martes, 31 de enero de 2012

INTRODUCCIÓN AL TRÓPICO


Dejé de entender la respiración de los pulmones y el ahogo,
dejé de soñar, aunque están presentes las aves de rapiña,
dejé el asombro para interpretar lo adusto,
me decidí entonces, por la oscuridad aunque me volviera sospechoso,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net





INTRODUCCIÓN AL TRÓPICO




En el trópico de mis aguas, hay corrientes subterráneas:
de orilla a orilla quemo el tiempo, aprieto la hoja de sudor
de las mejillas, el poro de la sombra caída en mis manos,
las fauces térmicas, horizontales, que se entregan al mediodía.
De pronto quedo atrapado en los bejucos de la lluvia,
no huyo del altamar de los poros encabritados,
ni de este magnetismo de juegos suculentos.
Un torogoz en la lengua, lame la sal de la espuma, el baño sauna
en el tecomate de la boca;
de pronto el crujido en la escalera de la garganta,
el trópico en los caracoles íntimos de la blandura, fuente del coral
en la puerta de la boca, tumbada piel del aroma antiguo
del sudor, en el derribo del umbral de la montaña, alforja de aguas.

Siempre hay cielos falsos en derredor de la hojarasca;
caen los sombreros del invierno en derredor de mis sienes,
el tiempo escarba en el subconsciente,
me advierte del albedrío comestible,
de ciertos misterios que se van haciendo memorables,
a cada golpeteo alrededor de la mesa donde nunca faltan comensales.
Algunos días la selva nos deja los días horadados,
visibles como las grandes piedras apoyadas en la desnudez.

Siempre hay leyendas que nos rompen el pecho con piedras
inmóviles, esquinas oscuras de melancolía,
huesos de no sé qué furiosos miedos,
horizontes que al cabo, golpean la tierra del nosotros con alevosía.
En medio de los ojos masticamos sombras, —lo sé a pesar
del clamor de la luz entre la maleza, desoigo los peces de la espuma
colgados de los colores del desvarío: aquí es así, la tela del verde
tiene bosques sordos y lenguas con forma de alfileres.

—De pronto sé, también, que nos toca reírnos de nuestras propias
desgracias, nunca sana el aliento cuando lo cimbra la oscuridad,
nunca vi tanta precariedad en el espíritu,
ni molduras de infectada levadura, ni resonancias oscuras;
es menester que al filo de la aurora nos sorprenda el destino,
con su tallo de aullidos: cuántas temperaturas nos hace padecer
este camino de fuegos silenciosos,
ladrillo sobre ladrillo, el muro de la noche con su delirio,
con su boca tañida de lápidas, vértigo de hilvanes.

Dejé de entender la respiración de los pulmones y el ahogo,
dejé de soñar, aunque están presentes las aves de rapiña,
dejé el asombro para interpretar lo adusto,
me decidí entonces, por la oscuridad aunque me volviera sospechoso,
me libré del alambre de púas, pero sigo aquí buscando
torpemente la cerradura de otras sombras en el azufre…

Barataria, 23.I.2012

domingo, 29 de enero de 2012

TABURETE EN LA SOMBRA


En cierto modo, se ha puesto a luz del día, el melodrama
del malabarismo de los fósforos, la mecha negra del candil
sobre manteles blancos, hay manoplas en el ambiente en vez
de pensamiento, prestidigitadores con guantes como verdugos
que arremeten con malicia contra la oscilación del aliento
diáfano de la lluvia que cae como contrapartida del polvo.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





TABURETE EN LA SOMBRA




Siempre estás ausente de claridad a la espera del paladar
de las estrellas, en la saliva azul del lecho donde los ojos corren
hasta derramarse en el rastrojo donde cae líquido el cielo;
copula el horizonte sus tejados de viento, en la madera,
de pronto ciega, aletean las horas en la ventana.
Hay taburetes en la más absoluta orfandad de la intemperie,
palabras que deja la noche en el rescoldo de la distancia:
crecen los recuerdos en la hostia de la sangre,
la boca extendida en el solar del suelo, en la champa adusta
que la lluvia desbarata al gastarse la tarde en los muñecos
de trapo. Entonces veo las vitrinas con los brazos caídos,
los clasificados de la hojarasca en la pasta de los libros,
de pronto también el ahogo que escupe en el ilusionismo de las pupilas.

La sombra misma no sabe que es sombra y que guarda
en su alacena, armarios de desahuciados diccionarios, titánicas
erratas jugando a la ternura.
En la vigilia se disuelven fuego y ceniza, escucho desde el tejado
el maullido de los sueños, la brama del alfabeto en historias
sombrías de paraguas, en ciertas tormentas que machucan pies
y clavículas, la crueldad de los grises de la niebla en la ventana,
el aguijón del vacío dislocado en los hombros,
aun la altura del polvo en el aliento, el sube y baja de las pestañas
en el vaso mensajero del pecho,
—sé que cada arrebato tiene sus propias geometrías,
un marcielo con rieles de arena, tuberías esféricas de acróbatas,
fulminante madera de otros soles menos apetecibles.

Nos quema la falta de concordia: urdimos cielos absolutos,
cuando la relatividad hace sus propias acrobacias,
y nos mete de cabeza en habitaciones oscuras de vértigo.
En cierto modo, se ha puesto a luz del día, el melodrama
del malabarismo de los fósforos, la mecha negra del candil
sobre manteles blancos, hay manoplas en el ambiente en vez
de pensamiento, prestidigitadores con guantes como verdugos
que arremeten con malicia contra la oscilación del aliento
diáfano de la lluvia que cae como contrapartida del polvo.

Tenemos días como péndulos al revés de los guacales, días que huyen
de las sienes, feroces fuegos de odio al prójimo,
bacinicas de saliva, vertederos sostenidos en el conjuro,
ojos de perros escapados de sus jaulas,
mutiladores de sueños tanto como un abismo de pesadillas
subterráneas. A causa de este vértigo, irradiamos párpados de hollín:
por desgracia, es otra manera de tortura, no menos cruel
que la vivida en la enceguecida carreta de la memoria, en la locura
que cortó las patas del taburete con su embriaguez de muerte.

Barataria, 21.I.2012

viernes, 27 de enero de 2012

RELÁMPAGO (COLLAGE)


Vivimos días colmados de acechos: brazos insepultos de sed,
ebrias formas de la luz: el fulgor nos atiza con su lengua de ceniza,
bacinicas con el sopor urbano
de la memoria a cuestas del vilano en la rama de cemento,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net




RELÁMPAGO (COLLAGE)




Ante los nuevos tiempos, un cielo crujiente de ecos mesiánicos,
aunque la aurora esté a oscuras en la hornilla del patio,
y le demos vuelta al telón de las aguas oscuras de los trastos.
Celebramos con bombos y platillos, la náusea de las fuerzas
beligerantes, y mordemos los entretelones huidizos del relámpago,
mientras otros, —entre pasadizos secretos—,
lamen los huesos con trajes diferentes, con otras noches
y otros muertos, no diferentes a aquéllos que emergieron del grito
atroz de la batalla librada en el combate nocturno.

Vivimos días colmados de acechos: brazos insepultos de sed,
ebrias formas de la luz: el fulgor nos atiza con su lengua de ceniza,
bacinicas con el sopor urbano
de la memoria a cuestas del vilano en la rama de cemento,
en el neumático del aliento, fortuitas palomas, moribundas
en el pedestal de las estatuas, en los balcones a ultranza
de los postmodernismos, derramados en la herrumbre de las campanas,
que pululan con su vieja consigna de badajo trasnochado.

(Vos con el mismo espesor de la oscuridad, con ese trino
de máquina tragaperras, con el acordeón de aguas trasegadas
por pipas de inimaginable excitación.
Ante cada polución bañamos el horizonte de esperma:
a solas los ojos hundidos del sexo, el celofán furioso de los poros,
el viento siempre sonando las hojas de los lóbulos,
los pasadizos de la gota por el estilete desnudo del pálpito.)

Hoy vivimos otras secuelas del mismo rostro: es contundente
el ala de medianoche sobre las sienes;
nos limitamos a saltar sobre el peligro de las calles,
sin volver la vista a los paraísos perdidos de la infancia,
al ala donde cuelga la ventana del horizonte. Son días funestos:
en cada acera hay chimeneas de cuervos en busca de carroña,
lajas de saliva en las hélices de las luciérnagas,
pestañas postizas lamiendo el candil de la luna, las axilas derretidas
de los transeúntes, los lagos artificiales de la sonrisa.

¿Hacia qué bosque podemos dirigir nuestras plegarias y vigilias,
el escapulario del viaje de la brisa,
las respiraciones en vísperas de otro oleaje sin que el desvarío
nos pierda la brújula, y tropecemos con otro aullido nefasto?
Cada relámpago tiene sus propios memorándumes, —lo sé desde
que el calendario se volvió comestible, y la mesa empapó
las servilletas. (Imagino los juegos entre el pecho y el ombligo,
después de días extremos de grillos, después de ser culpable
de tardes grises, repentinamente acariciando la piedra colgada
de alambradas, tan funestas como un prisma venenoso…)

Barataria, 19.I.2012

miércoles, 25 de enero de 2012

CÁNTARO (COLLAGE)


En cada puzzle del tiro de gracias del barro, los juegos
violentos del acorde de la noche con los grifos de la gruta
del murciélago en la garganta, parpadeo de sombras sin ropa,
avanza la mecedora mordida de los párpados, la vena rota
del muerto en el bosque humano de la saliva.
Fotografía de Lázaro Aguirre





CÁNTARO (COLLAGE)




En el traspié quebramos la vasija de la sed e inventamos
formas sutiles de pájaros, aires que luego destruyen
a las gaviotas del poro erizado por la crispación de las sombras
pululando en las esquinas;
la conciencia ahonda los fragmentos del pecho, —en el miedo
a lo oscuro suenan las sonajas, aquí la escopeta del fuego
en la fragua, el brocal a gritos del día, fieros equilibristas de la sal
del destello sobre el poro de la hora quemada de los balcones,
mercados del adobe donde la sonrisa se vuelve hermética cerradura,
como manchas abatidas de hollín.

En cada puzzle del tiro de gracias del barro, los juegos
violentos del acorde de la noche con los grifos de la gruta
del murciélago en la garganta, parpadeo de sombras sin ropa,
avanza la mecedora mordida de los párpados, la vena rota
del muerto en el bosque humano de la saliva. (Jamás duermes.
Jamás duermo en la pocilga del barrio libre de armas y miedo,
desnudo, señalando el horizonte, si no es con el bastón escondido
del anhelo en tiempos, donde la democracia, es todavía
encaje marginal del musgo golpeado en el hierro de las verjas.

Dormimos entre homicidas y homicidios, su incandescencia desafía
nuestros zapatos, nuestros brazos puros,
muerde, incluso, la hora del seno y el orgasmo, —tus muslos ciegos
de desvarío, la lengua que grita en la tela de los poros.)

Nos abate el mercado de pulgas de las ideas,
cuando la palabra es un laberinto de veleidades, una rueca
de cieno que hay que seguir con la risa, casi con la unanimidad
vegetal de la sangre: entramos a un bosque de abanicos,
rapados de mesa y utensilios, de rodillas junto a las moscas
que posan en los platos, convirtiendose en parque del delirio.

Hay cántaros de adusta feligresía, vasijas, tiestos, enajenados
vidrios colgando de las ventanas,
huecos habitados por nefastos invernaderos,
púas flotantes de almohadas, pozos sin escaleras para socorrer
al prójimo de los sótanos profundos de la niebla. Nadie escapa
a los fósforos que diariamente expiran al trasluz de violados ecos;
lo sabemos cuando las estrellas caen en las laderas,
—se ha vuelto inefable tu respiro después de todo. Después de todo,
casi te palpo en la gota de rocío, en el sondeo invisible de mis pies,
en el silencio que de pronto es el único instrumento que nos sirve
para desnudarnos, para quitarnos esta modorra inclemente.
El tiempo se nos quiebra en el cántaro astillado de los destellos
que nosotros mismos invocamos a la hora de ascender a las poluciones.
¿Cuánto nos queda de mudez? ¿Cuánto tiempo para fotografiar
el sueño, sin convertirnos en ese siniestro juego de contarios?
Para saberlo hay que colgar del alero nuestra propia respiración.

Barataria, 17.I.2012

lunes, 23 de enero de 2012

LA PIEL SOBRE LA LLAMA


Hace años que todo el paisaje anida en la piel;
perdí las armaduras en la tempestad de la vigilia: llevo armarios
en las costillas, un día podré morir completamente calcinado,
pero quedan en la memoria esas cifras de frío que combatí...
Imagen tomada de Miswallpapers.net





LA PIEL SOBRE LA LLAMA




Al tiempo de la cosecha, la llama ardida de la piel en la sábana,
el tiesto de arcilla, en el jardín que linda con la garganta,
ventanas donde respira la roca del sobresalto, el prisma diluido
en el bosque metálico del relámpago.
(Delante del pozo blanco de las orquídeas, la hamaca del alambique
con los peces de la brasa,  como el poema
en el arte de la respiración del tren volante del eclipse,
—ay, los muslos al pie de la cordillera del deseo, en el puzzle azul
de la gruta con vastos trenes de flamas, rieles a la altura
de las sienes, armónica de musgo para el balcón del aliento,
el esperma seducido por las explosión de la destreza, la brecha
del bosque en la boca cruzando los sembradíos de las liebres.)

Hace años que todo el paisaje anida en la piel;
perdí las armaduras en la tempestad de la vigilia: llevo armarios
en las costillas, un día podré morir completamente calcinado,
pero quedan en la memoria esas cifras de frío que combatí
en la más adusta piedra,
en la ceniza sumergida, ahora, de los mimetismos.

Sobre la llama clavada en la piel, el fuego cernido, quemando
el arco iris, casi otro invierno atravesando el sueño,
el día completo jugando a lo despiadado, al horizonte con fondo
de espejos, rehaciendo la comida nombrada del relámpago.
Estoy, —y estamos, mejor dicho, concentrados hacia el interior
de la música, comemos lo magnánimo del azúcar,
no el páramo fatigado de las losas;
entramos allí, a la crispación de las palabras, a la ladera del aliento,
y recordamos el esplendor de los senderos,
la estación del invierno con sus nostalgias,
la isla cedida a la penetración del cuerpo, allí el viento implícito,
la piedra levantada, —el nosotros huracanado de pronto en el murmullo
que hace latir todo lo interminable: la ráfaga, el viento
de la escritura, la puerta que se abre, cuando el fuego crece.

Allí, derretido el nosotros, digámoslo. Sólo, entonces, la lividez
de la lava, la acumulación de hierbabuena,
aquel jardín intuido debajo de los poros, la respiración del estallido,
ligera ceniza en el cenicero de la ventana, la fantasía del agua
en la sonrisa que permanece benigna como un hilo de aurora
junto a la túnica de mar que cubre el nosotros.
Allí, el nosotros, digámoslo: frescos acordeones bebiendo
el huracán de la sed, el círculo del zumo de la audacia, los otros
nombres nacidos, incesantes, en el tambor agolpado del invierno.
Al final, otra llama se yergue en el estandarte del desfiladero,
otro alud convertido en cielo: el destino que también está hecho
de intempestivas ropas y de acumulados vértigos…

Barataria, 15.I.2012

sábado, 21 de enero de 2012

SUITE NOSTÁLGICA


...la cópula diluida en los claveles blancos del petate,
sobre la aliteración imantada, anáfora giratoria del alambique,
donde el paisaje se vuelve telón cíclico,
otro pan recién horneado de invierno, mundo cerrado en la suite
de nuestros sentidos, petrificado fósforo en los costados.
Fotografía de Lázaro Aguirre




SUITE NOSTÁLGICA




Toda la minuciosidad del alma la hemos recorrido.
Sí, somos los amantes que nos quisiéramos una tarde.
VICENTE ALEIXANDRE




La suite caliente en el mísero ojo del clavo que muerde
los calcañales en el desnivel trágico de los encajes.
Al lado de los sombreros, el borde púbico de la noche en las manos,
la lona del paraguas como una colilla gastada, en el pequeño
follaje donde el abismo es posible
las hamacas de las ramas del deseo desangrando solitarios
meteoros, mordiendo la prolongada tormenta de gotas
que sale de los poros, el paisaje emergiendo de la ráfaga de la saliva
al punto de encender los fósforos del arco iris,
todas las muecas del cielo a medianoche de la sangre invernal,
del fuego que robamos para encender los portales,
las dos sombras rebeldes del pecho, cargadas de riachuelos.

En el nido del follaje el planeta gira a fondo,
loco el juego de hormigas en la respiración, el juego diario del búho
que no escapa de la cueva, ni al pozo donde hay sed de espejos,
brazos, manos, hacia esos labios donde el incienso se convierte
en ventanas. En la punta solar de las olas,
se ve el puente invernal de los poros, las sienes del azúcar
cernidas en el nido, los aretes salvajes de la chimenea,
sobre la diadema del balcón que sostiene el horizonte, la leña
del fogón del trópico, la conciencia a fondo del reloj que gira
alrededor de nosotros con dosis de nicotina y ceniceros por doquier.

Cada quien, desde el fondo de su propio sonambulismo,
vuela colgado del bastón de los vapores que emergen, lámparas
casi agonizando de liebres,
begonias recién enceguecidas por el tarot de la cosecha prolongada
de objetos extraviados en el taburete de la semana convertida
en sábana, enormes alacenas al lado de mesa: cargamos el alimento
en nosotros, las veinticuatro horas del cordero en el pecho,
la construcción de la escalera hacia el sueño,
hacia la brisa inolvidable del musgo,
días de grandes sostenes líquidos, diurno estero en la danza
de la cama, nombres olvidados, —sólo las huellas de la constancia,
la velocidad prodigiosa del trasmallo, desafiando la tubería
de la vena, el cristal lácteo en las manos,
las especias hexagonales del olor, el agua pura, desnuda
mordiendo las libélulas, las horas de respiración sin encallar.

Al final, la cópula diluida en los claveles blancos del petate,
sobre la aliteración imantada, anáfora giratoria del alambique,
donde el paisaje se vuelve telón cíclico,
otro pan recién horneado de invierno, mundo cerrado en la suite
de nuestros sentidos, petrificado fósforo en los costados.

Barataria, 13.I.2012

jueves, 19 de enero de 2012

TIEMPO DE AFONÍAS


El devenir nos asedia con hambre obstinada, espectros
que muerden espíritu y razón, —la palabra tiene rostro de lana,
incertidumbres parecidas al infinito de la noche,
a la angustia del desamor que habita al mundo. Esta afonía,
es parte de los acantilados que nos avienta la noche...
Imagen tomada de Wikipedia





TIEMPO DE AFONÍAS




Es tiempo de navegar por zonas en declive, y no, precisamente,
en la lona horizontal de la planicie, impregnada de respiraciones
condensadas. Vemos el acontecer del aire, detenido
en la transpiración de moscardones, azores a la espera
del siguiente día para embriagarse de ceniza.
A ello sumamos la lava diaria de los cadáveres, soterrados
o en la intemperie, enajenados por tanta mano de hojarasca.
El follaje es siniestro a la luz de cada transeúnte: la intuición
se ha hecho necesaria para transpirar esta capilla ardiente
en que el aliento se ahoga ante un amanecer de niebla,
sin más lucidez que el viejo discurso del hollín.

(Con todo este contubernio, conspiraciones y transacciones,
no podemos, el uno al otro, encontrar nuestra propia habitación:
no sólo es la polilla que permea el ala, es que la tortura
nos viene de todas direcciones, arrasa con el alma,
penetra irremediablemente en el cuerpo,
tiene plenas facultades para sucumbir en nuestro territorio;
y así, con sobresaltos, debo pensar en la mansión de tu pubis;
sonreírle por otro lado al paisaje desbocado, lanzarme,
precipitarme en el desvarío de la esperma.)

No hay ciudad que escape a este flagelo. —Libramos la sombra
del pavimento y la encrucijada, muere el oído y el olfato.
El devenir nos asedia con hambre obstinada, espectros
que muerden espíritu y razón, —la palabra tiene rostro de lana,
incertidumbres parecidas al infinito de la noche,
a la angustia del desamor que habita al mundo. Esta afonía,
es parte de los acantilados que nos avienta la noche
con sus perfiles de locura.

(Un día quizá ya no sea necesario un incensario detrás de la puerta,
ni haya que invocar almas puras; la sed supone sonidos nuevos
que giren en el imaginario de la garganta,
en esa ternura desconocida de tu ombligo, mi talón de Aquiles
al tacto, videncia de otra ventana en la bifurcación del camino.
El aliento es extraño cuando te me vienes en marejadas,
Cuando somos azotados, ya no por la violencia ecuménica,
sino por el delirio de la ciencia del orgasmo.)

Jamás la democracia tuvo un precio tan alto: pagamos los centímetros
de libertad que tenemos, con ese abandono cotidiano del sótano
sombrío y el embudo de la noche en los ecos;
en cada penuria, la sombra del hastío, el patio roto de los sentidos,
el sueño a punto de parir nuevos objetos, nuevos exteriores
para este abismo, donde es costumbre purificar los esqueletos
o convertirlos en simples estadísticas para los anuarios…

Barataria, 11.I.2012

martes, 17 de enero de 2012

ANDRÉ CRUCHAGA - UMBRĂ MARGINALĂ: ANDREI LANGA; AL CATALÁN, PERE BESSÓ


Păstrez toată nostalgia în rădăcinele pinilor. – Noi,
cei care trecem prin punctele cardinale ale pietrelor, nefolosirea nișei,
natură moartă în eleșteul uimirii.
Imagen tomada de Miswallpapers.net



ANDRÉ CRUCHAGA - UMBRĂ MARGINALĂ: ANDREI LANGA; AL CATALÁN, PERE BESSÓ*




Umbră marginală




Fiecare umbră își depune eternitatea în templul lumânărilor.
Ceea ce descopăr în jurul aromei e geamantanul de călătorie
ce o murmură ceasornicele în măruntaie;
am obiceiul să-mi văd aviditatea în aer, în mijlocul ramei
de tămâie al brațelor noastre întinse.
Pe malul pârăului de salivă, amintirile seacă
memoria mea, - nu am scut să evit durerea, ci doar ora asta
de pungi pe sub ochi, acest timp ce ne înghite rana;
e ca și cum ai fi acoperit de putreziciune în adâncurile abisului,
e ca și cum ai scufundat în automatismele
proprii ale dezgustului, îndreptat în același loc al pleoapelor.

În jur umblă băuturi amare; coifuri și potcoave mușcă
din respirație, apoi ploaia vine cu chirpicii sentențioși,
minute întunecate prinse în cuiele din poartă,
jeratic ce face să sângereze răsuflarea, lecția oglinzii,
grădini risipite în bijuteriile atâtor promisiuni.
Există cârpituri în toată această vântoaică funebră ce supraviețiuește
respirației, din careva motiv funiginea se depune
pe zilele ce trec, deasemenea însă și pe cele neînfrunzite
-stau aici, nopțile și zilele,
în acea oglindă de singurătate care a înghițit țăndări de sărătură,
umbra marginală ce reface meridianele terestre, respirația
și poate că sufletul rănit în noapte, setea ce a pornit bătălii
în gâtlej, flacăra pajiștei mușcând din planta cățărătoare.

Eroismul în fața umbrei nu se termină: toată absența este o umbră
ce odihnește în adâncul sufletlui, picături de spermă
repetă povestea, galopul obișnuit al picuratului;
osul pieptului susține piatra atemporală a chipului,
pătrunde salamura hotarelor clarității, reverberează mormanele
nopții pline cu deșeurile morții.

Stau în fața terorii drumurilor, într-o parte arde luna
cu săptămâinile fără duminici, cu ceea ce abia permite
alfabetul, cu argintul viu acomodat în arca gândirii;
pe neașteptate, deasemenea geamurile se prefac în umbre, veacuri
de vid apărute pe chip. Am fost, o parte din adâncitura presimțită,
parte din cenușiul mansardei, - așa am levitat, în respirația cuvintelor,
în apele înflorite ale tristeții, în mania felinarelor ce ard peisajul.

Păstrez toată nostalgia în rădăcinele pinilor. – Noi,
cei care trecem prin punctele cardinale ale pietrelor, nefolosirea nișei,
natură moartă în eleșteul uimirii.

Traducción al rumano: Andrei Langa




OMBRA MARGINAL



Cada ombra posa la seua eternitat al temple dels ciris.
El que descobrisc al voltant de l'aroma, és la valisa de viatge
que els rellotges xiuxiuegen en l'ànima;
tinc el costum de veure les meues ànsies en l'éter, dins de la branca
d'encens dels nostres braços estesos.
A la voreta del rierol de la saliva, els records roseguen
la meua memòria, —no tinc cap escut per a evitar el dolor, sinó aquesta hora
d'ulleres als ulls, aquest temps que cuca la ferida;
és com haver enguantat de podridura en els arrels de l'abisme,
és com estar somorgollat en els automatismes
propis de la feixuguesa, cap al mateix lloc de les palpebres.

Al voltant niuen beuratges amargs: cascos i ferradures mosseguen
l'alé, en acabant el plovisqueig amb adobs sentenciosos,
foscos minuts als claus de la porta,
fogueres que fan sagnar l'esbufec, la lliçó de l'espill,
els difusos jardins en l'orfebreria de tantes promeses.
Hi ha mocadors en tota aquesta ventúria fúnebre que sobreviu
a la respiració, per alguna raó el sutze és present
en els dies que caduquen, però també en els dies encara no desfullats,
—resten ací, les nits i els dies,aquell espill de soledat que begué salmorra de resquills,
l'ombra marginal que recrea els meridians terrestres, l'alé
potser l'ànima ferida en la nit, la set que lliurà batalles
en la gola, la flama de la gespa mossegant les enfiladisses.

La gesta davant de l'ombra no caduca: tota absència és una ombra
que dorm al fons de l'ànima, eixams d'esperma
repeteixen la llegenda, el galop de sempre del goteig;
el brocal del pit sosté la pedra intemporal del rostre,
es fa permeable la sal de les fronteres de la claredat, reverberen les eixàrcies
de la nit amb les sobralles de la mort.

Reste enmig del terror dels camins, al costat crema la lluna
amb las setmanes sense diumenges, amb aqueix potser que permet
l'alfabet, amb l'argent viu acomodat als pensaments;
sobtosament, les finestres, també es tornen ombres, segles
de buit al rostre. He estat part d'aqueixa fondalada pressentida,
part del gris dels cellers, —levite així, en la respiració
de les paraules, en les aigües florides de la tristesa, en la mania
de les llànties que cremen el paisatge.

Guarde tota la nostàlgia als arrels dels pins. —Nosaltres,
els que travessem els punts cardinals de les pedres,
som ara el solitari frescor del paisatge, el desús de l'alcova,
la natura morta a l'estany de l'espavent.

Baratària, 02.I.2012
Traducción al catalán: Pere Bessó





SOMBRA MARGINAL




Cada sombra pone su eternidad en el templo de los cirios.
Lo que descubro alrededor del aroma, es la valija de viaje
que los relojes murmuran en el alma;
tengo la costumbre de ver mis ansias en el éter, dentro de la rama
de incienso de nuestros brazos extendidos.
En la ribera del riachuelo de la saliva, los recuerdos corroen
mi memoria, —no tengo escudo para evitar el dolor, sino esta hora
de ojeras en los ojos, este tiempo que engusana la herida;
es como haber enguantado de podredumbre en las raíces del abismo,
es como estar sumergido en los automatismos
propios de la pesadumbre, hacia el mismo sitio de los párpados.

Alrededor anidan brebajes amargos: cascos y herraduras muerden
el aliento, luego la llovizna con adobes sentenciosos,
oscuros minutos en los clavos de la puerta,
hogueras que hacen sangrar el resuello, la lección del espejo,
los difusos jardines en la orfebrería de tantas promesas.
Hay pañuelos en todo este ventarrón fúnebre que sobrevive
a la respiración, por alguna razón el hollín está presente
en los días que caducan, pero también en los días aun no deshojados,
—están aquí, las noches y los días,
aquel espejo de soledad que bebió salmuera de esquirlas,
la sombra marginal que recrea los meridianos terrestres, el aliento
acaso el alma herida en la noche, la sed que libró batallas
en la garganta, la llama del césped mordiendo las enredaderas.

La gesta ante la sombra no caduca: toda ausencia es una sombra
que duerme en el fondo del alma, enjambres de esperma
repiten la leyenda, el galope de siempre del goteo;
el brocal del pecho sostiene la piedra intemporal del rostro,
permea la sal de las fronteras de la claridad, reverberan las jarcias
de la noche con los desechos de la muerte.
Estoy en medio del terror de los caminos, al costado arde la luna
con las semanas sin domingos, con ese quizá que permite
el alfabeto, con el azogue acomodado en los pensamientos;
repentinamente, las ventanas, también se vuelven sombras, siglos
de vacíos en el rostro. He sido, parte de esa hondonada presentida,
parte del gris de los tabancos, —levito así, en la respiración
de las palabras, en las aguas florecidas de la tristeza, en la manía
de las lámparas que queman el paisaje.


Guardo toda la nostalgia en las raíces de los pinos. —Nosotros,
los que atravesamos los puntos cardinales de las piedras,
somos ahora, el íngrimo frescor del paisaje, el desuso de la alcoba,
la naturaleza muerta en el estanque del asombro.

lunes, 16 de enero de 2012

AQUEL RIACHUELO DE LLAVES


Debo pensar en las aguas unánimes de aquel riachuelo: pensar,
vaya, en una búsqueda donde no se piensa porque sus eslabones
son sutiles hilaturas en la conciencia.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





AQUEL RIACHUELO DE LLAVES




SÓCRATES.—Examina, pues, lo que yo sospecho.
PLATÓN: Diálogos [Cratilo o del lenguaje]




Debemos darle al deseo, las aguas necesarias para aclarar
los sueños. Las llaves son un martirio de perros insaciables:
allí las manos, el eco del musgo; adentro, el agobio que forjamos
cuando las mariposas sólo duermen en la noche,
y pululan de manera lúdica, la carta estacionaria
del ropero con esos anaqueles de párpados, que la polilla,
incansablemente, va forjando de dentro hacia fuera.
Durante las semanas me urjo de la cal de las paredes, doy paso
a una y otra página de lo fugaz, así me preparo sin excusas
para el futuro, para entender el asma de las hormigas,
y ciertos sacrificios que uno hace en aras del mercado.

En el rocío, existen símbolos que sólo advierte el lente macerado del cielo,
en cuyos paréntesis se sostiene la yegua blanca del viento;
bajo a las monedas alisadas de las llaves, tratando de conjuntar
los brazos sagaces del éter con la concavidad del hervor
de los marasmos, que el trasluz suscita en la ventana.
Debo pensar en las aguas unánimes de aquel riachuelo: pensar,
vaya, en una búsqueda donde no se piensa porque sus eslabones
son sutiles hilaturas en la conciencia.

En la fosa común de los gladiolos, las extensas fauces sin brida,
el paladar con la avidez de un equilibrista haciendo de las suyas,
dentro del sabor de las locomotoras, el gozne del caracol
en el fósforo avieso, del aserradero prolongado del ansia.
A veces hay que desvertebrar las alacenas, y exhalar el soplo
con un péndulo del tamaño de la línea ecuatorial de los durmientes;
a veces digo, porque hay sustancias inasibles,
vendidas al menudeo, entretejidas en el ojal de las alforjas,
en la artesanía con diadema de mecates, en la totalidad frenética
de la niebla cuando se desplaza en el ombligo.

Cada río tiene su propio telón de fondo. Lo sé desde que fui
portador de sus llaves, una especie de vigía transmigrado,
hacia el cromosoma íntimo de las sombras, —tejedor incansable
de bolsillos en un tiempo que han sido desplazados por eslabones
virtuales, casi anulando el alfabeto.

Un día la nostalgia tendrá su propia habitación y herramientas,
lo sé desde dentro de la inteligencia de la sed,
está escrito en los estatutos del bosque, en el espejo del grafito,
en la soberanía del pájaro triplicado a horizonte, en las aguas
mansas del verdadero orfebre, sin más viajeros que la luz
de la posta del destello en la utopía.
Sobre mis hombros se cierne el fuego: crepita el estribillo del agua,
sobre los durmientes de las piedras. Crepitan las burbujas del alma
sobre el cuaderno amanecido de las pupilas…

Barataria, 08.I.2012

viernes, 13 de enero de 2012

MANANTIAL TERRESTRE


Después de todo, la realidad es tan fiera como el falo del perro
apareado en las aceras, sin ningún estupor hasta que la puerta
de la ficción se abre al soluble paladar de la aurora.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





MANANTIAL TERRESTRE




Esto de no ser más que tiempo espanta.
CARLOS MURCIANO




Y en la propia destrucción de la piel, habitamos el manantial
terrestre de la vida como dos grandes fuegos abatidos
por el crepúsculo, la aurora en el declive de las estatuas.
En cada servilleta del desplome de los relámpagos, atisbo
los horcones de las trompetas, la floración del pájaro
en la edad del incendio, el párpado avizor de la demencia
de los espejos, —ataúdes con cicatrices en las baldosas donde
todos los días los transeúntes dejan un pedazo de sus poros.

Vivimos en este hueco de gastados intérpretes, entre el vaho
que arrojan las axilas, atrapado en la sobremesa del olfato;
las almohadas giran como panes disecados alrededor
de múltiples sobresaltos, duermo sobre la tumba de los bolsillos,
algunas veces desestimo la costumbre de caminar en el abismo,
de limpiar el espejo de los lobos con sollozos,
de lamer la jaula del nudo ciego de la boca,
de sentarme al trasluz del taburete de la noche que siempre finge
días con estrellas y me habla de bosques alentadores,
de umbrales donde se puede contener la respiración adusta.
(De hecho, cómo saber si en la noche no vendrán los cuervos
a cobrar su cuota de carroña, aun con cerrojo el sudario,
el matorral descorre su propia noche: tumbas de frío tengo
cada vez que busco respuestas en el absurdo.

¿Quién puede borrar el pozo del grito en la garganta, y llamar
y ser oído y salvarse del espejo de sangre que acecha?
Alrededor de mi las escaleras enloquecidas de los ojos…)
Hay días que necesito olvidar las largas noches de desvelos:
necesito olvidar mis equivocaciones, el papel y el lápiz
y adentrarme en el ombligo del paraguas, el fuego cegado
del azúcar, en el ojo sin dardo de las flechas.

Siempre es cruel la aguja sobre el dedal que sostienen las ventanas;
un día más, un día menos, la declaración de principios del jardín
que rodea los párpados en el vaivén del péndulo.
Encerrado en esta rueda de luciérnagas fugaces, la brújula
en la leche del nido, las postdata de los dientes, la sartén
apretada en el aceite, aquella mujer de mirada estacionaria,
tendida en el tapiz de la emboscada.

Después de todo, la realidad es tan fiera como el falo del perro
apareado en las aceras, sin ningún estupor hasta que la puerta
de la ficción se abre al soluble paladar de la aurora.
En el vértigo del manantial, alcanzamos la pizarra flotadora
del velamen, y las almas, —nuestras almas, alcanzan el libro
ilustrado del instinto, la hojarasca que sin duda sirve, entera,
de festín para cubrir nuestra herida…

Barataria, 06.I.2012

miércoles, 11 de enero de 2012

ESCAPARATE DE LA HEREJÍA


(Contra toda lógica, amo el silabario blanco de tus muslos,
la tibieza del santo rosario de los duraznos,
el almidón de los domingos sobre la silueta crucificada de la sábana,
y la sal hundida en las retinas del ciprés.)
Imagen tomada de Miswallpapers.net





ESCAPARATE DE LA HEREJÍA




En los jardines del surco, el arcoíris llega como una herejía.
Rotas las venas del ansia, el hueco húmedo de la garganta,
la ceniza de la risa estrujada en la neblina múltiple de lo yermo,
las palabras empañadas del crepúsculo.
(Contra toda lógica, amo el silabario blanco de tus muslos,
la tibieza del santo rosario de los duraznos,
el almidón de los domingos sobre la silueta crucificada de la sábana,
y la sal hundida en las retinas del ciprés.)

Me ahogo en el barro negro del retablo: la lluvia en las lianas
de las sombras, mi sed de agrios insomnios, la tormenta disecada
en los anillos del incienso.
A menudo emergen páramos de los escapularios, nada sostiene
la sombra del espejo, sino el grito mortecino de la sal.
Me he vuelto impermeable entre lo posible e imposible,
es fascinante escuchar el zumbido de los moscardones en pleno
mediodía, darle un sí a los dientes cuando los bolsillos están
vacíos, cuando el fuego despierta pulgadas de piel
en los estornudos del alma.

Llevo días, como las beatas, dando golpes de pecho en el hastío,
cada vez los relámpagos son más escasos, hay que preparar
bóvedas para guardar los días destrozados de la permeabilidad;
ante cada duda, los pies siempre resienten el sobresalto:
debemos reírnos de nosotros mismos sin importar lo que pase,
(el amor es la alquimia más hosca que conozco, el más absurdo
desvarío de la imaginación, la sombra más irrisoria del éxtasis.)

Es hora de desintegrar los esqueletos,
y devorar el porvenir de tanto espectro, quitarle el hambre
a la soledad, morderle la lengua a la eternidad, negar el infinito,
lanzando portaviones al acantilado de la garganta.
Los sueños son sólo invención de las palabras inoficiosas,
en peligro de extinción, por cierto; ¿hay razones para creer que la sed
crece de lo inefable, del furor que suponen las yerbas aromáticas?
¿De qué imaginarios habla el presente, pasado y futuro?
¿Mordemos el anzuelo de la Palabra Divina
cuando alrededor los muertos nos pisan los talones, cuando
el predicador hace acto de contrición por sus falacias, cuando
vos te volvés insostenible en el tiempo, por más Walt Disney
que veás en la televisión, por más azotes que nos de la violencia…?

Ay las ciencias del amor que gritan al oído de los sordos,
Ay, el espíritu sombrío que supone reír en el patio trasero del mundo,
en la penuria que nos da el insulto, frente al amor que dejó
de ser comestible debajo de mi sábana,
ahora desnaturalizado por el óxido que deviene del pensamiento.

Barataria, 04.I.2011

martes, 10 de enero de 2012

INTIMIDAD TERRESTRE


En mi labor diaria, hago el necesario inventario de las alacenas,
escribo sobre el olvido, paso revisión al búho, bebo en el vaso
blanco de la ventana que me sirve de compañía cada mañana.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





INTIMIDAD TERRESTRE




De noche en noche más alto parecía
en la memoria ardiente el árbol de los sueños,
ALFONSO COSTAFREDA




Adentro, en la sangre, las siete libélulas del aliento. El lecho,
de pronto, como un balcón de aguas claras.
Ebrio de harapos camino por calles insólitas, río de sueños
que baja al petate de los abanicos salados del sudor;
la piel dura del crepúsculo enajenó las cucharas del hambre,
el pecho, —el pecho hasta morder los dientes del agua.

Abierto a los pájaros rojos del sueño, me aferro como un vigía
al plato verde de tus genitales,
a los peces azules que visten las estanterías del aliento.
Cuando me salen al paso los pájaros de la nostalgia,
tiro al vacío mis trapos viejos, para alzarme al alimento del cielo;
he acumulado sobre la piedra infinita del día,
el murmullo del anhelo en la garganta, la dureza furtiva
de la incertidumbre, el cáliz que en las manos se ahonda.

Ante el grand tour del mundo, preservo la profundidad
de mi interior, procurando salvar alma y bienes: mis libros,
el trompo, la piscucha, el sombrero, el desván donde respiro palabras,
la sed que me das cuando suenan las trompetas del jadeo.

Ante el albedrío, mis ojos sobre el musgo,
la flecha vertical reptando en el silencio de bisagras;
desnudo la flor de oscuridad de este delirio que hace de los poros,
flechas de manteles nocturnos, cuando el rostro petrifica
los imposibles, y el espejo un laberinto de misterios.
Toda altura siempre provoca vértigos: desde el sueño la sombra
de las contradicciones, el fuego que transforma la palpitación
invisible, la sangre vertida en tantos nombres;
en la tormenta inefable de las luciérnagas, mojo los anillos
de mis deseos, la carne despiadada que se vuelve nostalgia,
la ventana hacia el fuego del relámpago.

En mi labor diaria, hago el necesario inventario de las alacenas,
escribo sobre el olvido, paso revisión al búho, bebo en el vaso
blanco de la ventana que me sirve de compañía cada mañana.
Después de expandir la respiración en cada mirada,
vuelvo a los temores diarios, a la escalera del reloj, donde el estío
abre sus senderos, convulso como un vendaval en el vaso de agua.

(—La luz abre las ramas del paisaje: el amor siempre es ciego
afán de lejanías, como esa claridad que atisba el vuelo, pero nunca
llega a converger plenamente en la mirada.
Nunca cultivó la vocación del reposo, mucho menos le da liquidez
a lo vivido: a mi lado, sólo es la maleta de viaje del trino,
gota de los sueños en el yagual del zodíaco,
acaso una isla donde no llegan las mensajerías del sosiego…)

Barataria, 03.I.2012

lunes, 9 de enero de 2012

OUTRO MANUSCRITO COM GAIVOTAS*


(-no sutiã dos teus labios contive todas as minhas ansias, o labor
de plantar árvores e pássaros, trabalhar nas ramas do peito;
durante longas noites, notei a escuridão derradeira do calendário,
a farinha dos latidos sem ganhar a luz...)
Imagen tomada de Wikipedia





OUTRO MANUSCRITO COM GAIVOTAS*





em direcção ao fundo berço do ritmo tu me chamas
trazendo-me a concha da profundidade.
CARLOS EDMUNDO DE ORY





Sempre o soube depois de tantas noites de mar, de constalações
e jardins: uma pessoa se perde no azougue salgado das asas,
acreditei nas noites diferentes, sucessivas do pião rodando
em círculos simétricos, na luz levantada desde os olhos, mas foi
enganador o voo, quando acariciava o interior das recordações
sentado no cais do sonho e a esperança: tudo é realidade
em crise, a luz ao derramar-se sobre as têmporas, torturam esses dias
incertos, há um destino que nos gasta desnecessariamente,
os olhos do sal no rodete da espuma,
o beijo rouco do soluço,
o ódio que brota de tanta monotonia no espelho.

Passei anos maravilhado caminhando no litoral do fogo diurno,
pensei na chamada "Primavera Árabe" perpétua e guardei silêncio:
sim, nas pálpebras pode ler-se aquele poema escrito à noite,
a própria aldraba fechada dos latidos,
ao vilão pendurado nas sombras do vento, em ritmo crepuscular
se quisermos, terra na agonia do olho. Durante dias li
o mesmo poema do mar: o labor das gaivotas em uníssono,
toda a alucinação que me produz o palpite:
(-no sutiã dos teus labios contive todas as minhas ansias, o labor
de plantar árvores e pássaros, trabalhar nas ramas do peito;
durante longas noites, notei a escuridão derradeira do calendário,
a farinha dos latidos sem ganhar a luz...)

Cada vez o tempo faz estragos nos féretros, em cada asa
ou espiga que ganhamos ou perdemos, nesse ritmo arqueado do arco-íris,
no silêncio que sucede aos contrafortes.

Tanto pode a noite que nos tornou matéria escura; tanto pode
a névoa que jamais nossos olhos dissiparam no fornilho:
confundimos os grises da neblina com o fumo do tabaco,
entre poema e luz, a agonia,
estes braços encalhados na ferida, a pétala descendo
à precariedade das coisas: depois um século sem purificar a tramontana,
o seio derretido ou apagado, o relógio surdo que bebemos
na encruzilhada dos caminhos, dias ofegantes de folhagem, deixados
ao palpite subterrâneo do augúrio. Altas badaladas de estio
povoando o pó e a cruz, são o convento para as nossas chagas;
na lágrima dos peixes, há um esvoaçar de tormentas,
negros vitrais como uma lista de espera nos diques,
anéis de uivos, gotas de silenciosas fossas,
caminhos que pertencem aos alquimistas mas não a nós:
filhos da pedra e de torpes gargantas.

Noites moribundas do primeiro estalo da terra.
Agora tenho sono. As redes da noite são um destino, acaso
o meu, depois daquele destino de beijos.


André Cruchaga- El Salvador
Barataria, 20.XII.2011
Traduçao ao português: Tania Alegria






OTRO MANUSCRITO CON GAVIOTAS




hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas
trayéndome la concha de la profundidad.
CARLOS EDMUNDO DE ORY




Siempre lo supe después de tantas noches de mar, de constelaciones
y jardines: uno se pierde en el azogue salado de las alas,
creí en las noches diferentes, sucesivas del trompo rodando
en círculos simétricos, en la luz levantada desde los ojos, pero fue
engañoso el vuelo, cuando acariciaba el interior de los recuerdos
sentado en el muelle del sueño y la esperanza: todo es realidad
en crisis, la luz al derramarse sobre las sienes, torturan estos días
inciertos, hay un destino que nos gasta innecesariamente,
los ojos de la sal en el yagual de la espuma,
el beso ronco del sollozo,
el odio que brota de tanta monotonía en el espejo.

Pasé años maravillado caminando en el litoral del fuego diurno,
pensé en la llamada “Primavera árabe” perpetua y guardé silencio:
sí, en los párpados puede leerse aquel poema escrito a la noche,
la propia aldaba cerrada de los latidos,
al vilano colgando de las sombras del viento, a ritmo crepuscular
si se quiere, tierra en la agonía del ojo. Durante días he leído
el mismo poema del mar: la labor de las gaviotas al unísono,
toda la alucinación que me produce el pálpito:
(―en el sostén de tus labios contuve todas mis ansias, la labor
de plantar árboles y pájaros, trabajar en las ramas del pecho;
durante largas noches, advertí la oscuridad postrera del calendario,
la harina de los latidos sin ganar la luz…)

Cada vez el tiempo hace estragos en los féretros, en cada ala
o espiga que ganamos o perdimos, en ese ritmo arqueado del arcoíris,
en el silencio que le sucede a las estribaciones.

Tanto puede la noche que nos volvió materia oscura; tanto puede
la niebla que jamás nuestros ojos se aclararon en la hornilla:
confundimos los grises de la neblina con el humo del tabanco,
entre poema y luz, la agonía,
estos brazos encallados en la herida, el pétalo descendiendo
a la precariedad de las cosas: después un siglo sin purificar el cierzo,
el seno derretido o apagado, el reloj sordo que bebimos
en el cruce de los caminos, días jadeantes de follaje, dejados
al pálpito subterráneo del augurio. Altas campanadas de estío
poblando el polvo y la cruz, son el convento para nuestras llagas;
en la lágrima de los peces, hay un aleteo de tormentas,
negros vitrales como una lista de espera en los embarcaderos,
anillos de aullidos, gotas de silenciosas fosas,
caminos que pertenecen a los alquimistas pero no a nosotros:
hijos de la piedra y de torpes gargantas.

Noches moribundas del primer estallido de la tierra.
Ahora tengo sueño. Las redes de la noche son un destino, acaso
el mío, después de aquel destino de besos…

André Cruchaga- El Salvador

Barataria, 29.XII.2011





UN ALTRE MANUSCRIT AMB GAVINES




hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas
trayéndome la concha de la profundidad.
CARLOS EDMUNDO DE ORY



Sempre ho vaig saber després de tantes nits de mar, de constel•lacions
i jardins: u es perd en l’argent viu salat de las ales,
creguí en les nits diferents, successives de la baldufa rodant
en cercles simètrics, en la llum alçada des dels ulls, però fou
enganyós el vol, quan acariciava l’interior dels records
assegut al moll del somni i l’esperança: tot és realitat
en crisi, la llum en vessar-se damunt de les temples, torturen aquests dies
incerts, hi ha un destí que ens gasta innecessàriament,
els ulls de la sal en la rodella de l’escuma,
el bes rauc del sanglot,
l’odi que brota de tanta monotonia en l’espill.

Passí anys meravellat caminant en el litoral del foc diürn,
pensí en l’anomenada “Primavera àrab” perpètua i guardí silenci:
sí, en les palpebres pot llegir-se aquell poema escrit a la nit,
la mateixa balda tancada dels batecs,
al vil•là penjant de les ombres del vent, a ritme crepuscular
si es vol, terra en l’agonia de l’ull. Durant dies he llegit
el mateix poema del mar: la labor de les gavines a l’uníson,
tota l’al•lucinació que em produeix el batec:
(―en el sosteniment dels teus llavis continguí totes les meues ànsies, la labor
de plantar arbres i ocells, treballar en les branques del pit;
durant llargues nits, advertí la foscor darrera del calendari,
la farina dels batecs sense guanyar la llum…)

Cada volta el temps fa més estralls als fèretres, en cada ala
o espiga que guanyàrem o perdérem, en aqueix ritme arquejat de l’arc del cel,
en el silenci que li succeeix als estreps.

Tant pot la nit que ens tornà matèria fosca; tant pot
la boira que mai no s’aclariren els nostres ulls al fogó:
confonguérem els grisos de la boirina amb el fum del celler,
entre poema i llum, l’agonia,
aquests braços encallats en la ferida, el pètal davallant
a la precarietat de les coses: després un segle sense purificar el cerç,
la sina fosa o extingida, el rellotge sord que beguérem
en la cruïlla dels camins, dies panteixants de fullatge, deixats
al batec subterrani de l’auguri. Altes campanades d’estiu
poblant la pols i la creu, són el convent per a les nostres plagues;
en la llàgrima dels peixos, hi ha un aleteig de tempestes,
negres vitralls com una llista d’espera als embarcadors,
anells d’udols, gotes de fosses silencioses,
camins que pertanyen als alquimistes però no a nosaltres:
fills de la pedra i de goles feixugues.

Nits moribundes del primer esclafit de la terra.
Ara tinc son. Les xarxes de la nit són un destí, potser
el meu, després d’aquell destí de besos…


Baratària, 29.XII.2011
Traducción al catalán: Pere Bessó

______________________

*POESIA BILÍNGÜE PORTUGUÊS ESPANHOL-Poemas em língua espanhola traduzidos ao português pela escritora, poeta e tradutora Tania Alegria e outros tradutores e poemas em língua portuguesa traduzidos ao espanhol por diversos tradutores. Edição: Ana Muela Sopeña.

sábado, 7 de enero de 2012

VIGILIA INCORREGIBLE


Bajo a la bruma despedazada de los espejos,
y allí, en trance de pañuelos, la luz súbita de la metamorfosis,
de nuevo el disparo a quemarropa de los párpados,
la punta del relámpago del frío,
el cráneo en exceso de tortura, el vendaval del ansia en la sal,
la cobija que me envuelve en sombra de peces ciegos,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net





VIGILIA INCORREGIBLE




Cuando llega la hora, la piedra sobre los sentidos. La sombra oscura
sobre el ombligo, la concavidad honda de los adioses.
Basta un poco de dolor, para que desaparezca la pureza entre
las manos, para que el destello se convierta en vigilia.
Hay formas que pudren los caminos, lugares incansables
donde zumba el tiempo su polea de lenguas descarnadas, vastos
navíos de moho sobre el cuerno desprendido de las cavilaciones.
Tal vez es la eternidad la que desprende sus formas,
el cuerpo que sangra en los disparos del sueño,
o el vacío que desintegra los contornos de las manos, la tortura
del ojo cuando zumban las páginas amarillas de los espectros.

Uno no sabe, de pronto, que también torturan las campanas,
la caza de recuerdos en la profundidad de las azoteas,
lo insólito que parecen los ojos caminando en las calles de la nostalgia,
en la impureza de la sinrazón de lo inefable.
Todo es de pronto, realidad de automatismos cuyas paredes
revientan en escepticismos, espejos de lluvia sospechosa,
moscas desbocadas en la lluvia torturada de los ojos;
y es, en este trance de insectos y hojarasca, que cada imagen
precipita los tejados, las sienes fatigadas, posesas de sombras.

Bajo a la bruma despedazada de los espejos,
y allí, en trance de pañuelos, la luz súbita de la metamorfosis,
de nuevo el disparo a quemarropa de los párpados,
la punta del relámpago del frío,
el cráneo en exceso de tortura, el vendaval del ansia en la sal,
la cobija que me envuelve en sombra de peces ciegos,
el alma disparada a la fosa de las catacumbas, con terror creciente.
Sobre los hombros, los chiriviscos sangrantes del ansia,
haciéndose nudo infinito hacia lo desconocido, enroscando espigas
malolientes, destruyendo sin auxilio las certezas,
hasta ser traje vacío del arbitrio, destino de gusanos.

Cae el techo al ras del suelo: hasta entonces comprendo los peligros
del fuego, las agujas visitantes en el élitro, la explosión del día
con sus pernos, la mirada que perdió los encajes bordados
de las bragas al momento de subir al ascensor del viento.
Sobre la angustia que proclama la vastedad de la vigilia, el zumo
de la tempestad con sus caballos rendidos,
la ráfaga del amor como un pabilo de brisa descreída, esta desnudez
en medio del matorral de la penumbra.
Cuando cae el alma en la emboscada de los espejos, queda la piel,
queda el barandal de los ojos a merced del tiempo,
sin arneses que sostengan el espíritu…

Barataria, 01.I.2012

jueves, 5 de enero de 2012

AZAR DE OJOS


Hacia el tatuaje líquido de la espuma, la escritura de los témpanos,
el paisaje de la profundidad hecho trizas, el ojo a distancia
del guante del reloj hundido en la arena;
en cada espasmo, la noche en la garganta de los nichos,
la cara de los viejos amores cincelada en las baldosas del hambre.
Fotografía de Davis Count





AZAR DE OJOS




Cada desierto es un pájaro muerto en los ojos. El naipe del pulso
sorbe los guijarros: días destejidos en las sombras, alambiques
negros queman los labios, hígados mordidos por el apetito
de las farmacias, el único pájaro sobreviviente soy yo en medio
de la jungla; a la avidez la sostengo con gritos, sobre el fuego,
la acuarela de los poros. Sobre el témpano de la sangre, el hastío
de las sílabas, las palabras rotas de las ventanas.

Desde los tiempos del azar, la mirada colgando de la esquina
del pétalo, el espejo sin transparencia en el péndulo del arcoíris,
el hipnotismo de los desolores en el semblante;
cada día que pasa me muerde el calabozo de los sonidos:
ir y venir en los suspiros del cielo,
morder la hipotenusa del miedo, pensar en las desigualdades
de las piedras, laminar la intimidad con saliva de lluvia.
Hacia el tatuaje líquido de la espuma, la escritura de los témpanos,
el paisaje de la profundidad hecho trizas, el ojo a distancia
del guante del reloj hundido en la arena;
en cada espasmo, la noche en la garganta de los nichos,
la cara de los viejos amores cincelada en las baldosas del hambre.
—Nadie nos salva después de tanto intento por sobrevivir;
parece que llegamos sin previo aviso, a la fiesta de la noche,
al fuego cruzado de la soledad y lo sombrío,
a la boca donde el instinto muerde la niebla de los ojos con punzante
escalofrío, a la ganzúa del imán del planisferio nuestro.

Al final, terminamos siendo mal augurio de los sellos postales,
—vos lo sabés desde el principio de los tiempos:
desde el magnetismo de la embriaguez de los párpados,
desde la sombra del candil de la llama;
para sobrevivir, ha sido necesario descender a los lavabos
todos los días, platicar con navegantes degollados, convertir en garra
la palma de las manos, torcerle el cuello al cisnes del entrecejo,
caminar junto al ritmo del gato montés,
ilusionarnos cada día con la tormenta del desencanto, con el deseo
quemante de las cuarentenas.

A menudo el azar sólo es un mecanismo de las horas, que aparece
en la punta de los zapatos, mordiendo los calcetines;
nos vemos en la lagartija de la hojarasca, en la chamiza sepia
de la almohada, en la niñez perdida de los faroles de las canículas,
quizá en el trozo de nicotina que fermenta la sed.
Quizá siempre fuimos, sin saberlo, parte de los vertederos,
parte de este desmedido azar de la boca,
parte de la fuga, de ese cansancio atroz de las palabras.
Quizá nunca experimentemos el camino nuevo, pero la suerte
está echada, como la cuenta aparentemente clara en lo oscuro.

Barataria, 31.XII.2011

miércoles, 4 de enero de 2012

MANUBRIO DE CLAVELES


Confío en el cuaderno del verano, en el entrepaño del azúcar,
en las terminales aéreas del soplo divino, en la intemperie
de los reyes magos, culpables del absurdo de la noche en el páramo.
Cuando la mirada reposa en la repisa de los pájaros,
urdo en el espejo colgado de las escaleras, abro el deseo de la mueca,...
Fotografía de Davis Count





MANUBRIO DE CLAVELES




Del manubrio colgado en la calle oscura del trajín, laten los guantes
de tela del cielo, la ensalada amarilla de la breña, el faro de leche
del primer estertor vivido en el alero del grito de los relojes,
el relieve del pan hace relucir mi estupidez, el mantel del suspiro
sobre la mesa donde la erección del despojo es mayor que en la butaca
de la hoja de las begonias, manubrios de frío al amanecer,
jugando al clavel de la vía pública,
el manubrio de claveles sirve de fondo para el reloj sin cuerda
de la recompensa del despertar inútil entre rigurosas cabezas rapadas,
fauces a fin de cuentas del frío secular de los escapularios.

Nos movemos entre lenguas de toallas oxidadas,
entre la arcilla de los dientes de un blues,
libélulas de tempestad dentro del semen del único amor que me dio
tristeza y puso monedas falsas en el pecho;
en el tarro disuelto del inodoro vomito las últimas puertas del vértigo,
el pájaro caracol de mi aullido, el jardín que puso de columbón
mis pupilas, y cambio la dirección del manubrio de los murciélagos.
Tontos días perdidos en la sal de la vitrina del anaquel
esparcido del carbón, del costo que tiene el júbilo en los cuatro
puntos cardinales de la saliva; por ello, aguardo en el sostén
de los pinos, desciendo a los bolsillos de los naipes,
muerdo la cascabel de las palabras, trepo a los muros de la noche,
sin dejar marcadas las perillas del sudor,
las huellas de la llave en la cerradura muerta del tiempo.

Confío en el cuaderno del verano, en el entrepaño del azúcar,
en las terminales aéreas del soplo divino, en la intemperie
de los reyes magos, culpables del absurdo de la noche en el páramo.
Cuando la mirada reposa en la repisa de los pájaros,
urdo en el espejo colgado de las escaleras, abro el deseo de la mueca,
espanto las moscas de la mesa, del mantel, de la cara,
del cuarto oprimido del paisaje;
bajo la piedra de moler avanza el viento subterráneo del nixtamal,
el juego imbécil de la boca, sobre la otra boca ávida de caballos,
tuerzo la llama punzante de la leña al punto de marcar la piel,
veo los taburetes que transcurren quemados por la hoguera,
ardidos de tanto ser, negros techos en el lago de los ojos.

Dejo de caminar para balancear el misterio,
río sobre el arado de la tempestad, el reloj es un arma de abanicos,
desconoce el filo de la niebla, las manchas de semen en los ijares,
el misterio de los puentes colgantes del deseo,
la calle angosta del granito, el sollozo en la primera hoja del invierno.
Ahora debo pensar en el terraplén de los hemisferios, ―sueño
en el ala del aire, el red de los ojos picoteando el paraíso,
en el sonrojo de los claveles que danzan su danza macabra,
helados fondos en las cuerdas de mi garganta…

Barataria, 30.XII.2011

martes, 3 de enero de 2012

RELÁMPAGO DEL IMÁN


Por cierto que del imán cuelga también la llama del desorden,
los nombres rotos del sillón de la soledad, la sangre desmenuzada
de los lamentos en la feligresía de las uñas del anhelo;
luego las lámparas primarias del sexo, con su trinidad mercenaria,
este corazón en fuga de trenes y ventanas,
el párpado desnudado en los muslos, los tristes estados de la materia...
Fotografía de André Cruchaga





RELÁMPAGO DEL IMÁN




La palabra es el único pájaro
que puede ser igual a su ausencia.
ROBERTO JUARROZ




Para sostener los relámpagos, es indispensable domesticarlos
en la almohada de las sombras; a más sombras, el alma termina
envenenada, la ceniza hija de los huesos, espectros caníbal
del reptil que soy, en los labios disidentes de las abejas,
bocas crecidas de la ciudad vertiginosa.

Hay candiles de espectros calcinantes, candelas de sedentarios
ríos, puertas cerradas como los perros devorados por el frío,
extraños alfileres mordiendo el silencio, el pájaro de rodillas
en el nido, caballos estériles en la garganta,
al punto de dormitar en la cobija del cansancio, ―ay, aquel beso
temblando en la viscosidad de los encajes, la memoria destrozada
por el olvido, junto a la cuchara estéril de los guantes.
Cada día tiene sus propios miedos:
al oído el estrépito de las emanaciones, la leche de los senos
a dos manos, la luciérnaga en la raíz del pubis,
paredes donde crece la yedra de los labios, el sedimento de las vértebras,
en el dedo de la pena mordiendo las aguas negras del ángel
repentino del espejo, de la ola en desorden del colibrí.

Por cierto que del imán cuelga también la llama del desorden,
los nombres rotos del sillón de la soledad, la sangre desmenuzada
de los lamentos en la feligresía de las uñas del anhelo;
luego las lámparas primarias del sexo, con su trinidad mercenaria,
este corazón en fuga de trenes y ventanas,
el párpado desnudado en los muslos, los tristes estados de la materia
en el suelo, pegado al ojo pervertido de la muerte.

A diario, en la vigilia, soplan los vientos de la muerte,
tiemblan las retinas en la noche endurecida, ―tantos minutos
de crimen como espectros de rodillas, huesos calcinados
en el labio, increíbles larvas en la respiración del sueño;
algún día dejaré de descender a los infiernos, reiré de la noche
degollada de la podredumbre, saldré del galope del ruido
como un rostro fuera del manicomio de las palabras.
¿Veré, después de todo, relámpagos diferentes al chasquido de errajes,
labios como litorales de escalofrío,
vocales enfurecidas en mi lengua, tiernas de cogollos?
―Uno nunca lo sabe. Son terribles las veredas cuando devoran
los dientes, cuando la obscenidad no tiene el poder del cierzo,
ni el apacible olor de las hortalizas.

Uno siempre está a merced de caminos inciertos: antes fuimos
vientos proporcionales al magnetismo del ansia, flor de los ojos
del tiempo más gratificante; ahora es como una tortura andar
a cuestas los líquidos oscuros del cuerpo, el rencor convertido en ira,
la visión de un viento casi maldito…

Barataria, 29.XII.2011

lunes, 2 de enero de 2012

FOSA DE LA VENTANA


Desde aquí vemos pasar la canela de los deseos,
bajo la misma mirada de los días que jamás claudicaban, y que ahora,
son fuga en el rascacielos de los poros,
en el césped donde se hornea la hoguera, el lamido inolvidable
de los puntos cardinales, la casa con brazos de fondo,...
Fotografía de André Cruchaga




FOSA DE LA VENTANA




Y el fiel de la balanza desorbita
la celebrada forma de su vida.
CARLOS ILLESCAS




Esta fosa de la ventana me transporta hacia lugares insólitos,
cada árbol es distinto en los labios, charcos de pétalos en las manos,
hormigas apurando su propio espanto,
como máscaras de relucientes girasoles. Frente al paisaje
la luz gira alrededor de los pilares de las pupilas, ―gira, digo,
como una boca precipitada, en el fondo dividido de las aguas.

(Todo es así de simple cuando llevamos los dedos hundidos
en el pozo de la certidumbre, cuando nos sorprende el estupor
de los cabellos convertidos en ceniza.
Cada quien va cabalgando con sus propias noches,
en las raíces seguramente del grito, en el gastado sueño de tanta herida;
seguramente nos deslizamos desgastados por tanto amor,
sobre lo que la memoria nos permite andamos cielo abajo muriendo
entre paredes oscuras, entre devorados ojos, agrios esfínteres
en las calles por donde caminamos cada día,
sin más alforja u odre que los propios ensimismamientos.)

Miramos fascinados, sin embargo, todo el terror de las semanas;
antes hubo una actitud diferente ante el pantano incendiado
de las axilas; cavamos tierra, le dimos al patíbulo su propia
máscara, ―nos desvanecemos al lado de los sueños, se hinchan
las encías y los labios, la resina del eucaliptus en la foja del cuaderno,
la bestia de las pestañas muerta a mansalva;
luego desemboco en el azúcar desnuda de tus pezones,
cada vegetal de las palabras toca tus poros, el ojo pervierte
la vigilia, la desnudez endurecida de los aluviones.

Ante cada parpadeo, la sombra inexplorada de los relámpagos,
las aves de corral disueltas por el ruido, ―el miedo es un destino
que produce frío, igual que aquel cielo rojizo de la primera vez,
igual entonces al delirio del escondrijo.
Desde aquí vemos pasar la canela de los deseos,
bajo la misma mirada de los días que jamás claudicaban, y que ahora,
son fuga en el rascacielos de los poros,
en el césped donde se hornea la hoguera, el lamido inolvidable
de los puntos cardinales, la casa con brazos de fondo, esperando
la temperatura de la tierra. Casi a diario nos salvamos
del naufragio, entre espejos y aguas, aquí el deshielo del zodíaco,
el camino suelto del viento, el tafetán de la saliva,
la gracia calcinada de la paciencia, la complicidad absorbente
de la carcoma. Estamos rodeados, pues, de sombras innecesarias
que cubren nuestro lecho: nos salvamos del oleaje, pero persiste
la tormenta con sus manos de penuria.

Nos salvamos de la mueca del pudor, para extraviarnos en la lascivia
de las aguas termales hasta caer en la fosa del delirio.

Barataria, 28.XII.2011

domingo, 1 de enero de 2012

MEMORIA CLANDESTINA


Bajamos al inframundo de los deshielos; solos anduvimos
en esta prisión de poros y ojos,
con el único traje que usan los reptiles,
sombras ocultas en el vaso de nuestros ojos, escondidos
en la fuente del árbol del sonambulismo, en la sangre bebida del aire
junto al muro devorado del cuerpo, transformado en memoria.
Fotograf{ia de André Cruchaga




MEMORIA CLANDESTINA




Desde la sombra inmóvil, la almohada
brinda a los dos, sumo acorde humano.
JORGE GUILLÉN




Es la lengua la que llagada quema los párpados, sombra
del alquitrán en el hierro forjado de los relámpagos, ríos ocultos,
subterráneos después de morder la garganta en el abismo
de unas manos ocultas. Digo que amo el césped anegado de lengua,
sobre la sábana el barniz quemado del vacío,
adentro, el veneno de las bóvedas, el cuentagotas de la polea
del cielo, el techo con sombreros hasta avanzar el minuto
respiratorio, el nudo de los pies sostenido en los puntos suspensivos,
los semáforos al término del orgasmo,
el vino perpendicular sobre el césped, a punto de repetir
la velocidad del infinito, el gusto y el disgusto del vaivén, la corrida
a media asta de los brazos, aquí en la boca el sexo, tu sexo,
sintiendo la tortura de la profundidad,
la condición sin agotamiento de la existencia, elegimos cualquier
butaca para sostener el sombrero del ansia, las paredes de la casa
reforzadas con suspiros, la audacia de esta embriaguez plena.

Siempre el incendio nos llegó hasta el cuello, oculto el semen
y la fosforescía, el vértigo de la sombra, el ruido de la hoguera:
entre silencios y delincuencia,
ocultamos los instrumentos de la fogata, la religión,
el delirio, la angustia. Decimos, sin embargo, abrir las puertas
del hambre hasta consumir todos los afrodisíacos,
los ojos del circo,
el terror de los perros callejeros, la crueldad de cuanto nos rodea,
nos poblamos de sueños y vértigo, a veces de cinismo,
el lobo en la imaginación del deseo, el desenfreno hasta la pulmonía,
la risa al borde de la locura, el vómito en la lascivia,
en lamer el racimo de dedos en la marea más alta de la noche.

Bajamos al inframundo de los deshielos; solos anduvimos
en esta prisión de poros y ojos,
con el único traje que usan los reptiles,
sombras ocultas en el vaso de nuestros ojos, escondidos
en la fuente del árbol del sonambulismo, en la sangre bebida del aire
junto al muro devorado del cuerpo, transformado en memoria.

Ahora desmenuzo el arco iris que cambió nuestras miradas,
la desnudez del ave gris de los dedos,
la velocidad con que la flor crece y muere, el tatuaje a caudales
del grifo, la resina en la playa del espejo, la carne tuya salpicando
mi alfabeto, negros párpados en la úlcera de las manos,
―Vives en el musgo de mi cuaderno, condenado al ocultamiento,
a cierto silencio de piedra, a caminos fermentados en acuarios;
vives plantada en mis uñas, ángeles ocultos en su propia tortura.

Barataria, 28.XII.2011