jueves, 11 de agosto de 2011

TELAR DE LA MEMORIA


Cada instante la ventana de la memoria teje esta voz ardida
de oscuridades: las esquinas del cielo cuajadas en las gavetas
de viejos armarios que he ido acumulando
en las solapas del viento; de cerca las enredaderas pulsan
el hilo del rito en la sombra, la luz que evapora cada palabra...





TELAR DE LA MEMORIA




Canto tu talle besado por el día
Luminoso tobogán que va de la razón hasta el delirio…
EFRAÍN BARTOLOMÉ




Cada instante la ventana de la memoria teje esta voz ardida
de oscuridades: las esquinas del cielo cuajadas en las gavetas
de viejos armarios que he ido acumulando
en las solapas del viento; de cerca las enredaderas pulsan
el hilo del rito en la sombra, la luz que evapora cada palabra
como si se tratara de la transpiración de aguas termales.
He visto tantos horcones sosteniendo mi memoria
que difícilmente puede derribarse y caer en el cielo,
salvo que sea el preludio de otra sombra mayor la que combata
con la desnudez de mis ojos. Hoy renuevo en el crepitar
de los brazos —tus brazos y mis brazos juntos—,
como dos banderas en la altamar de la albura:
tenemos en abundancia el hábito de la Esperanza, la geometría ritual
del jadeo, los cuerpos enlazados en su respiración,
la hoguera obstinada en la brasa que anida el cuerpo.

En nuestro telar, el arco iris de las sienes, el agua azucarada
del hambre, la música del estallido, sin más multiplicidades
que la patria reverberante del calendario.
Tejemos los días quebrando el éter de la saliva, las vasijas del pecho
con el quinqué de los peces braceando en la alberca; no sé si atardece
en el desván de las aceras, porque aquí,
las aguas resplandecen en la risa como estrellas donde sonido
y luz forman alboradas. Ya se alzarán, de seguro, más recuerdos
donde el pulso se convierta en sortija invulnerable,
epifanías de un pubis encarnado.

(Desde luego, polvo seremos un día, aún así,
el polvo edificará espigas, destino de otros navegantes de espejos;
la memoria es en sí misma un mundo donde guardamos
y filtramos los caminos que se quedaron, los que se fueron
irremediablemente. La memoria es ese religioso sacramento
de los pretéritos donde el azogue se volvió ombligo, luz entibiada
en las venas, puentes colgantes que trascendieron los labios. )

Juntos desafiamos el horno de los poros
y los apaciguamos en el viento, encerrados en la casa de adobe
del calendario; juntos cosimos nuestras propias vestimentas,
hicimos los ojales del pétalo,
juntos desbrozamos el pergamino oscuro de la noche,
el ombligo que dio paso a la capilla, el azor líquido de la sal
que brotó de todo el cuerpo, los gestos a tientas de la navegación.
Juntos, —estuve, estuviste, estuvimos—, en la secreta compañía
del sendero. En el telar no hay epitafios,
sino la sortija indispensable del sueño, la fragancia sin cesar
de la aurora, la convicción de que siempre andaremos esta quemadura.

Barataria, agosto de 2011

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