miércoles, 29 de febrero de 2012

DIMENSIÓN DEL HASTÍO


(Cansa que la verdad sea objeto de negociaciones mecánicas,
de las circunstancias en función del carácter personal que ésta tiene.
Cansa el pelaje transfigurado de las sombrillas, la memoria desolada.
Cansan los enunciados sin argumento y las falsedades concluyentes:
con todo y la temperatura alta, debemos darle ciudadanía al raciocinio.)
Imagen tomada de Miswallpapers.net





DIMENSIÓN DEL HASTÍO




Digo, ahora, después de tanta historia presentida y vivida, que la vida
es una extraña forma en el cuerpo: tan extraña que espejos y cuerpos
se tornan respiraciones marginales en la noche. Todo cansa, después
de todo. Cansa la espera y la duda; cansan los burdeles y las noticias;
cansa la respiración y el teléfono; cansan los ascensores
y las escalera de la nostalgia, cansa la mentira y las ciudades,
cansan los libros y la ropa, las páginas suicidas del minuto,
cansan los caminos líquidos de la sal, las persianas,
cansan los portales, los jardines, la luna en la madrugada,
cansa la mazorca del alfabeto,
cansan los horarios y los barrotes que se transpiran en cada calle,
cansa la usura, el mercado, la conspiración de la intimidad,
cansan los semáforos en la retina de los ojos, la máscara y la armadura,
cansan los olvidos y las calamidades de la mente,
cansa la neblina y las piedras, las palabras confusas del tobogán,
cansa el relámpago del alma cuando sólo es interrogaciones,
cansan los vientos que sirven de cobija en la intemperie,
cansa la perversión innumerable del poder, —tu proximidad hierática,
cansa tu presencia únicamente en el entresueño, el olor fermentado,
cansa el clamor sin fragancias, el lecho oscuro de espinas,
cansa este dolor pálido desde los ijares a los ojos,
cansa toda la irrealidad del susurro, del jadeo, frente a la ventana.
Cansa todo y aún me pasas la factura de los trastos quebrados,
de la certidumbre que produce el terror a la hora de cerrar los ojos,
del País purificado en contantes vigilias, pervertido en su desnudez
de fiesta dionisíaca, —los desaparecidos y no encontrados
en las páginas amarillas de los periódicos,
cansa este petate de señuelo para el gavilán con su ojo de lince,
can los mismos cuentos de misterio a la hora de la cena,
el sombrero negro del rito sobre la vela de incienso,
la ciberficción en los trenes de medianoche cuando los excesos
tienen cierto ascetismo por necesidad, más que por convicción.
Cansa la modorra de la hostilidad del grano de arena,
sobre esta prolongada hambre del ovillo, deseo y sopor en el césped
que acecha firmemente hasta desordenar la sintaxis de los poros.
(Cansa que la verdad sea objeto de negociaciones mecánicas,
de las circunstancias en función del carácter personal que ésta tiene.
Cansa el pelaje transfigurado de las sombrillas, la memoria desolada.
Cansan los enunciados sin argumento y las falsedades concluyentes:
con todo y la temperatura alta, debemos darle ciudadanía al raciocinio.)
Cansan, pues, las bodegas de cuervos en la rama agrietada del sueño
y la tolla de los sofismas en la cama irradiando fuegos…

Barataria, 20.II.2012

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