domingo, 5 de junio de 2011

EPÍSTOLA MORTUORIA


Siempre la vida nos desconcierta: la fragilidad diario nos acecha
y nos asedia; estamos amedrentados por la piedra de la muerte,
por esa apretada fragancia de lo efímero por tantos equívocos
a media asta del féretro. Mientras la lluvia de la vida pasa,
avanzamos hacia la sombra segura de las cruces;...
Imagen de André Cruchaga





EPÍSTOLA MORTUORIA




(…)y en lo hondo de la pieza, en el fondo del espejo,
encontré no obstante un nuevo objetivo, y grité,
solamente por oír el grito al que nada responde y al que tampoco
nada le sustrae la fuerza de grito,…
FRANZ KAFKA




Siempre la vida nos desconcierta: la fragilidad diaria nos acecha
y nos asedia; estamos amedrentados por la piedra de la muerte,
por esa apretada fragancia de lo efímero por tantos equívocos
a media asta del féretro. Mientras la lluvia de la vida pasa,
avanzamos hacia la sombra segura de las cruces; y es que el mundo
cada día es más extraño. En realidad siempre ha sido extraño:
uno anda la vida colgada del suicidio diario.

Temo que no hay escobas para barrer los cuchillos; en el trajín diario
de los cadáveres, la impunidad nos amenaza tanto como el suicida,
ese que incluso, se persigna antes de revisar la agenda del absurdo.
De pronto ni siquiera las ventanas son respiro, sino certeza de tumbas
malolientes; hay suplicios en las calles, peces moribundos,
hombres que comen con la sangre ajena, niños que tropiezan
con la carroña, fieles sepultureros del espejo, el prójimo olvidado
sin seguro de vida, semanas, meses, trimestres, semestres,
quinquenios, décadas, con esta ponzoña que cortó la risa.

A diario nos toca aprender, comer, caminar, reír, trabajar con la muerte:
ella está aquí, impune, con los ojos abiertos en el día y la noche.
Todo lo blanco lo corroe: los cementerios, el bisturí, los muertos
que juegan al frío; los asesinos que vigilan la cuna. Nadie está ileso
en esta noche larga de matorral; en el pozo macabro flotan los cabellos,
a la orilla de la noche, en el labio horadado por el cuervo,
en el litoral del viento cuelgan las cabezas: nos asiste la tragedia
de la duda y el titubeo. Días oscuros de cuadernos y caligrafía,
días con cuellos cortados de abandono, historias de ficción negra,
para amanecer en un cuento de Agatha Christie,
o de Sir Arthur Conan Doyle, o las historias sacadas
de los cuaderno de Boris Vian: “Todos los muertos tienen la misma piel”,
Con las mujeres no hay manera”. Al filo del amanecer, en ayunas,
nos encontramos con la lluvia morosa de los huesos: charcos oscuros
con el ADN cegado sobre las aceras. Y como siempre, después del hecho,
no pasa nada: uno se acostumbra a ver las imágenes de los reportajes
periodísticos. Pero al final, no pasa nada.

La piedad es un artículo de lujo demasiado caro para ponerlo a la vista
de todos. Algunos en la estampida, extravían los zapatos,
las horas del sueño colgando de cortinas, después la solemnidad
de los entierros, la falta de claridad de los gusanos, la justicia
que no llega para desmontar este orgasmo letal.
Queda dicho entonces, de principio a fin, este universo macabro,
la arteria rota al calor de la palabra: pasarán años para desclavar
este lenguaje adormecido en el nombre del Todopoderoso, en la oscuridad
del atrio, en el agua sutil de la duda que bebemos a diario:
quizá un día nos dé vergüenza el cuchillo y el garrote, este universo
donde impera la salmuera del caos…

Barataria, junio de 2011

6 comentarios:

Marina Centeno dijo...

"La piedad es un artículo de lujo demasiado caro para ponerlo a la vista"


Nos estamos volviendo lapidarios -André- tremendamente injustos con nuestra generación. Quién lanzará la piedra al final del camino, quién asestará el golpe final. La poesía duele -André-. Duele levantar los párpados y mirar el cielo sucio y las oraciones rotas. No obstante, el Poeta, serenemante prosigue su encomienda, lame sus heridas y arrebata el bisturí. La sangre es un torrente de palabras que quedan impresas en la castidad del poema, en la sábana blanca de la hoja... a veces duele escribir, duele confirmar que la muerte es la consolidación de la eternidad.

Gracias -André- por tu palabra en este domingo rutinario y en soledad.

Besos infinitos.

Marina Centeno

André Cruchaga dijo...

Sé que es un tema persistente en mi poesía, quizá por todos los días me acuesto con la muerte, quizá porque btengo mares amortajados a mi alrededor, quizá porque ya el aliento me huele cipreses, quizá porque tengo el deber ineludible de escribir en la pizarra del horizonte, lo que para algunos es negocio, aunque para mí, sea la mayor perversión. Junto al candil del calendario, escribo el prólogo de esta noche rotunda.

Gracias por tu comentario.

André Cruchaga

Marina Centeno dijo...

Pues existe una serenidad palpable en tu escritura -André. Tus formas valientes que confirman el quehacer. Y es de agradecer, en esta voragine de letras, tu palabra expansiva y contagiosa, que conmueve y es inevitable no sentirse parte del paisaje... al menos, sentada hasta al final de la fila, alcanzo a mirar el fondo de tus ojos...

Gracias.

André Cruchaga dijo...

El goteo exhala epístolas de pájaros: en la ultramar de las telarañas descubro el ala en trance de las sombras; a veces el sigilo, el desvelo, el insomnio, nos duran los caminos andados de la sal, el karma abisal de la palabra, el reloj dibujado en el agua de la ceniza. Mis escombros son esas epístolas que escriben las hormigas sin inmutarse.

Un abrazo,

André Cruchaga

Marina Centeno dijo...

Es el poema el que deja su halo de emoción, su retozo de viento en los oídos y su esplendor de luz en la púpila. Son las manos creadoras las que se encargan de la conducción, del volante y la fuerza de la trayectoria. Concibo tu poesía con emociones a veces contradictorias, pero así es el poema, emocionarse en constancia, enlistarse en el miedo, en la causa, en la resignación... si no es así, entonces, sería una ruta sin escalas, una tira de sol. Y en este zig zag, el lector suele ganar en emociones, al alzarse a la cumbre y desde lo alto -del poema- contemplar los colores que ofrece el escritor.

Creo que me he extendido, culpa a la emoción.

Besos!

Marina Centeno.

André Cruchaga dijo...

Gracias, Marina. Son digresiones saludables.

Un abrazo.

André Cruchaga