sábado, 15 de octubre de 2011

AL FONDO DEL CAMINO


Al fondo del camino, las mismas aguas nocturnas; los pies sin traje
de la tristeza, las dulces estribaciones de los alígero,
el azul rutilante del escapulario enredado en las manos…
Fotografía de Alfonso Aguirre




AL FONDO DEL CAMINO




Ahora, como se dice al toro a la hora
de matar, ahora,
cuando el día se ha paseado señalando otra vez
la frente de mi camino,…
PUREZA CANELO




A cambio del estío, tengo caminos definitivos de alas;
en el asombro crecen las palabras, emoción donde el paladar
se torna luz, el tiempo en los ojos que mide las espigas.
Hacia el cuerpo, las aguas del sol,
el destino con la velocidad del viento, suerte de andamio
de la escritura en el poema, la niebla en conjunto a velocidad
de trenes inefables, altar donde a diario se precipita la proeza,
los brazos del agua en la locomoción de las libélulas.
Nudo de abismo el hilo de las palabras
vivir a fondo abriendo la puerta de los caminos: la jarra
de la claridad en el barco del reloj, el ahogo en la travesía
de las esquinas, acumuladas manos en la noche imposible.

Cada niebla acontece en los cedazos del cuerpo,
nuestros caminos dibujados en el granito de la alborada,
manos al soplo del paisaje,
tendidas como un trino en el tejado del crepúsculo, sastrerías
sobre el telón del asfalto, claridades oscuras, rompiendo
el ojo apócrifo de los buques del temporal, apenas ayer, viento
en la solapa de los párpados, fósforos de piedra
en las paredes atisbadas, gritando rostros en el filo del tizón
de tus muslos, sonidos del badajo en el farallón del latido.

(De pronto así es todo el fondo del camino. De cualquier camino
raíles superpuestos junto a la begonia de la brasa,
del tabaco desbordado de la niebla al punto de perder los estribos,
el anís del aire en la pelvis rapaz
de la alborada en un juego de disfraces sutiles.
Todo camino, al fondo, ápice del seno tañido de turgentes ardores,
pujanza del horizonte, toda ciudad del sueño abriéndose
a la húmeda melodía del viento, a la gracia a menudo efímera
del sueño, presencia hurtada del fuego.)

Entre un camino y otro, siempre se bifurcan los deltas:
sobrevivo gracias a esta poción doliente que se entrega a la garganta
como promesa de horas;
sobrevivo gracias a la inclemencia de la ternura,
a la brevedad oreada del césped, a la ladera debajo de la almohada,
a tanta piel redonda alrededor de nocturnas alambrada;
cada palabra es un destello de la noche, correlación inmaterial
de labios, por donde el suspiro alza su telón de labios,
trenes en la lengua de la aurora, frente al polvo ardiente, pinos
aparecidos en el rumor del pecho.

Al fondo del camino, las mismas aguas nocturnas; los pies sin traje
de la tristeza, las dulces estribaciones de los alígero,
el azul rutilante del escapulario enredado en las manos…

Barataria, octubre de 2011

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