miércoles, 26 de marzo de 2014

A RAS DE TIERRA

Imagen de André Cruchaga




A RAS DE TIERRA



La calle, por entonces, no tenía nombre. Al hombre le resbalaba el fuego directamente por los huesos, y unas extrañas lenguas ardientes le lamían la piel, por debajo.
René Crevel




¿Debo suponer que la hoja se torna en vilano? hay pancartas por doquier y dedos señalando  otras formas y  otros lenguajes: nadie posee el encantamiento absoluto que produce Aladino ni el azogue necesariamente tiene que ser asombro cansa el conjuro y la neblina  cansa lo plural y singular caminamos por el sendero casi como si fuera el abismo la porfía es tenaz como el oleaje: espuma tras espuma en la marea de la sombra que baja hasta las raíces escribo mientras el enjambre vuelve a la claridad nadie inventa nada ni en el pozo de los deseos nadie es inocente al asir la brasa o es inmune a la salpicadura de la caverna los dioses los semidioses los fantasmas nos acechan es extraña la ventana desde la gota de sal de los ojos yerra el dintel de la boca lamiendo los platos la sangre grita derramada en los alrededores de lo oscuro no puedo contar los años sin desposar el calendario ¿hablamos del alma del cuerpo de los despojos? vos y yo enfrentados a los colmillos de la orina a aquello atrios de rústicos cuchillos ¿qué misterio nos acecha? ¿qué absurdos proclama el fin de nuestro tiempo? (Vivir frente a tantos espejos es una suerte de suplicio: jugamos en medio de telarañas queriendo atrapar féretros) desde los primeros juguetes de la noche supe que todo estaba consumado tanteamos callamos abrimos puertas ¿es de este reino tanta pesadilla? ¿qué olvidamos en esa palabra que se llama inmortalidad? no vamos a contar ahora los pétalos ni mañana para consuelo de los párpados no vamos a arrodillarnos frente a la ceniza tanto murmullo deja a flor de tierra las raíces mientras la claridad sigue su camino nos distrae el tartamudeo de las esdrújulas vos sos esa raíz vértebra en mi olfato espléndida como la tormenta del vértigo inevitable como el cigarro que se difumina en mis manos como el múltiple latido del suspiro nadie es culpable de nada cuando sabemos que la historia tiene su propio parto y nos alcanza a todos y nos señala con el vaivén de su péndulo y su cálida brisa de sudario cruzamos el despojo ahora debemos reinventar las calles quitarle la polilla a las sábanas quemar la peste de la desgracia quitar el barniz y tornar visible la cítara de tu arcilla desnuda el mar aéreo del fulgor: hay tanto por hacer que ya hemos perdido tiempo en la tormenta filosofal de los burdeles hoy es el alba que una vez perdimos en las teorías en ese regimiento de lo dietético en aquellas campanadas que supusieron la justicia todo nos ha cambiado desde entonces: abolimos la miseria de nuestra carne cuerpo a cuerpo le dimos puntapiés al hambre y nos hospedamos un día pensando en la fragancia de la muerte vivimos la tortura y nos extorsionó la sed así limpiamos la cueva del insulto hasta ponernos zapatos (no creo que haya vencidos) es sólo la savia que renueva sus sandalias arden claro el arrullo y la luz los juegos seminales de los tobillos ahora debemos dialogar para darle ritmo al pálpito son lozanos los meses con Heráclito y largo el litoral de tu cuerpo largo inmenso torrencial de todo ese camino de estiércol en el que anduvimos: miedo corrupción desenfreno nos queda el hombre y su imaginario profético en medio de toda esta decadencia macabra del tiempo  nos queda la mujer su suave montaña de cierzo por alguna razón —dice Pérez-Reverte— “a mi edad hace sentirse a salvo lejos de los sobresaltos que produce la primavera” por suerte hoy todo es presente así lo advirtió Whitman “es esta tierra de hoy” el ala vence cuando la fantasía se sobrepone a lo oscuro…
Barataria, 15.03.2014

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