jueves, 28 de julio de 2011

ETERNIDAD DE LA HERIDA


Tal vez nunca pueda asir a este País que cuelga de mis costillas,
a este País de destructiva angustia, de esquirlas, batallas campales
y ecos, de rodillas la sangre en la lengua.
Uno a uno se va acabando el goteo de los cirios, la colmena
de lo oscuro como un campana sin sueño,...
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ETERNIDAD DE LA HERIDA




—¿Qué país es éste, Agripina?
Y ella volvió a alzarse de hombros.
JUAN RULFO [LUVINA]




Tal vez nunca pueda asir a este País que cuelga de mis costillas,
a este País de destructiva angustia, de esquirlas, batallas campales
y ecos, de rodillas la sangre en la lengua.
Uno a uno se va acabando el goteo de los cirios, la colmena
de lo oscuro como un campana sin sueño, como un sonido ciego,
iglesias que nos recuerdan la risa de la lluvia,
los portales tristes de las tortillas, la vieja miseria del alambrado,
el polvo sobre la breña del hambre:
en tanto, haya tantas inclemencias, no puedo pensar en el mesianismo,
sino en el ventarrón que drena las pupilas,
en la amnesia social de la saliva,
en el hollín que nos empuja con sus llaves hacia el desvelo total
del ala, llagas como féretros del trasmundo.

—¿Qué País es éste, de ciervos y lobos merodeando en la esquina
sacrílega del susurro, escupiendo sexos fatigados,
telarañas de descalzos fantasmas, miedos y vómitos y muertos?
¿De qué anzuelo colgará el próximo espejo del pájaro aterido,
los tentáculos torpes del vinagre,
cada rostro, multiplicado, sin variante de astillas y ojeras,
solo con el grito de la calle y el suicidio, con el suplicio de la cruz
a dos manos, invocando escapularios mientras las estatuas
dominan el paisaje, la exótica ceniza de la jerga?

—Adondequiera que el ojo apunte, la herida es una flota ciega
de pálpitos, camas desasidas por el poderío de la noche,
arpas de sombríos rieles, caminantes arrastrados por lo fatuo,
carpas de matizados botones,
cacerolas con décadas de disimulos, lecciones de lágrimas.

—Como dijo Roque: “la noche vuelve con sus negruras nuevas
dejando al día roto con sus lanzas de hielo.”
Así me dejás vos, País, “sobre las banderas del odio necesario”,
con esta fiebre extraña de abandono, con el trompo en medio del rastrojo,
con el desteñido arco iris de la noche,
con el despojo negro del vuelo, incesante juego de salmuera,
martillo de la ponzoña golpeando el aliento.

¿Qué país es éste, que juega de manera amenazante al vómito, al trasluz,
a los pecados capitales del barranco, a la máscara del sembradío,
al movimiento inverso del camino, al desvelo del mapache,
al oscuro grano de las puertas y el pálpito? ¿Qué País es éste?
¿Qué País es éste que te deshace en breve la garganta?
¿Qué País es éste con ese ardor de soledad, abismo de puñales?
¿Qué País es éste, donde ruge a diario el cataclismo?...

Barataria, julio de 2011

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