domingo, 31 de mayo de 2015

TAL VEZ

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TAL VEZ




Tal vez los ecos se confundan con el alarido de los amuletos, con todos
los caballos corroídos en los ojos, —en la cercanía, la canción de los absurdos.
En la sombra deshojada del vértigo, el pálpito de la noche y sus múltiples
pronombres: el relámpago sajado de los colores, los miedos de animal
en la danza del otoño: el viento me devuelve la complicidad de los ahorcados.
Tal vez en otra ciudad cambien los metabolismos de la muerte: hoy, a media calle, 
las moscas sobre el pavimento.
¿Escapo? ¿Escapamos?
—¿A dónde ir, después de todo? Después de todo, no hay otro idioma desnudo,
sino este degastado bagazo de nuestro tiempo.
Tal vez, —sin saber por cuánto tiempo— sigamos en cuclillas, desprovistos
de alas y ungüentos. (Ante todo, hierven los ojos con sus fantasmas; ya hemos
enloquecido de esqueletos, de espuelas, de curanderos, de periódicos; el dardo
de la ebullición nos calcina hasta los tuétanos. Nunca dejamos de morir
en la zozobra. No sirve el sahumerio ni las bisuterías.)
Tal vez, antes, ya habíamos quemado nuestro espíritu. Se nos hizo chingaste
el cántaro de la esperanza y el guacal verde de las ventanas.
¿Escapo? ¿Escapamos?
—Sobre los diversos caminos, el ajuate y sus dentelladas, la jaula asesina
del vertedero, el polen zurcido de los días, la gramática satelital de los gusanos.
Tal vez, en la otredad, no carguemos con la piedra pómez de la sombra,
ni con todas las funerales de las estadísticas…
Barataria, 27.V.2015

viernes, 29 de mayo de 2015

ÁMBITOS CERRADOS

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ÁMBITOS CERRADOS




Nuestras fotografías son como esos árboles entre la bruma del tiempo.
Cuerpos cerrados,  o ámbitos de no sé qué umbrales con cadáveres siniestros:
sobre la yedra deshecha del ahínco, los tardíos suspiros del cuerpo;
roto el aliento como un eco prematuro.
Los perros del huracán muerden el conjuro, la sima del estrépito, la amarilla
cabra del pálpito, el susurro petrificado de la lascivia.
(La fugacidad siempre resulta ser destino inaplazable; nacidos para sangrar
en el semen degollado de nuestros mástiles: todo acaba en un santiamén.
Todo dominio ensordece en el tiempo; halan las horas los ríos del designio.
La lumbre del ahogo, es otro candil en la jornada.)
Continuo errante en mi propia sombra: todo el ámbito derruido de la noche,
salvo los imanes de la intrascendencia y el pedregoso fruto de la niebla.
En la sintaxis de las ventanas, la fonética destruida de los espejos,
el murciélago sangrante en los párpados, los jardines en la maraña del moho.
—Déjame ser en esta corporeidad de lento corazón amurallado.
La somnolencia es tosca y abstrae de polvo los sentidos.
Después, sólo el recuerdo de trenes enajenados; desnudos los pómulos
del ansia y su siembra; agonizante el hastío y cercenados los relojes del colibrí.
Anochece, también, en el sonambulismo de la materia, el aura abollada
de picotazos, rancio el fermento de las barajas.
Si salgo de mis ojos, haré cambiar el rumbo de la tormenta y el moho dejará
de ser la moneda resplandeciente en mi almohada. (Llueven paracaídas.)
Barataria, 25.V.2015

miércoles, 27 de mayo de 2015

ASTILLA DE LA BRASA

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ASTILLA DE LA BRASA




Alguien hace astillas de la respiración. Alguien, hoy, muerde la brasa obscena
de la última memoria de las astillas. Alguien en el limbo de los vendajes
del fango, en el colibrí de la brasa de los epitafios,
castrada la hogaza de calostro, o conjurada la bocanada de respiraciones, muerde 
la pluma fuente de las astillas.
Muerde el pubis yermo de las begonias hasta el bajorrelieve de la almohada,
muerde el tintineo de la respiración y su carne herética encandilada,
muerde la brasa desangrada en el pañuelo verbal de los empedrados,
muerde los cántaros licuados en el cuentagotas del colibrí afilado en las manos,
muerde el rostro embalsamado del delirio,
muerde las semanas carbonizadas de los funerales, la sintaxis del ocote,
los barullos deshuesados de estos días, las franquicias irrespirables
de los profetas, la lágrima del pino clavada en el bostezo de las migajas.
(De pronto, ya no sé ni qué decir. Mar afuera, mar adentro, en los ojos de niño
que aun preservo en los hacinamientos de mi cuerpo.)
En la superficie de la duda, los buhoneros de la ceniza y su benevolencia;
los mismos de siempre que comparten altares siniestros y promesas de vida
eterna y cielos con pajarillos, sin máscaras.
Mientras espero, también juego a la avidez, al modo del mercado y sus bellos
productos, a esas otras contingencias del arcoíris. A menudo lo inevitable
acaba siendo frágil, ficción, noción de otras formas del fuego.
 —Vos, sin embargo, desnuda en la congregación de la lágrima inverosímil.
Barataria, 23.V.2015

lunes, 25 de mayo de 2015

ALBA DEL CARACOL

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ALBA DEL CARACOL




El caracol del alba incendia las arenas movedizas de los ojos, los vahos decapitados 
de las monedas, y esa lejanía que se acerca a las manos: allí,
las claves carnales de los ojos, y la embriaguez revelada del cierzo unificado.
A veces nos perdemos en la docilidad de los paraguas;
en el acordeón del pálpito,
el aroma como un pregón de litorales. Así de simple nos vacía el fósforo
encendido de los párpados: ladra la escarcha en la sombrilla de la hojarasca.
En el interior del prensapapel indescifrable los vacíos sumergidos en la boca.
Nos pesa la niebla en la desnudez absoluta.
Nos pesa el animal  herido que llevamos en el cuerpo.
Nos pesa el caracol que devora los espejos.
Hay sinnúmero de nombres que uno pierde la cuenta de las tantas heridas
que tienen los claveles, la mudez o las palabras negras en el cuerpo,
o la urgencia de las llaves en el fuego.
—(Vos sabés que nos pesa la máscara insepulta de los muertos, la viscosidad
violenta de la desdicha, los minutos remotos del aliento.
En el ojo confuso de la madrugada, los pájaros alargan las semanas.
Sí, al final, entre los troncos húmedos del alba, construimos nuestra sepultura.)
Entre lo acuático y terrestre, esos tentáculos cubiertos de tiempo:
sobre mi lecho de bosque y tormenta, la geometría de las ruedas del sinfín,
y esta hambre sobre el pan negro de la seducción. Sólo hay sosiego y hervor
para mi boca en la ferretería inoxidable de tus muslos…
Barataria, 21.V.2015

sábado, 23 de mayo de 2015

LUGARES COMUNES

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LUGARES COMUNES




Saltan los relojes sobre los diversos lugares comunes del día: el poema, a fin
de cuentas, recoge las monotonías de los soles líquidos que habitan la garganta.
Ante cada pájaro amordazo por el silencio de las paredes, la ardiente espera
para la fuga, los miserables tiempos de la impureza,
las tristes palabras de al lado de la ceniza, mismas que muerden las distancias.
Vivo enajenado dentro del vacío de los mapas: hay deshechas melancolías,
amarillas manos de polvo, heces de lenta resignación en las estatuas.
(Dejadme atardecer junto a la guitarra de la hojarasca; aquí, tierra y carne
en el girasol de fuego de las luciérnagas.
Dejadme confinado a esta intemperie de lejanías y olvidos hirvientes.
Dejadme en estos tiesos andenes de la escarcha donde petrifico mi otoño.)
Un día, por cierto, ya no seremos el presagio en la lengua abisal de las esquinas,
sino otra terquedad de redimidos símbolos funerarios.
En alguna extensión de los parques, alguien acrecienta las heridas de la sed;
en el péndulo del infinito, todos los andrajos solemnes del paisaje y esa fuga
del goteo del alambique sobre el musgo de la almohada.
Nunca hubo otra destrucción a estos suicidios que se atisban
desde las ventanas: en los hierros disueltos de los grises, los viejos trenes
de la nostalgia con su ciega borrasca.
Todo exaspera en los cuerpos sofocados por la lepra fúnebre del grito.
Altas son las antípodas: no sé si exista algún reemplazo en los puertos sombríos
o en la estación de trenes, donde el pálpito es árbol desmedido.
Barataria, 20. V. 2015

viernes, 22 de mayo de 2015

FIEBRE DE SED

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FIEBRE DE SED




Como la semilla en el surco, la sombra fúnebre, volátil, del recuerdo y sus gotas
de sangre. Incontenible la boca, ante las navajas de sed que se abren
a medianoche, debajo del grito sordo de la madera, hundido en las paredes
de musgo del presente.
El abandono nos encuentra en la escritura siempre en fuga del reloj.
En las orillas del ocote, la furia del fogonazo y su ojo de cíclope.
En presencia del búho, la vigilia monocorde de los cuchillos y el lenguaje abierto 
de la fuga: huimos amarrados de la sombra de la nostalgia, 
el dolor apenas en la sed del horizonte,
las alegrías momentáneas en la almohada, sobre el despertar de osamentas.
Sube el sabor tetelque de las paredes al vaso de agonía del sollozo.
Frente a los tantos huesos en el sueño, los rostros que se atreven a desaparecer.
—Voy desnudo como las moscas en los sesos.
Como la ceniza salpicada de odio, la flama del hambre y sus retornos.
A mitad de la tormenta todas las extrañas lejanías de la infancia,
las noches encapsuladas del sollozo,
el nudo de la materia y sus manías desatadas. Resiste, —me dice— la fiebre,
mientras oigo el eco de la brizna, o el océano de liquidez que ansío.
(A menudo resulta irremediable el confeti en la comida, o ciertos espejos
que pretenden humedecer la garganta.
Antes, sólo aspiraba a mirar la jaula en mis ojos: hoy, escrutan, el ala y la edad.)
Barataria, 18. V. 2015

miércoles, 20 de mayo de 2015

LOS DEMONIOS DE LA ESCRITURA

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LOS DEMONIOS DE LA ESCRITURA




Usted, seguramente, harto de deslumbrarse ante las palabras, ante ciertas palabras enredadas en el andar de la conciencia.
Usted, seguramente, no duerme ante la furia crecida de huesos de hoy en día.
Usted, seguramente, escribiendo mundos o dibujando abismos con la sombra
de la tinta: siempre es extraña esta suerte de demonios (tropezar en ayunas
con telarañas; indefenso ante colillas y espejos. Uno, a fin de cuentas, sólo
puede explorar ciertas rarezas: la realidad inexplicable de las caricias,
los catálogos de botellas en altamar, la ciudad que llora despedazada en aguas
grises y turbulentas.)
Uno empieza a vivir cuando deambula en las esquinas.
Se empieza a morir en la escritura cuando la razón abre la lucecilla del candil
y uno entiende que no sólo de soplos está hecha la vida, el trino, o los gusanos
de todos los absolutos del aliento. Todo es frágil en los cadáveres.
Es evidente la tortura de la iniquidad en las pupilas, el suburbio de la lengua
en la metrópoli, los diversos alfileres que atraviesan la cocción y trituran
la ponzoña en el rostro, y pervierten la respiración hasta el punto más alto
donde la polilla ejercita sus escorpiones.
Aun con todos los abanicos inexorables de lo móvil, sentir es una locura heroica
y, a la vez, inquisidora: ¿quién da fe de los extravíos de la sombra en el aliento?
Vamos en lo acontecido, agregando piedrecillas a esa letanía de calles ciegas.
En el griterío de los prostíbulos, los embudos como colmillos de tinta al punto
de morder las extremidades de lo abrupto. El ojo aprisiona la gruta del pájaro.
Barataria, 17. V. 2015

lunes, 18 de mayo de 2015

AGUJERO

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AGUJERO




Expuesto el rostro al espejo, nos golpea el agujero de las certezas: una a una,
todas las posibles gargantas del tormento, los relojes sobre las palabras,
la jaula que nos mira y nos fecunda de oscuros futuros.
Danzamos alrededor de los huesos de los sueños. Y en la nada, la niebla
y sus acechos perversos, la mortaja y su cuello roto, el añil y su gótica migaja.
Siempre me quedo junto a la revelación de las llaves: soy mendigo entre tantos
nudos impasibles, —por doquier saltan los centavos de calvario,
el granizo hueco de las luciérnagas,
el hoyo donde se ahoga el arado: siempre me sorprende la montaña inamovible
del insomnio y su amarga tormenta de hojas disecadas.
Tras el combate, la urgencia del incienso y su resbaladiza piel de azogue.
De las paredes brotan insaciables ramas de tinta, corazones negros, cadáveres
disecados donde llora la infancia.
A menudo es tan grande el agujero, que sólo se pueden ver los naufragios.
Uno busca pretextos en un tren, en un barco, en un pájaro ciertas alegrías.
Los agujeros jamás están solos: hay ecos y mortecinas gargantas mutiladas.
¿Cuánto dura la estrofa honda del sollozo?
¿Cuántas ausencias hay que escribir para encontrar la memoria?
—Nunca existe una hora especial para morir: desde la vestidura de la sombra,
la sombra hacia los brazos. (Algo se petrifica en la orilla de los nombres,
el nudo ciego que agudiza las pupilas, la nada y su caricia hueca.)
Barataria, 14.V.2015

sábado, 16 de mayo de 2015

EBRIA VENDIMIA

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EBRIA VENDIMIA




¡Cuántas palabras en tu nombre Democracia! Si a ratos sólo veo tu caricatura,
tu remedo, el barco que nunca llega, los huesos que danzan en los funerales.
Frente al fuego enrarecido, las grietas zurcidas de la brega; allá el escombro
y los ojos sajados, los antros autómatas de la noche.
Hablas en silencio, tatuados los sentidos: eres inminente como los desiertos
del mundo, tiránica y extraña como Wall Street. Eres fácil para llorar de miedo
e imposible para la alegría, violenta en los rescoldos del invierno,
fértil para el miedo, mansa y dócil para el espejo de cenizas, para quien pulveriza
las alcantarillas y se goza del sollozo sin rendir cuentas a nadie,
para el que se lucra de las enfermedades venéreas,
para el que lleva frac y olor a perfume, (1 million, Acqua di Gio, Le male, 
L'eau D'Issey por homme, The One, Armani code, Black XS)
para el prolijo en las finanzas y los banquetes,
para el que augusto hace las leyes y se beneficia sin cargo de conciencia,
para los que no conocen las tormentas y se apasionan en la perversidad.
Ay, Democracia, dónde guardo mis harapos, la mosca sobre la tortilla,
las espinas que no escapan de los dientes, la sangre del odio y su salpicadura;
morimos mientras nos devoran las uñas secretas de los alfileres: a cada paso,
los pobres siempre desnudos con sus rincones, junto a los muñones
de una geografía desbocada.
Sobre la piedra oscura del presente, busco sin protocolos mi paraguas.
Todo es extraño: la acuarela póstuma de los ídolos en el destello violento
que vivimos. (Desde siempre es necesario quitarse los anteojos en las peluquerías; mientras el hombre espera en la ausencia…)
Barataria, 12.V.2015

jueves, 14 de mayo de 2015

PIZARRA DEL ALBA

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PIZARRA DEL ALBA




Cuchillos de pus contagian la mesa y ahogan su demencia en la arcilla inocente
de este país con nombres y caminos pedregosos.
En la pizarra del alba, las tachaduras de tinta y el disfraz de conciencia
a toda hora: muchos van asidos a sombras, golpes, muertes, debates sin sentido.
Entre tanto grafiti, se hacen difíciles las ideas claras.
Es implacable el tiempo calcinado que vivimos, la música negra que retrasa
los jardines, las demasiadas noches que vive la memoria en su guarida
con telarañas. (Nadie renace con este zumo de muerte y sin brújula; nos desoye
el desarme, las tantas caídas heridas de la entraña, el alba que aún no asoma
sobre el musgo verde del aliento.
Acabamos siendo silencio o fantasmas. Lobos sin tregua, emblemas de suplicante 
tristeza, voces en medio de un jarro de salmuera.)
¿Qué vendrá después de tantos prefacios de espejismo?
Agonizamos debajo de los andenes, sobre el resuello de los moscardones.
Ya dejamos de ser en medio de tanto ventarrón: la agonía nos ahueca y reseca,
como un rayo insólito mordiendo trenes.
Sobre las oscuras dentaduras de las navajas, el corazón sumergido en litorales
de piedra; flotamos en los chiriviscos del despojo, en el ventisquero de ceniza.
Durante toda esta dislexia de arcoíris decapitado, los sombríos dones de la otra
mejilla, los genitales desnudos del paraguas de la noche.
Mañana, quizá de nuevo, la piedrecilla en los zapatos, el ronco aullido
de la noche, el alba en tinieblas…
Barataria, 10.V.2015

martes, 12 de mayo de 2015

SOMBRAS PRESENTES

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SOMBRAS PRESENTES




En los rincones del yo profundo, las sombras llenas de avidez jugando
a oscurecer la garganta. Gimen las gotas desteñidas del tejado, el pálido cadáver
del infinito, los cuchillos como un interruptor de sueños en la piel.
(En las ojeras del aliento, el ardor de reloj destartalado de los burdeles,
la desnudez atroz del absoluto con sus retinas de quemados olores.  
Maúlla el nudo ciego de las crines y el torpe eco de los fósforos en el sedimento.
En el torso de las latitudes, el paraguas roto de los sentidos, la mano de aprendiz
sobre el cántaro. Por último, la nubosidad de los zapatos en mi raída vestidura.)
De una sombra a otra, el frío extendido en el espejo del recuerdo.
¿Es pájaro o albedrío, la hoja creciente que nos convoca al subsuelo?
—¿Es sólo sombra la piel que nos niega en el declive, viento el dardo
que muerde los pañuelos en el ojo escindido,
quemado de los latidos?
Hinchadas las sombras en el papel cansado del aliento, el deletreo es otro
vestigio de la muerte, el pez coagulado a la orilla de la boca.
No huye la herida, permanece en la quemadura presente del bostezo.
Entre una sombra y otra, el tiempo falsea el firmamento: nos desvela la pared
y esa mueca del disfraz que nunca desaparece.
En la mano extendida del despojo, esa trampa de la ceniza que enajena
y suma desvaríos, extraña forma de los pensamientos.
A menudo es sólo la medianoche esta sombra colgada de puertas y paredes.
Barataria, 08.V.2015

domingo, 10 de mayo de 2015

TALPETATE

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TALPETATE




Somos el sueño endurecido de los monstruos que nos sueñan. Allí donde el día
nos distancia, las fotografías ineludibles de lo enfurecido e inusitado.
Sobre toda esta carcoma árida del sinfín,
el arado abre el surco como una madrugada solemne.
Nos pesan desde luego las llaves demacradas del sueño, los condones arrojados
al templo de la iracundia, toda la fantasía destruida en el polvo voluble
de las luciérnagas.  (Nadie sale ileso después de ser atravesado por las vigas
del dolor, después que el aliento destila delgadas mazmorras de desvelo.
A menudo la fragancia de la ceniza y el estiércol son irremediables.
En esa palabra talpetate, el tiempo se ha detenido con su lámpara infértil.
Algo rompe mis zapatos: el perro del vacío que aún duerme en mi memoria.)
En toda la realidad que contienen las palabras, he ordenado mis delirios
y olvidos: me entusiasma limpiar la almohada todos los días;
bajar a la edad intemporal de mis ojos,
intuir junto al candil, esas extrañas revelaciones de la noche; contemplar
los precios diversos que tienen hoy en día los milagros.
Convulsiono frente a los relojes y a esa necesaria disposición de nacer
todos los días: supongo que da risa la palabra mañana, a sabiendas
que podemos tropezar con esos muertos atrapados en su sueño y sin memoria.
—De todos los nombres ásperos que recuerdo está el respiro pétreo de cuanta
lágrima y sed corren en mis miedos…
Barataria, 06.V.2015