sábado, 17 de septiembre de 2011

CONSTELACIÓN DE LA INFAMIA


Me río cuando los veo con su desvelo permanente: me conmueven,
ciertamente, sus gotas de veneno y su infelicidad,
esta constelación de buitres siempre hallan el camino a oscuras,
jamás apuntan de frente, ante la verdad desaparecen
y se esconden como ratas o serpientes;...
Imagen tomada de miswallpapers.net





CONSTELACIÓN DE LA INFAMIA




Vileza y maldad, a menudo se combate sólo con infamias.
Ahora se ha vuelto una cábala para desafiar los mediodías,
es el nuevo orden en zonas de penumbra, la entrada al vértigo.
Todo está así, violento y destruido, tomado por el óxido,
palpable la saña y duele su lacerante herrumbre,
el peso sombrío sobre la esperanza, los ataúdes que emergen
deliberadamente de esta conjunción oscura de voluntades.
Los seres oscuros desfilan en medio de la noche: muerden
su propio rictus, sobaculos de un tiempo absurdo,
heladas piedras dentro de ciertos escaparates, tierra donde
sólo es posible, el abrojo y las lechuzas.

Me río cuando los veo con su desvelo permanente: me conmueven,
ciertamente, sus gotas de veneno y su infelicidad,
esta constelación de buitres siempre hallan el camino a oscuras,
jamás apuntan de frente, ante la verdad desaparecen
y se esconden como ratas o serpientes; la misma insania
los extravía, parecen seres grotescos cuando el rayo los desvela.
—Andan entre la noche y el día y no desperdician
la muerte para seguir muriendo en su propia ciénaga,
la transparencia los aterra,
los enardece la palabra diáfana, el aire conocido,
pero jamás los salva la inclemencia de sus huesos, la mente
ruina de su masturbación nocturna.

Son seres espectrales en la animosidad del moho, flautas
de descomunal escoria, crisálidas sordas de la tierra.
Debo confesar que me conmueve su perseverancia, su acopio
de sed virulenta, su mente de ardorosa ceniza.
Viven el día a día con las pestañas colgadas de las esquinas,
Mientras caminan escupen los demonios que llevan dentro,
Ellos por desgracia están condenados a esta ficción infame,
A la ilegible montaña azul de la felicidad. No pueden ser felices.
La felicidad es su propio martirio,
Viven librando el destino dentro de la ceniza, ahorcados
Por la blanquez de la luz, crecidos de cadenas donde se devalúa
La libertad, purificados por su naturaleza de vampiros.

Me río cuando los derrite la desesperación, cuando juegan
a la oración y deshacen los crepúsculos del escapulario
de tanto transpirar, de tanto ver al prójimo como enemigo,
de tanto desvanecerse en la propia orina.
Me río, claro, de todo este drama de oscuridades: nunca la verdad
ha sido losa fría, sino una vívida fragancia de espejos,
que de pronto, pone sobre la mesa, zarza y vuelo y pañuelos.
Sé que un día los veré en la primera plana de las lámparas,
Escuchando el veredicto; la maldad, a fin de cuentas no encuentra
Puerta segura para guarecerse…

Barataria, septiembre de 2011

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Extraordinario y muy formativo, André.

Un poema para leer con frecuencia y defenderse bien de semejante estirpe.

Gracias
Un abrazo en la poesía
Ana

André Cruchaga dijo...

Gracias, querida poeta, de vez en cuando me da por glorificar a los que nos pisan los talones diaramente y, a menudo, sin saberlo. Lo hago para rendirles culto a tan digna especie.

Un abrazo,

André Cruchaga