lunes, 12 de septiembre de 2011

LITORAL CON LETARGO DE ARENAS

He quedado aquí, en este letargo de arenas que sobreviven,
a la piedra y al agua, al suspiro y al vejamen del tiempo;
he soñado al pie de la arena y el viento,
anhelando que vinieras a mi pecho sin desvanecerte,
sin dejar de ser la cesta del rocío, la sábana tibia cubriendo el pecho.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




LITORAL CON LETARGO DE ARENAS




…noche tras noche, reposa,
blanca en la blancura,…
VLADIMIR HOLAN




He quedado aquí, en este letargo de arenas que sobreviven,
a la piedra y al agua, al suspiro y al vejamen del tiempo;
he soñado al pie de la arena y el viento,
anhelando que vinieras a mi pecho sin desvanecerte,
sin dejar de ser la cesta del rocío, la sábana tibia cubriendo el pecho.
—Hay litorales aplastados por la acción del viento y los pies,
días de altos comejenes en los armarios, ascensores de palmeras,
donde los dientes muerden la espuma
junto con la saliva enlutada.

Es lánguido el litoral que baja a la garganta y las ingles,
ya no hay misterios ni secretos en la arenilla que rasga la lengua,
se ha ido la claridad junto a los desvelos, casi nada ha quedado,
sino el inventario de todos los errores,
la luna negra de las horas sobre la arena,
el litoral con su letargo de sombras.
La arena es boca y estertor, huida. Los sueños, jinetes desbocados,
destellos de la luz, puertas de lo que pudo ser. Estoy aquí.
El litoral es una lengua de gaviotas,
hilo que la arena amarra a los ojales de las olas,
sombreros de sal hundidos en las aguas. Estoy aquí,
pensándote ya cuando la juventud se ha ido y viene pausada la otra edad:
esa que ya no existe en el grito sino en sosegado litoral,
mirada por encima de cualquier liviandad.

Por fin entendemos —vos y yo— que nuestro mundo se ha vuelto
irrespirable, hay harto frío ahogándonos y que el amor
no gana intereses poniéndolo a plazos,
ni es juego de otros malabarismos bursátiles.
(Pese a todo, me río de todas estas cosas:
antes parecían insuperables las escamas abiertas sobre el césped,
ahora sé que mucho a nuestro alrededor es una caricatura,
dibujos que cavan la conciencia para suplantar los verdaderos sueños,
 rachas de arena para enmudecer la lengua.
El tiempo, nuestro tiempo ya pasó.

¿Habremos de recordar la luz que existió cuando la ternura
se ha vuelto diminuta arena, torpe amenaza de cuervos?
—Fuimos sólo efímeras luciérnagas, velas extraviadas en altamar,
espejos para un funeral de nidos. Nuestro tiempo ya pasó.
No queda sino la escoria de un mundo divido,
frente a la luz destruida del destello. He envejecido engañándome,
a la espera de la vida o la muerte, a que perviva cuanto fuese posible,
pero ya no hay tiempo.)
Jamás hubo tiempo para cederlo a la alegría,
todo fue piel desaliñada de pájaros, negación íntima del azúcar.
Todo fue manos y piel avaras, azadón inmóvil del aliento.
Ahora envejezco junto a la única verdad tangible:
la espiga de mis libros, y la sangre que se derramó en esos largos
durmientes de los litorales.

Barataria, septiembre de 2011

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