lunes, 4 de junio de 2012

LAS PALABRAS


. Debió ser un momento de escapularios cuando tocaron mis manos,
cuando entre la noche y el día se hizo visible su escalera de sonidos,
el aura fermentada del bolígrafo.
Fotografía de Donald Aguirre




LAS PALABRAS




“Fácil sería la palabra/ sin hojas./ Fácil como un vacío./ Como una sombra./ Pero ocurre al contrario: te arrimas al silencio/ y ella te acosa/ llena de ideas,/ de memorias,/ siempre con algo entre las manos./ Y simplemente no la logras/ desnuda,/sola.” Es ahora que las golondrinas se encorvan en mis manos, la ceniza en las manos del niño que fue en la fugacidad del cántaro del calendario. Cuando las tengo en presente, se vuelven huidizas, son como esos amores que yerran y envejecen, que gastan toda la piel en la tinta alargada del sigilo. Debió ser un momento de escapularios cuando tocaron mis manos, cuando entre la noche y el día se hizo visible su escalera de sonidos, el aura fermentada del bolígrafo. Desde entonces, ha pasado tanto tiempo que olvidé el delantal que me servía de sábana: aro en el vacío y me persigue la boca; cada día simplemente me desnudan, encallan en las redes de mis zapatos, sin paracaídas. Deben ser una sombra de nueces o alelíes, sin neutralidad en la moribundia del Planeta, como linternas en el movimiento de las rotaciones. Al final, no sé si hay palabras para el olvido. Palabras sólo para la alegría. Yo me duermo en el sonambulismo de su resistencia, palabras ardientes como si no existieran. Allí, en ellas, el Todo y la Nada: la pausa de las cosas en su infinito, los fantasmas que fundan el pensamiento.

Barataria, 04. VI. 2012

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