diferente persona notada en seguida por todos, que llegado recién a un país de la clase de los diferentes, tiene el aire digno de un hombre que no sabe si se ha puesto los pantalones al revés, o el sombrero derecho en la cabeza izquierda, y no se decide a cerciorarse del desperfecto en público, sino que se concentra en una meditación sobre eclipses, ceguera de los transeúntes, huelga de los repartidores de luz, invisibilidad de los átomos y del dinero de papá, y así logra no ser visto.
Macedonio Fernández




Me ahogas de rodillas en el vacío. Aquí un golpe tras otro donde sólo van quedando ruinas. Donde sólo las magulladuras quedan impregnadas en la cobija. La cerradura es la caja negra de mis miedos, ¿qué lejos vivo de la mano del día? En las manos crecen sigilosos los días dolientes de la semana y su retórica, los silencios apagados de las paredes. Duele el ojal del  hambre en la yema de los dedos cuando éstos suben a la mesa; duele el hoy al despertar en el ayer de los trastos metálicos colgando de la garganta; duele el aliento sajado del postigo y la cosecha de musgo en la hojarasca del tejado; arde la albarda o el aparejo en el ojo de luz después de un trajín y otro, sin parar.  Siento fuego en el crespón del aliento; en tus aguas, el filón del sexo con su ajuar ciclónico. Las dos sombras de ceniza mientras dormimos. Las dos noches sobre las baldosas y su terquedad galopante. En la frente los vía crucis de granito como otro extraño río de silencios desmembrados. Sobre el viento maduran los ojos su inocencia de recuerdos. ¿Quién es el héroe o el antihéroe en este relincho desencajado de la entraña? El calendario nos hace naufragar, abierto, en el costado de las aguas, lento como una entraña dolorida, páramo en el caracol del asfalto, ruin tal el follaje en los tragantes. En la cueva de la asfixia, tocamos la serpiente de la miseria y ese olvido al que tanto aspiro, después de abandonar el mercado de la nostalgia. (Siempre fueron desesperantes las palabras cuando le castramos los pájaros y dejamos, apenas, los harapos. Cada sofoco fue un latigazo fúnebre como el ojo gastado al borde de las aceras. Hoy son irreales todos los litorales del gemido, las solapas de la herida, la redonda flor del tacto, la voz rendida ante las pupilas. Hoy, la breña nos desnuda y quedan impunes las puñaladas y queda al descubierto el semen derramado. ¿Es brasa toda esta oscuridad que nos desvive? ¿Cuándo, hasta cuándo el disfraz apropiándose de la conciencia?) Mientras se nos rompen las uñas de los dedos, ¿dónde reposa la humedad que acumulamos? Toda la boca en el goteo del cordero. Todo el pasamontañas para andar o quitarle llave al país. Todo el sollozo en la imagen macabra, en la mueca de la infancia o la adultez. Siempre vasto de incendios alrededor de las arrugas, siempre mortal el paraíso y los adanes y las evas y las manzanas y las serpientes y los ojos en vos danzando en el sagrario absurdo de la sombra. En realidad el tiempo es absurdo: simplemente hay que ver al espejo donde descansa la sed o el misterio y su horrendo bisturí. Después de todo, ya ni se si estoy loco o me he convertido en imbécil, el humo desespera con sus sarcasmos; ante ciertas noticias, tapo los agujeros del insulto, este dolor de animal engangrenado, y los estribillos del drama nacional. A la luz de tanta sordidez me torno incomprensible: yo y la mierda de mi mortalidad. En las esquinas del delirio, siempre hay esa sensación de malestar despierto, siempre la duda como única dirección postal para enviar las haces del absurdo. Desde hoy aborrezco los diversos nombres que tiene la polilla. Ah, tus muslos para empezar a subir el mundo…
Barataria, 16.VII.2015

domingo, 19 de julio de 2015

AULLIDOS CONJURADOS

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AULLIDOS CONJURADOS




Uno ya no entiende el sinnúmero de conspiraciones alrededor de lo inverosímil.
Se conjura la crisis que vivimos, el viento, la seguridad nacional, el sumario
de los difuntos, los días donde aúllan los espejos,
los inviernos inmóviles de cadáveres, el abandono que nunca es inventariado.
Otros sencillamente conspiran contra el sueño y los sueños,
(a menudo se vacían las bodegas de la verdad para disparar la mentira);
a menudo no hay botella de mar en el ceño fruncido de la pecera del enfado,
ni en los altos círculos donde abunda la oscuridad de la saliva.
Hacia los nuevos tiempos, el dolor kafkiano en las manos de Descartes.
Ante la insania, uno de pronto, sólo ve bufones y una ciudad con abundantes
testaferros: hasta el mínimo sonido es visible en los retratos aviesos
del granito. Uno nunca termina de comprender dónde se construye la herida
y el desaliento, los goznes de los insectos y la salud de la democracia,
los alfileres que rompen el tórax de la noche y luego la hacen trocitos
de bisutería y punto de encuentro para el éxtasis de los pañuelos.
Los aullidos son pate de nuestra subsistencia: la noche nos nombra a todos.
(De seguro desde el bostezo del poder, vos,  inclinás los ijares de luz
de tus muslos, hasta verter el absoluto viscoso en mi boca, mientras el tronco
de la noche juega al deshielo de la sombra.)
A través de la oscuridad sorda de la piedra, el absurdo de cierta pluralidad,
y esta esperanza que ya se ha convertido en cárcel. Y este tiempo con afán
de construir señuelos a semejanza de otros paraísos.
Barataria, 15.VII.2015

viernes, 17 de julio de 2015

HORAS CONFUSAS

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HORAS CONFUSAS




Como la hoja que no cae en tierra, esta experiencia de horas confusas.
De regreso a la querencia inevitable, imposible regenerar la  noche y los relojes.
Todo es confuso aunque hoy crezca la luz.
Todo es confuso ahora que camino fuera de mis sueños.
Todo es confuso ahora que he desenmarañado la saliva en los ojos: véase esta
garganta de degolladuras, véase de pronto el hilo que amarra la boca,
el eco callado del revés de las palabras.
Todo es confuso ahora que converso con el cómo y desde el cuándo del agua
fría y del escarabajo de la piedra como un grito aplastado.
De la vieja madera apenas queda el aserrín o la carcajada del infinito.
(No me sirve ya el dudoso camino de los ojos, ni descubrir que una promesa
es solo un juego para dibujar pájaros; son demasiado obtusos los cuartones
de la noche, el deletreo del balbuceo en el mundo del mendrugo.
El minuto vuelca sus hisopos incinerados sobre cada jornada de lentes.)
—Deshecha la alegría, avanza desnudo el lento carrusel de las sombras;
Regreso, reprochándome, toda la sed nunca reinventada en el tiempo:
sí, la luz es fragancia o es ilusión. Rama del pulso descalzo de las palabras.
Desde fuera del sueño estoy despierto como un bosque que no agota sentidos,
ni desdeña la palabra dicha, ni se cierra a lo esencial.
Ha sido largo el tiempo agotado, confusas las claves del nudo de la vigilia.
—Te quedas en la bruma. Aun mi bosque no sangra de ceniza…
Barataria, 12.VII.2015

miércoles, 15 de julio de 2015

PARAGUAS

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PARAGUAS




Oscurece en el hongo negro de la respiración, vos en los calendarios al borde
de la nada, sobre la diadema agrietada de la boca: a menudo uno se percata
de ciertas tempestades, —digamos, de ciertos océanos inexpresados
en el pecho y que balbucean oscuras nostalgias.
En algún ojo devastado se desangran las sombras, negra humedad de piel
y musgo, negras lluvias y patéticas alegrías. A veces solo invoco los antiguos
arcanos, el destello de sexo en la copa del día.
Uno pasa las aguas con cualquier estandarte en medio de las manos.
Sobre la conmoción de los relojes, la oscuridad mojada de las axilas, y la puerta
de la infancia con sus llaves redondas.
Al comienzo uno siempre desafía cualquier sospecha. (Crece el albedrío
del goteo sobre el cuerpo; crece la extraña brasa de lo líquido; crece la madera
apagada frente a los ojos; crece todo este sometimiento al frío.
Crecés, vos, de armadura y olvido; crecés bajo la tutela de los signos inclementes 
de la ceniza.)
Hurgamos en el rostro de las palabras.
¡Saber que la memoria ha sido hecha de nudos desasidos! Un paraguas,
—acaso—, de violentos estertores. El aliento tiene sonido de caverna.
¿A qué paso la bestia de la herida nos depreda? Tu voz, apenas, llena de luto;
nos castra el perro, mientras ladra la lluvia su latido errante.
—Olvida toda la madera que hemos vivido, enterremos los trapos en la lluvia.
Barataria, 10.VII.2015

lunes, 13 de julio de 2015

AGUAS DEFINITIVAS

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AGUAS DEFINITIVAS




Pienso en el mea culpa de las gaviotas que paran el tráfico, en las barricadas
de piedra donde envejecen los anhelos. Veo la lengua del agua, definitiva,
en las palabras muertas de los encajes,
en las casas con orificios, pero sin ningún rayo de sol.
Gime el nido desbaratado de la felicidad y el susurro de agua en la noche.
¿Cuántas lluvias amargas prueban los ojos? ¿Cuántos arpones en la piel,
de pronto, como agua temible de alfileres?
—Han pasado años y nunca saqué mi ropa al sol. La noche y el luto poseen
ese extraño brasero que solo se siente cuando se pudre la garganta.
A veces, agrios,  tetelques, nos convocan los conjuros, la escarcha del matorral,
los inviernos que ya conocen mis despojos: yo dejo que el cántaro de barro
se quiebre en los dedos;
evito la ceniza de ciertos rostros, las escobas que solo barren el hambre.
(Hiciste de mi soledad otro camino de silencios, una muerte elegida
para idolatrarla, otra lágrima que llene el cuenco de las manos, distancias 
adustas en los juegos peligrosos de la noche.
Aquel tacto o sílaba es piedra que ya no toca el rocío con exactitud.)
Ignoro qué haces dentro del espejo, con tus largas piernas rodeadas de nubes.
Antes fue como el fluir de mi conciencia, inocente entre largos pinos
de trementina compartida. Todo acaba siendo cementerio, o lluvia amortajada.
Ahora me urge borrar las cicatrices del asfalto.
Barataria, 08.VII.2015

sábado, 11 de julio de 2015

PÁJAROS DISECADOS

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PÁJAROS DISECADOS




Como los pájaros disecados en el envejecimiento de la madera, las arterias
quemadas y los duros esqueletos de la sombra en las sienes.
Parto hacia las fronteras del viento. Crecen, por doquier, los miedos acumulados, 
los papeles sucios y la inflación de la economía global.
Siempre hay más preguntas cuando avanzan los fogonazos de la oscuridad
hacia el horizonte. Desde su propia lengua, cada quien paga sus empréstitos,
los fondos de la respiración,
los pulmones antes que muera la realidad. El sol de puntillas del abismo.
(Todo es como sucede: desvaídas mueren las melancolías, a vos los ojos amarillos 
de la lengua, la espuma cavada en el pájaro, el hacha indócil de los escorpiones. 
Para vos, el ala silbadora de la soledad
sobre esta tierra de difícil ternura, —tierra del pájaro fósil en el ánfora donde
la alta noche, se yergue y rumia hacia lo remoto de la fosa.)
Siempre existe una primera ilusión. Yo tengo la mía, es decir la tuve.
Quemados en el costado los recuerdos, volátiles las telarañas, solo la demencia
y sus aullidos conmigo. Solo estos pájaros implacables de ceniza.
Qué he aprendido de la voz ilimitada del último atlas muerto, del imaginario
del tizne, o de la arquitectura de los claveles en huida.
Hay jardines hipotecados idénticos al asfalto y toboganes paralelos a tugurios,
y días de aguas sucias mordiendo polvaredas. (¿Cómo arropo el frío,
después que no hay trastienda para practicarme la eutanasia? —entre piojos
y liendres, uno aprende como el pájaro a guarecerse en la noche.)
Barataria, 07.VII.2015

jueves, 9 de julio de 2015

MUDO AGUACERO

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MUDO AGUACERO




Más allá del simulacro, los mudos aguaceros que agrietan la lengua, plural
el volumen de las habitaciones erosionadas: el ruido debajo de los zapatos,
sin que abarquemos la totalidad de los tapiales
que colman los costados de lo inminente, el oasis de las zapaterías
en bellísimas páginas de agua.
A veces le quito llave a la chapa de la mudez, le cuento las costillas libérrimas,
o le muerdo el pellejo del infierno a esta urdimbre muda de asombros.
(“Sucedían cosas difíciles de comprender para los siglos posteriores.
Una cabeza aparecía sin cuerpo. Dos cabezas llegaban una detrás de la otra.
Una sola pata trasera escogía un cuerpo que ya tenía cuatro patas.
Seis cuernos se asentaban en un solo cráneo.”)
Todo el día he pasado pretendiendo leer los grises del cielo, las cobijas
en construcción, el arte poética de los filtros volando imantado sobre aguas
terrenales; me asaltan los caudales devorados de las luciérnagas
ahí en las ojeras de los semáforos,
en la patria del deseo o del porvenir, en el pájaro de ceniza del paraíso.
Me salpica el panal blanco del humo en las costillas, huelo las líneas cartesianas
que se adentran en la espesura del invierno hasta que la perversión es realidad.
Ante el crujido de las curvas del odre, deshilo el arrebato de la liturgia,
y abro el ojo sordo del sollozo: grita el caballo del abismo, sobre el verdadero
lecho del agua. En el vaivén la forma prvisible del útero.
Barataria, 06.VII.2015

martes, 7 de julio de 2015

OFICIO PRECARIO

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OFICIO PRECARIO




Toda mi piel acorta los brazos de la tinta: este oficio del cuerpo tiene el don
de la precariedad: nada tengo sino los reniegos que exceden a mi voluntad.
Las palabras gastadas, acaso, como los tropezones en ayunas.
La ropa taciturna en medio de la bruma de los sueños, el hedor del asedio
y estas ganas de vivir, la convicción del tamaño del amor.
En este oficio no gano interés, uno es como un supernumerario de escapularios.
Siempre hay una sensación de infinito y también de desaparecer.
A más noches, sombras y paredes y un lenguaje de balbuceos y un mimetismo
de pájaro absoluto en la rama del aire.
(Este oficio no da para mucho, a más de los desgarramientos:
la pose es una máscara, afeite de la escritura, —providencial para algunos.
Abundan oficiantes. Demasiados oficiantes para esta forma de morir.)
Solo es posible la historia del vacío.
En la piedra de los haberes, los tiliches y el ronquido enloquecido de las aguas.
En el dividendo de los ojos o los pies, el mismo olvido en el vaso de la sombra,
la sinopsis del grito, el sinatroísmo de las excavaciones.
Madurar en la campana de la palabra lleva tiempo: nadie tiene garantía
de las pérdidas o las ganancias; el oficio es idéntico a la miseria del prostíbulo,
al mundo al borde del abismo.
Ya todo existe: simplemente a las palabras hay que quitarles el polvillo.
Si hay algún misterio, éste no tiene nada que ver con el mercado de valores.
Ignoro si uno ansía morir en cada poema escrito.
Barataria, 03.VII.2015