domingo, 24 de abril de 2011

DE PRONTO, LA CONTRAVOZ DE LAS AGUAS


Cuando el desvelo muerde la oruga del blues en el tabanco,
cuando el humo del día sustituye la noche del alquitrán,
cuando la semilla desnuda la piel hasta sangrarla de filos,
cuando mirar unos ojos es ver el mar en su destilería,
cuando la roca pule el tiempo de todos los amaneceres,...
Fotografía de André Cruchaga




DE PRONTO, LA CONTRAVOZ DE LAS AGUAS




We we're thinking we would never be apart
With your name tattooed across my heart
Who would have thought it would end up like this?
THE SCRIPT




Cuando el desvelo muerde la oruga del blues en el tabanco,
cuando el humo del día sustituye la noche del alquitrán,
cuando la semilla desnuda la piel hasta sangrarla de filos,
cuando mirar unos ojos es ver el mar en su destilería,
cuando la roca pule el tiempo de todos los amaneceres,
cuando los caminos florecen, cárdenos, en las pupilas,
cuando las sombras son sólo eso, y no vísceras descuajadas,
cuando la claridad patina en las albercas, sin crímenes,
cuando el rastro de la voz se pierde en el silencio de los pájaros,
cuando las concavidades rompen los pilares y encierran
las respuestas en raíces abisales,
cuando el tiempo es breve para las palabras, y la comedia
se repite en la saliva,
cuando los remansos dejan de tener nombres para beberse
la hojarasca rota en los relojes,
cuando los despojos pesan más que las frondas, y el abismo
se torna cierto en la garganta, en la misma ramazón de aguas
donde las uñas desangran las ventanas,
cuando el devenir es una callado camisón de hormigas,
cuando la mentira vacía todo el calendario,
cuando los cuchillos son parte de rituales siniestros,
cuando la noche en su diatriba arrasa con la sed de los poros,
cuando la ternura calla de golpe como las colillas,
cuando los golpes maduran en las cicatrices,
cuando ya nadie nos custodia la sal acumulada en las costillas,
cuando el regazo es sustancia de espinas,
cuando crecen las ausencias antes de oír la queja del alambique,
cuando el trayecto se hace largo en el desvelo, honda muerte;
cuando la equidad no es parte del tiempo presente,
cuando llueve inevitablemente en la garganta,
cuando el brazo azul de los colores cambia de horizonte,
cuando los miedos vuelven inmóviles las mejillas,
cuando la brasa deja de serlo para convertirse en escoria,
cuando el paraguas endosa la fotografía de la lluvia,
cuando el pubis adelgaza la miel de los orgasmos,
cuando el deseo repta murmullo de enredaderas,
cuando la dulzura se convierte en vinagres de párpados,
cuando el mar azoga en su combustión de espuma,
cuando abril despeinado abre el zaguán de las iglesias,
cuando los crucigramas de los poros dejan de ser alacena,
cuando la fatiga es tan desesperante como la realidad,
cuando cojean las palabras en el insomnio de las ventanas,
cuando las grietas, abiertas, se sustituyen por el vértigo,
mueren los espejos y transcurren los cementerios.
Y con todos esos cuandos, doy santa sepultura a la ficción
Que me aloja como un ataúd que debe ser enterrado.

Barataria, abril de 2011

sábado, 23 de abril de 2011

ESTANCIA DE LA ESPUMA

Fue todo a media tormenta, un pañuelo de espumas. Piedra
pómez, aquel eco tallado en la transpiración, el destiempo urgido
de las paradojas. Antípoda de Nausícaa, el abandono en silencio
hacia la oscuridad prolongada de las aceras.
Fotografía de André Cruchaga




ESTANCIA DE LA ESPUMA




I've been hiding
Chained up to a dog on a leash
All walks of life here are welcomed
To train you past on a new day…
MIDDLE CLASS RUT




Fue todo a media tormenta, un pañuelo de espumas. Piedra
pómez, aquel eco tallado en la transpiración, el destiempo urgido
de las paradojas. Antípoda de Nausícaa, el abandono en silencio
hacia la oscuridad prolongada de las aceras.
Sobre la risa que se niega se plantan cementerios, cielos
cargados de ataúdes, manos agrietadas, repletas de granito.

A menudo nos acostumbramos a vivir en medio de la farsa,
Sonámbulos, desnudos, transitamos el juego de los sueños,
La infusión de nubes, la hermenéutica de los sofistas: nos nutrimos
del asombro apodíctico, enterramos los sentidos en la arena, husmeamos
como el topo, y hacemos el espectáculo con estremecidas máscaras.
Un salto al vacío en el tobogán del aire:
hasta el horizonte mortal de la claridad, —recién ahora, reduzco
el infinito; salta la perpendicular torcida de la lengua, dije,
y que la ignominia no tenga más aplausos, ni visibles pájaros.
Nosotros los mortales, sostenemos el mundo en una lágrima suelta
por el arcano que parece el camino de todos los días.

—Caminamos con la intimidad en el bolsillo:
¡Qué desvelos al filo de nuestra muerte!
¡Qué seco, ahora, el manantial de la elocuencia!
De pronto el ala es también espuma, elemental colina de la gruta,
semilla sembrada entre guijarros.
Un día somos pergamino; otro, simple bolsa de verduras colgada
de los párpados, respiración inventada en el arroyo, que no llega
a neblina ni a tragaluz. (El pecho clausurado debería de caber
en las manos, —pues, que no poseyendo vitrales, ni alacenas es mejor
darle santa sepultura, que pase a la quietud de la mejor vida.)
en vez de sincronizar los relojes para una eternidad, nos desvela
la carta astral de la zozobra; y así, no se puede alcanzar la fuerza
del trance, sino el simple remedo de la aventura.

Dicho está que la materia a menudo se agrieta; habrá que cortar
los terrones del absurdo, y volvernos encantadores del granito,
algo así como aparecer mojados en la lluvia sin palparnos,
aspirar los candiles de la sed desde la almohada virtual del talismán
que desolla los orgasmos hasta el ardimiento nauseabundo.
Me veo en la bóveda hueca de la máquina tragaperras: empiezan
a revelarse los prismas del aliento, las certezas que alimentan
el escalofrío, el mundo del desparpajo, el espejo alucinado del cine
mudo, el costado abierto de la fatiga, la espuma alzada en embriaguez,
el aire sofocante de las brújulas.

(Nada es lo que parece. —o lo que es, en realidad, está lejos de ser:
las preguntas exceden a las respuestas; el pulso rompe las arterias:
en el oficio del poema, siempre existe la posibilidad del doble desafío:
revelar la esencia del vuelo, o simplemente quedarse como cándida
luciérnaga, emergiendo de la maleza o el escombro.)

Barataria, abril de 2011

viernes, 22 de abril de 2011

RUIDO SIN PAREDES


En las paredes, la noche lee sus propios ruidos, insomne
y definitiva, inesperada, como el oscuro horizonte de los zapatos.
Descubro en el pulso los diversos nombres del aire: la llama
amanecida de los sonidos, la imagen conjurada en el grafiti,...
Fotografía de André Cruchaga




RUIDO SIN PAREDES




I pull my shirt on, walk out the door
Drag my feet along the floor
Then I see you, you're walking 'cross the campus…
VAMPIRE WEEKEND




En las paredes, la noche lee sus propios ruidos, insomne
y definitiva, inesperada, como el oscuro horizonte de los zapatos.
Descubro en el pulso los diversos nombres del aire: la llama
amanecida de los sonidos, la imagen conjurada en el grafiti,
cara a cara, las lianas de los colibríes,
siempre peregrino el tiempo en las sábanas, el ciego tambor
de los escapularios en la yesca descrita por las teas.

Vivir siempre es una cacerola de afonías que la boca muerde
impunemente, entre la teja y el piso, entre las embozadas calles
del agotamiento: nunca las aristas de la piel están a salvo,
las pestañas beben la gota de sílabas que moldean las mochetas,
el adobe como un pergamino de ceniza donde empolla
la confusión de telarañas,
donde el pecho cruza los tiroteos, mientras el acertijo haya su propio
asidero, los días azogados del ajonjolí, la noche borrosa en los peces,
el diván vencido del aire en la hoguera.

Quizá nada nos salve del anzuelo de la propia muerte: la muerte
a pausas; la oscuridad cárdena en el bolsillo, el horno con la escoria
del cielo, los nombres llevados hasta el límite del alambique,
—vos, yo, carcomidos por la sal endurecida del talpetate,
siempre los murmullos de la hoja cuando cae, con esa lenta
parsimonia del deletreo y no como el punzón que entra, intrépido,
veloz, en la carne hasta sangrarla.
En todo este tiempo hemos mordido alacenas oscura, sillas
de doliente madera, aguas que desbordan los remansos, silabarios
de crepúsculo, hilos cosidos en los ojos, luego tirados al jinete
de la crucifixión. Es fiero el sigilo en la hoguera del espejo.

Ese espejo sin desviarse del peñasco, el cuchillo entre engrudo,
la pulsación hundida en el hueso de la afasia, crónicas fracturas
del ansia, donde se cobra hasta la último céntimo.
Sin duda, no todo es ruido, ni todo es silencio: me extravío
en la orfandad del lenguaje, en el intervalo de la mueca, en la textura
de las cicatrices, quizá en los puntos suspensivos de la ausencia.
Uno se acostumbra —después de todo—, a pensar en la solidez
del desapego, nadie es dueño de todos los silencios, ni escucha
todos los ruidos: por eso, todo lo humano es innecesario;
escrito está en las páginas del desencanto,
en el mutismo debajo de la sábana o en el estrépito de la intemperie.

“Nadie deja de ser su propia herida”. Nadie constituye la total
escritura. Todos cultivamos ciertos patetismos que a la postre,
conducen el rostro a vacíos insospechados.
En un día cualquiera somos el resorte de la inexistencia, la lección
reflejada en el espejo, no, la caricatura de lo que quisiéramos ser:
luego nos perdemos en el gran muro de la saliva, colgamos del tapial
de los ruidos. Nuestra imagen en el fondo de lo imposible.
Vivir es abolir la órbita terrestre de lo superfluo: suprimir las cacofonías,
las redundancias, y salvar lo esencial del asombro. Entonces,
sólo entonces habremos aprendido de las parábolas…

Barataria, abril de 2011

jueves, 21 de abril de 2011

ZONA PROSCRITA


Bebo de la rama desvelada en el entrecejo de la sombra, empujada
antiforma de mis días proscritos en la última calle de la metafísica.
Aquel espejo perdió su encanto de espejo: ahora es una región
de tolerancias proscritas, consumatum de lo grotesco, triste
Wall Street sin seguro de daños, luna de suplicios en la hostia
de consagrar las penas y los muertos,...
Fotografía de André Cruchaga




ZONA PROSCRITA




Comprendí que empezaban a nacerme recuerdos,
que el mundo se aclaraba poco a poco […]
y sentí que empezaba a vivir…
LUIS ROSALES




Bebo de la rama desvelada en el entrecejo de la sombra, empujada
antiforma de mis días proscritos en la última calle de la metafísica.
Aquel espejo perdió su encanto de espejo: ahora es una región
de tolerancias proscritas, consumatum de lo grotesco, triste
Wall Street sin seguro de daños, luna de suplicios en la hostia
de consagrar las penas y los muertos,
las sandalias de las sombras desde la ventana de las interrogaciones.

Muy poco sirven los absurdos en el piso de tierra de la escoba,
el ofrecerse como un bar a solas en los sótanos,
la calle del antro, las cruces invisibles que adornar a mi País;
hablamos del barullo como comer remolachas, zanahorias o un buen
escabeche, el espejo sigue ahí, denso de crepúsculos,
aunque le preguntemos cien mil veces,
por las pantorrillas, por meñiques o muslos de deshora:
el País nos convoca como invitados virtuales al sadomasoquismo
de los mariscos, a lamer la concha cruda de las orquídeas,
otros, el palo encebado de los incestos,
los recuerdos terminan siendo una confirmación del cansancio,
aquellos días de alambradas, negras aceras del estupor, pizarras
pizarras desplomadas en la hornilla del semen.
Hoy, las zonas proscritas están en el propio centro de la ciudad:
las cloacas abren sus bocas de ensueño, el espejo, los panes, la mesa,
el sexo caminando en los dedos,
sin látex, sin padresnuestros, sin avesmarías, sin credos,
más que quemarse en la palidez del espejo: deseos rancios, por cierto,
para un País que nunca ha tenido sosiego, ni hambre sana,
sino bajos instintos: el animalismo de los muñecos de trapo,
el dildo torcido del rayo incansable de la comicidad,
porque a fin de cuentas es eso: un fraude frotado con aceite
de ricino, de menta o eucalipto para evitar la tos y salga líquida
toda la saliva y la flema acumulada en los pulmones, el viento
seco de las arrugas, el breñal de los cadáveres fosforescentes.

Aun con toda esta fábula, quiero a mi País: es una zona del pecado,
pero es mi país; es una zona submarina, pero quiero a mi país;
es la cenicienta virgen del espejo,
el grito abrumador de los fatuo, la demencia soplando los testículos,
pero quiero a mi País.

Más allá de sus rancios corales, de su ennegrecida pus,
de su procesión de palmas, sin utilidad, con sus historias amargas,
con el ronroneo del sarro sobre la sábana, el talpetate adusto,
quiero a mi País, con sus patas de gallina y pómulos grises,
con su capucha de estío carnavalesco, con su olor a ciénaga,
quiero a este País que vació todo el orgasmo de las aldabas,
el vino tinto de los celajes y diseminó hasta en las nubes la pólvora.
Desde luego, sigue espejeando en las tejas y en el espejo hondo
de la respiración de todos los días.

Barataria, abril de 2011

miércoles, 20 de abril de 2011

VIGILIA TOTAL


Tanto cansancio, de pronto, se convierte en vigilia: martilleo
de respiraciones volátiles, nido de calcinados parpadeos.
Aunque cierre la puerta, quedan descubiertos los rincones,
los pensamientos colgados de las ramas,...
Fotografía de André Cruchaga




VIGILIA TOTAL




storm tries to come and wreck my world,
no i wont let it
stumble to escape, through anchored drapes, made of bedding…
ONE REPUBLIC




Tanto cansancio, de pronto, se convierte en vigilia: martilleo
de respiraciones volátiles, nido de calcinados parpadeos.
Aunque cierre la puerta, quedan descubiertos los rincones,
los pensamientos colgados de las ramas, ciertos aprendizajes
incompletos, las mismas palabras en la lengua de los espasmos,
el extravío de los objetos,
con lápices de incierto grafito, con paisajes de insoportable
sarcasmo, —el confín desvela más que las piscuchas,
que ciertas cucarachas pululando en el ojal de la noche,
que los cuerpos agotados del estío.

Es preciso desfondare los jeroglíficos del poema; no es posible
la imagen siniestra a la hora de dormir, la máscara deliberada
de los sueños, el petate deformado de las letras, la mano cortada
de la lección diaria,
los tirantes desgastados de los párpados: la piel en catálogos
fluye en la lengua, una luz macabra se apodera de los sótanos,
es imposible soportar la cresta del reloj,
la raíz inversa de las mareas, la ola debajo de las aguas,
cada celosía del espanto como una albarda,
las lianas intensas en el parabrisas del latido, —tiempo, por lo demás,
inconverso después de todo: de cualquier forma, la vigilia
forma su propia ciudadela, juega a las ausencias, a las opiniones
subordinadas del Partido, a la peineta abierta de los cabellos,
a nombres y respiraciones que se apoyan en máscaras,
a las manos que borran la suavidad de los pétalos y convierten
en guijarros el rompeolas de los labios.

Cuesta sostener la eyaculación precoz de las sastrerías,
ser indiferente al yodo, al expectorante que abre la garganta,
a la ruda engarzada en las ventanas como un centinela oscuro.
(Ignoro cómo se astilla un poema, después de todo: las aspirinas
o las brasas que nos vuelven confusos,
el matapalo alrededor de los sueños,
el azor de ciertas aguas destrenzadas a mitad de la noche.
Jamás he tenido tiempo para meditar en mi propia sombra; cuesta
salir de este laberinto, trepar ileso a la zarza,
oler de manera perenne el rancio poro de las escaleras, los peldaños
sucios, letra muerta del pelaje.
Al final del túnel, soñamos con escaparates de polvo: polvo al ras
de horas devastadas, efigies, monumentos de anti seres humanos,
de antihéroes, de antidioses, de antitodo, excepto el ronquido
de los cuervos, las palabras como oruga de las piedras,
los caminos bifurcados donde los perros lamen sus propias pulgas.)

Siempre la vigilia constituye una zozobra. Los laberintos del agua
en la placenta, el pie menguante del alcohol,
el limpiabotas prendido del tabanco. El sueño natural cortado
en la lengua, el azúcar que no reconcilia su turbiedad de molienda,
la queja que en realidad es un miembro más del cuerpo.
Lo demás, sigue siendo desvelo en los zapatos, sobre la cama,
En la hamaca crispada de los rieles…

Barataria, abril de 2011

martes, 19 de abril de 2011

CAMINO DEL FRÍO


Sigue el frío robándose las calles y las paredes de los poros.
El tiempo que amasa la intemperie de los cuerpos, el sexo olvidado
del poema en los acantilados, certidumbre de la teja sobre el ala,
aquél mapa a la espera del júbilo, el nido de las palabras,
el pinar descubierto en el sacrilegio de las cerraduras,...





CAMINO DEL FRÍO




The one time
I lied .. all the time
My life and in my time
You walk black lines…
DISTILLERS




Sigue el frío robándose las calles y las paredes de los poros.
El tiempo que amasa la intemperie de los cuerpos, el sexo olvidado
del poema en los acantilados, certidumbre de la teja sobre el ala,
aquél mapa a la espera del júbilo, el nido de las palabras,
el pinar descubierto en el sacrilegio de las cerraduras, tortura
de la arena en la herida, ríos de crecida alarma,
entre el escombro y la piedra erosionada, entre el vaso y la danza
de los días, entre la suerte del azúcar y las laderas.

—Los que conocen el frío pueden hablar de la espesura de los andenes,
entusiasmarse por la limosna,
mojar los sueños con el cierzo y el desvelo:
puedo platicar con las palabras amanecidas del sudor,
desleer la brea de la astucia, danzar en medio del humo del ombligo,
despejar el espejo frente a mí, responder a la soledad que me dan
las habitaciones, las promesas dichas y no cumplidas,
el silencio que guarda como una piedra sudorosa.

Después de los dientes y las palabras, qué nos queda del huso horario
de la comunión, —aquí, allá, el rocío en combo de mentiras,
el petate pestañeando al vaivén de las hojas,
la mosca del instante sobre la sábana,
los días del preámbulo del panal, después la estocada: espina negra
del aliento, papel crespón del sexo en el guacal del frío.
Ahora busco la armonía en la siesta de los libros: busco el día
sin máscaras, la oración del pétalo en el camino,
no la fiesta de rodillas para un asilo, el cielo claro, no la transparencia
fugitiva del minuto, el páramo disfrazado de mañana;
en este camino, duelen los paréntesis, los corchetes y los puntos
suspensivos, —duele esta siempre resina en la ventana,
los días de guardar, el clavo despiadado en los calcañales,
la misma ceniza haciéndose piedra, el sexo convertido en granizo.

Entre más giran las aspas del césped,
cuando ya no hay palabras, cuando los vilanos se confunden
con el estiércol, y la apariencia es la señal, los afeites la madrasta
del perro callejero, y la puerta, la vértebra rota de la sonrisa,
hay que dejar la mesa maltrecha de los manteles, enterrar la sal,
y seguir el camino del viento.
Nada ha sido hecho para la eternidad: la malicia no puede ganarle
a los sueños, ni el frío debe soportarse siempre;
de pronto me aterrorizo responderle a las piedras por mi salud,
a las manos que respiren, a los maniquíes que suplanten
a los difuntos, a los armarios que guarden el calor, a la agonía
que deje de morir, cuando todo lo humano es violenta claridad
de túnicas, palabras que someto al delirio de mi propia lámpara.
Hay caminos que conducen pronto al frío. La fatiga germina
en el suspiro, en esta espera donde nunca amanece.

Barataria, abril de 2011

lunes, 18 de abril de 2011

SIEMPRE HAY CEMENTERIOS EN EL ALIENTO


Escapas. La poesía antes de la noche. Escapas, en medio de celo
de las abejas, entre el mismo silencio de siempre y la sartén
abandonada en el césped. Escapas de la lluvia. Escapas de la humedad,
y escapas debajo de las persianas,...




SIEMPRE HAY CEMENTERIOS EN EL ALIENTO




I've been going crazy while you sleep
Thinking of a language that the two of us can't speak
So, Mr. prehistoric make your wheel
& I'll breathe underwater cos I like the way it feels…
ARCTIC MONKEYS




Escapas. La poesía antes de la noche. Escapas, en medio del celo
de las abejas, entre el mismo silencio de siempre y la sartén
abandonada en el césped. Escapas de la lluvia. Escapas de la humedad,
y escapas debajo de las persianas,
del único poema que se abre al insomnio, del papel que amanece
del sopor de los cuerpos, sorda piel de la noche en la vasija
de barro del pecho, sordo fuego del murmullo entregado a la oscuridad.

Hay cementerios, por cierto, en cada pijama que cubre
el candil rabioso de las espigas, el surco abriéndose a la puñada
de objetos de la nada, a esas recámaras siniestras,
de jeroglíficos mortecinos: la saliva o el silencio prolongado laceran
los viejos troncos de los ojos,
la brisa a medias del panal de los poros,
huele a antro, el hilo destejido de los encajes, el elástico estirado
de los poros, la lengua purulenta de las cataratas.
También en los jardines hay cementerios sumergidos: columnas
de cuchillos, hablantes oscuros de tormentas,
resplandores de mortajas grises, lámparas que colorea la ceniza,
habitaciones donde la arena ha hecho su festín: siempre hay cementerios,
cristales marcados por los dientes del calendario,
baldosas de manidos buitres,
destellos de hormigas hasta el cuello, hasta el alero donde se rompen
las uñas, y el fuego súbito cercena los ojos.

¿Qué hojas se mueven entre el poema y el cuerpo, entre la letra
y las sienes, entre lo intangible y la respiración rota,
entre el arrebato y las aguas apacibles, entre los zapatos y los sueños
que merodean, umbral del huracán o el sosiego?
—De pronto me acostumbré a vivir en medio de un alfabeto sin sonidos:
entre al granito y la hojarasca,
dentro de sitios de tupida oscuridad, atardecidos sueños del viento,
río descercado de los pájaros en el hollín.
Hasta ahora, sólo aprendí a silabear a los guijarros: prenderme
de la sal oxidada del guarumo, dudar de mi propia muerte, morder
los olores del submundo, arrancarme el estío de la hojarasca,
seguir ennegreciendo mis pupilas, lanzar confeti a las albercas,
desnudar las ingles de las palabras hasta volver a ser Ulyses.

Me resisto, por supuesto, a creer en las falsas modestias, en los ribetes,
en las carreras de cinta de la bruma,
en las aguas súbitas que salen de los desiertos: me resisto a creer
en los cielos diáfanos, no creo en las deprecaciones, ni en los eufemismos,
ni en ciertas peripecias del teatro bufo,
ni en el símil, aunque a menudo nos personificamos,
palpitamos infames caballos, ardemos entregados a la ceniza.
Escapas entre los vahos del camino, en medio de la puerta rota
de las hojas de otoño, escapas. Ahora entiendo mejor los cementerios.

Barataria, abril de 2011

domingo, 17 de abril de 2011

JUNTO A LA PIEDRA, LA SAL TEÑIDA DE CABELLOS


A veces, el espejo no transparenta la desnudez de los colores,
ni es posible dibujar la risa en el calendario: la poesía es más profunda
que cualquier abismo de muslos y abdomen,
más que el grito desaforado en algún trapecio de sábanas;...




JUNTO A LA PIEDRA, LA SAL TEÑIDA DE CABELLOS




There's happy love everywhere I look.
Every page I turn I can read between the lines…
HOT CHOCOLATE




A veces, el espejo no transparenta la desnudez de los colores,
ni es posible dibujar la risa en el calendario: la poesía es más profunda
que cualquier abismo de muslos y abdomen,
más que el grito desaforado en algún trapecio de sábanas;
(ríen las piedras embriagadas en su trasmundo: las hojas secas
manos mínimas del tiempo,
la palabra al cuello de la evidencia,
todavía caen plumas abandonadas de los árboles, libélulas,
lentos acordeones enmohecidos, umbrales de olvidadas puertas…)
en la cabeza sangran al límite los pájaros, la noche que cimbra
las sombras, los envejecidos insectos de los cirios, el silencio que lamió
el muro de los calendarios.

Al parecer, —la obscenidad tiene sus seguidores de noctámbulo
amasijo, palabras y palabras fragmentadas en la saliva, vidrios
abollados por la propia imagen y no necesariamente impolutos.
Hay algunos caminos de escarpado cascajo, flamas sin escaleras,
guijarros entre la breña,
días caídos al viento, —antes, fácilmente mordíamos el anzuelo
de las siete cabritas, el bosque del cuento con bellotas de algodón,
la infancia con crayolas de carbón, (el enigma no tenía hierros
de oxidado tiempo como la leña que más tarde consumió el fogón de casa
 con todos los oficios domésticos)
después he tenido que recoger las cenizas del horizonte,
hacer invisibles los deshielos de la violencia, devolverle a la voz su rama
de incienso, trabajar en la tierra estéril de la piedad, cultivar geranios
de paciencia, armar la paciencia entre tormentas, olvidarme de la forma
oscura de mi País,
(por aquello de los fantasmas que pululan en las calles)
restablecer mi conciencia antes que la noche caiga y sea demasiado
tarde. —Ciertas habitaciones se vuelven embudos asfixiantes, la cárcel
por ejemplo donde han declinado las lámparas y sólo impera,
el submundo de los hedores y el diente de los grises.

—Ante lo insostenible, es mejor reír. Rubricar la carcajada en las uñas;
ayer, tampoco hubo pantanos limpios,
sino demasiada ciénaga para resistirla, ejército de palabras huracanadas,
(guarismo de equívocas copas y ralea, en medio del golpe de la sartén)
granos de vileza como noches de tupidas piedras.
—Los abuelos me dijeron que: “los caracoles en cestos, resultan
Indigestos”; y bien que así es, pues, en los surcos del sueño, la insania
y lo herrumbroso, fluyen como racimos de aguas.
Al final, lo único cierto es que, el párpado en la claridad no capta
toda la transparencia. La oscuridad hace también lo suyo…

Barataria, abril de 2011

viernes, 15 de abril de 2011

SIGNOS DEL PARAISO


Envejezco a la orilla inexorable de los relojes: no hay límites,
después de todo para hacer una rendición cuentas, apretar la comisura
de los labios, destejar las fronteras encima del agua,
amarrar el corazón unilateralmente, hasta que hierva el mea culpa,
el serrucho con bálsamo sobre las heridas del cuerpo y el alma,...
Imagen de Jon Sullivan




SIGNOS DEL PARAISO




The black mirror knows no reflection
It knows not pride or vanity
It cares not about your dreams…
ARCADE FIRE




Envejezco a la orilla inexorable de los relojes: no hay límites,
después de todo para hacer una rendición cuentas, apretar la comisura
de los labios, destejar las fronteras encima del agua,
amarrar el corazón unilateralmente, hasta que hierva el mea culpa,
el serrucho con bálsamo sobre las heridas del cuerpo y el alma,
los alientos caídos sobre el lomo de la oscuridad,
el vaso oscuro del día ofrecido en el sonido lento de una lágrima:
inventé bosque en los sueños del espejo, en más de una ocasión
arranque risas como lo hace un clown en el circo iluminado de trapecios.

Volví siempre de tarde en tarde a la nostalgia:
ungí la lengua con nombres virtuales,
adoré el crepúsculo desde mi habitación oscura, desde el ayuno
de las piedras hasta los moscardones, pasando por lugares donde
apestaba la orina, los días inciertos, las alertas rojas de la baba,
el fuego agitado de las bisagras,
cascos, aguas pútridas como ciertas legumbres en el mercado;
bajé a los infiernos: sonó la trinchera del humo, mordió
el cayo los andenes, rompí mis dedos en el granito del desaliento,
sospeché de los paraguas sobre mis sienes de súbita luz;
armé astilleros lúgubres, purifiqué mis modales
hasta escaldar mis manos.

Mordí la raíz arrepentida de los relojes, abrí el vaivén del péndulo,
el sol afuera atardeciendo en el paraíso: el esqueleto del aire
a mis pies, años de anegado tizne, blanda humedad de las cunetas
donde hundí el índice mayor de mi escapulario.
Al final uno sabe qué fin tiene la tinta en el cuaderno, el costado
herido de los pétalos, el azadón cavando en las pupilas, la piocha
o la barra o la pala en su ansia de duras manos.

Ahora mismo no sé del trépano que barrena las paredes del Paraíso:
el filo que se acomoda en las costillas, a medio rostro la garganta,
bocas de borrosas mapas, en la fogata de la noche.
Y luego, el machete abundante de filo; los énfasis con la piedra
que socava al cuerpo,
ciegas gaviotas en el aire, penumbra rasgada de aguas, —así he vivido
entre cirios, el camino al santuario, los días sueltos de las esclusas,
este borbotón de légamo en el poema.

Así he andado los tejados de la lluvia: los aleros con espuelas,
La uña clavada en el cierzo, la sombra acostumbrada a la tierra.
No conozco otro espejo de sueños, sino éste pantano de posdatas,
A punto de acentuar la pizarra de los grises,
Y los trenes absortos que traga la espuma…

Barataria, abril de 2011

jueves, 14 de abril de 2011

DESALIENTO DEL PECHO EN EL DESIERTO


Callado. Callado. Con mis ojos firmes en la noche. Callado. Callado.
En cada noche estrecho mi propio grito. Lo abrazo como el tronco
oscuro que me habita, como el ala rota del tejado.
Entro a lo hondo de la madera, a la raíz flotante del barbasco;
ahora que la oscuridad se llena de blancos, me ajusto al poco
de la hostia, para platicar con las estrellas arrancadas de la marea.





DESALIENTO DEL PECHO EN EL DESIERTO




There's a slow train rumbling east of a place called Eden
Ah, the wind blowing in proud as the trees upon the plain
And a stranger's voice talked to me of liberty and freedom
Yeah, it seems like he done gone wrong again
And he wears the hat like shame…
EAST OF EDEN




Callado. Callado. Con mis ojos firmes en la noche. Callado. Callado.
En cada noche estrecho mi propio grito. Lo abrazo como el tronco
oscuro que me habita, como el ala rota del tejado.
Entro a lo hondo de la madera, a la raíz flotante del barbasco;
ahora que la oscuridad se llena de blancos, me ajusto al pozo
de la hostia, para platicar con las estrellas arrancadas de la marea.
El reloj se abre con caminos fúnebres de desierto:
hay poemas que miden el dolor como se haría en la repetición
de un endecasílabo, en una lira o una décima;
un pecho aterido es más profundo que el infierno. Un tren siempre
es como un suspiro en la soledad de los rieles
donde el pan y las palabras son durmientes.

Siempre me mareo cuando tengo de visita al granito: todavía hay
calles con enjambres de piedras, con bostezos y alfileres:
jamás me acostumbro a las bancas vacías de los parques; siempre
me gusta platicar con la levedad de las hojas, con ciertas tristezas
que sajan el pecho como un hábil cirujano: nunca fue fácil el cielo
para encumbrar los barriletes, ni tener de columpio la alegría: ahora
es un objeto de lujo, escaso en las grandes metrópolis.

De vez en cuando me imagino escenarios con césped,
en la soga de la espera me vuelvo señuelo
de tórridos costales de yute,
chapoteo de arenas movedizas, —en el pecho siempre hay desiertos
donde a pesar de todo se vive, aunque las manos se pierdan
en la dunas, en la indiferencia que corta la garganta.
La boca declina cuando no tiene anfitriones: el árbol de mi voz
medita al pie de los cactus, deambula en las piedras del verano,
muerde el oasis de los harapos, rompe el espantapájaros de los juguetes,
cuelga de la vasija imaginaria del alambique,
libra las batallas más atroces del vitral, en medio de espinas.

Siempre duele la tierra de la espera,
el agua del poema que no alcanza a lavar los brazos,
el antro donde se aprenden cataratas, la esquina aludida del vértice,
sin la vellosidad cavernosa en el entrecejo.
Todos los días de guardar me producen desaliento: de pronto es tocar
la flama sin el sonido que aligere las palabras,
el hipo de los inframundos,
el huracán arrasando con el aplomo del calendario, de los zapatos.

En todo este desierto busco mi propia linterna: no quiero espejos,
ni cuchillos, ni centinelas que lancen conspiraciones,
ni perros amaestrados para buscar cadáveres,
ni entrañas agitadas por el asco: en realidad, no necesito mucho,
sólo saberme vivo para explicar mi propia muerte, —lo demás es ganancia,
en este bramido del hartazgo…

Barataria, abril de 2011

miércoles, 13 de abril de 2011

CADA LETRA DEL VUELO


Cada letra, águila en los labios del sueño; vuelo mayor del aliento.
Temblamos cuando recordamos la vocal de la infancia,
la ciega inocencia del aire, el tiempo entregado al eco y la madera,
no al humo quemado del aceite, al nido amanecido
en el eucalipto, a la epidemia de la luz sobre la lluvia.
Imagen Jon Sullivan




CADA LETRA DEL VUELO




need someone to show me the things in life that i can't find
i can't see the things that make true happiness, i must be blind
make a joke and i will sigh and you will laugh and i will cry
BLACK SABBATH




Cada letra, águila en los labios del sueño; vuelo mayor del aliento.
Temblamos cuando recordamos la vocal de la infancia,
la ciega inocencia del aire, el tiempo entregado al eco y la madera,
no al humo quemado del aceite, al nido amanecido
en el eucalipto, a la epidemia de la luz sobre la lluvia.
Aquí estoy, cada letra del sueño una erosión de días y noches,
el granito temprano de las quemaduras,
el ala entreabierta de la puerta,
las imágenes que siempre soñé en la intimidad del cuaderno,
la tinta como césped llegando al aliento.

Cada claridad es definitiva en la alforja del alfabeto: bóvedas, almácigos
en crecimiento,
madera del paisaje en la sazón del vuelo,
siembra del ardor en su íntimo sesteo, el instinto que deslumbra
en el grano, una vez llegada la honda brisa del camino,
el sonido vivo de lo esencial de los sentidos: la redondez del fuego
esculpido en las sonajas de la rama.
Siempre la luz ha sido una estación de aves, cauces hechos
con las hostias del invierno, puertas de germinar todos los días
en el polen, sembradíos resucitados en la respiración.

(Pero no siempre el vuelo es de altura; a menudo, se vuela bajo,
pisoteando los zapatos de la Esperanza,
mordiendo la tierra: el polvo de las aceras, la esquina triangular
del péndulo, las jarcias del tacto, los otoños oscuros de la lejanía.
A ras del estertor como un Lazarillo sobre el surco,
mordemos la clandestinidad de las sillas,
la sombra difusa que envuelve nuestras propias calamidades:
en el pecho, sin embargo, amanecen racimos de cierzo,
hambres inauditas que aligeran el paso de los días,
golondrinas que emergen del alero de las ventanas, ecos de agua
sentida en los poros,
ríos, acaso de una querencia inexplicable.)

Así, en el poema, cada letra es una sed. Vuelo de sencillos meses,
rama donde se va haciendo la existencia, cama donde se gastan
los poros, soles con eficacia de escaleras.
Cada letra en el poema, es un poco de la propia muerte, una puerta
abriéndose sin tornillos, un descubrimiento de la propia herida:
llevamos días de memoria y arenas movedizas,
un pinar de pervertidas ilusiones, escombros de impacientes
lunas, altares de meticulosa saliva.

—El poema nos erosiona como la piedra en la intemperie: gota
tras gota, el silabario de amasados vientos,
mi silabario, a menudo, de olvidadizos pájaros, las arañas
en la certidumbre de las puertas, los silencios de la casa abiertos
a la alegoría de las elegías, a las olas furtivas de las axilas
abriéndose a los muslos del tabaco…

Barataria, abril de 2011

martes, 12 de abril de 2011

SUPERVIVENCIA


De pronto la noche sube a la flama del tejado, flecha del viento
cediendo al conjuro del viento envuelto en telarañas
de resquebrajada risa.
Sólo quedan los desvanes oscuros en los ojos, la luz horizontal
de las ramas oscurecidas del signo rasgado de la ventana:
sobrevive el pespunte incandescente del anhelo pese a la zaranda...
Imagen de Jon Sullivan




SUPERVIVENCIA




Lo humano va muriéndose en el hombre. Cada día
es menos el amor, menos la risa.
WALDO LEYVA




De pronto la noche sube a la flama del tejado, flecha del viento
cediendo al conjuro del viento envuelto en telarañas
de resquebrajada risa.
Sólo quedan los desvanes oscuros en los ojos, la luz horizontal
de las ramas oscurecidas del signo rasgado de la ventana:
sobrevive el pespunte incandescente del anhelo pese a la zaranda
pulsante de la melódica, túnica asida al libro de la brisa.

Sobrevivimos al anfiteatro de las fotografías: cada zarza guarda
las ocultas confidencias de la ópera,
ese silbido gimiente de la noche en la sábana que riñe
con los corredores de la mesa, aguas, botones, mordiscos al palo
encebado del tiempo, detenido en el vilo de los cedazos.
—No es sólo el calostro en el mordisco de los dientes, es el faro
del hambre con sus bocados de tumba,
el huevo frito del artificio,
los frijoles borrachos saliendo de la sartén del cielo, la lengua
con paladar de escamas, el rock del olfato en la cebolla del sexo,
migajas de la noche en la sombra de los cadáveres.

Vivimos días sólo para santificar el santo rosario sin pena ni gloria;
el sueño en el atril de las nubes, sigue siendo lo más humano,
pero no la claridad hacia el infinito.
(Morimos, así, siendo menos humanos: nos arrodilla el vinagre,
y el cuerpo cansado de hundirnos minuciosamente en la almohada,
en los himnos patrióticos de la Nada,
buzos ciegos sin descifrar las aguas de la escritura.)
Encallamos en la lluvia corroída de los rincones. Mordemos
las valijas de las fronteras, barremos los espejos con la saliva
del ansia, desvistiendo las calcomanías del espejismo, el traje
oscuro de la niebla, respiramos los esparadrapos del sigilo,
el fuego huraño de las manos,
el paraíso apocalíptico de los relojes, creados para la zozobra;
los días sólo tienen respiraciones virulentas,
y no tinajas donde se encuentre el equilibrio de las balanzas, telegramas
de pastosa letra, en el purgante incendiario de la fábula.

(Hoy más que nunca sobrevivimos a la par de la salmuera del verdugo,
al disfraz devocional de las estrellas,
a la locura del vómito, al insomnio que suscita el hambre:
jugamos a la inclemencia de los fetiches, a los juguetes de la diáspora,
a los versículos sofocados del deshielo,
mientras el ojo sigue el trayecto de la cuesta de la alegría,
que no desemboca en el pecho, sino en el azogue…)

Barataria, abril de 2011

lunes, 11 de abril de 2011

DESPOJOS


Ebrio de páginas me hundo en la ciénaga. Cubro mi boca
con el pañuelo de las nubes. Hay dolores como la piedra de los muertos,
momentos difíciles para costarse en la esquina de los ángeles,
muerden las sombras, la túnica del hollín,
el estiércol de la lluvia, desfila la historia con sus palabras huecas,...
Imagen de Jon Sullivan




DESPOJOS




-Me di contra la vereda.
-¿En defensa propia? -indagó el agente.
-No, en ofensa propia: yo mismo me he descargado la vereda en la frente.
MACEDONIO FERNÁNDEZ




Ebrio de páginas me hundo en la ciénaga. Cubro mi boca
con el pañuelo de las nubes. Hay dolores como la piedra de los muertos,
momentos difíciles para costarse en la esquina de los ángeles,
muerden las sombras, la túnica del hollín,
el estiércol de la lluvia, desfila la historia con sus palabras huecas,
señoras y señores, desde la tumba se ven las estrellas,
la limosna cae torpemente en los albañales,
el juguete de los muertos reclama al País por sus horrores,
extraño la mano de Dios en la escupida del vecino,
vivo los horrores de los cadáveres del libre mercado,
la piedra fétida de los retretes se ha vuelto la sobremesa diaria,
bajo el reino de la piedad, comulga la joroba de la noche
con el hambre, con la mano sucia del extraño habitante
de neumáticos, fieles ovejas del abismo, —remedo, apenas, de este
atroz abismo donde la pus entona los pabellones nacionales,
no sin cierta hambre de vampiros,
doble imagen del camino en el pantano del gas licuado.

Ya todos aprendimos a convivir con los muertos: aprisionar el humo
de la olla de los frijoles, beber la pildorita deshecha de las fórmulas
matemáticas, orinar al pie del horcón del PIB,
gritarle al infierno el ardor de los amantes insatisfechos,
masticar los hedores escritos de la historia nacional,
extasiarnos en el aliento de la astucia, morder la bilis del perro
que ladra su propia sarna,
lavar los harapos en la piedra desteñida de Esperanza,
sin más misterio que las ciudades absurdas de la oscuridad con todos
sus antros colgados de las pupilas.

Hasta los inodoros duelen a elegía: imanes de luciérnagas desteñidos,
con que los jardines nutren sus raíces,
el cuerpo entero de un pubis en la boca, la melaza del ayote,
el último huracán del sueño en la boca, los pómulos golpeando
la carpa soluble de los sonidos, —juego a derretir el pecho,
con una brasa de salamandras, anclar el cordel de la jungla
en el racimo de tejas de la respiración; luego, rellenar los estiajes
con relámpagos para ver la profundidad, al niño de siempre
en el espejo, desnudo tren de los encajes en el parpadeo.

—En cada despojo hay calles de desvelo: la risa más siniestra
es la que juega a ser asesino, delta de pulsiones escondidas.
Cuando busco la ternura, le cierro los ojos a las enredaderas,
Lamo el pergamino de la noche pensando que no tiene aldabas.
Lo demás, es lo mismo en un País de grietas y agonía…

Barataria, abril de 2011

domingo, 10 de abril de 2011

ESPECTROS ATERIDOS


En lo agreste del miedo, las ventanas impolutas, pero en sigilo;
los niños, las puertas, el tiempo en el capullo de las mochetas,
—el tiempo en su túnel de escapularios,
túneles sobrevivientes de la muerte, transpiraciones de la claridad,...
Imagen de Jon Sullivan



ESPECTROS ATERIDOS





This life that I live
It aint for the weak
Got my roddy gangster that came off the street
Im trying to keep the peace
but I gotta keep my pace…
CYPRESS HILL




En lo agreste del miedo, las ventanas impolutas, pero en sigilo;
los niños, las puertas, el tiempo en el capullo de las mochetas,
—el tiempo en su túnel de escapularios,
túneles sobrevivientes de la muerte, transpiraciones de la claridad,
cuando la espesura revela sus propias oscuridades:
el pájaro del tránsito subvertido,
la frente del aleteo de la bruma, la tinta del camino en cada página
como indeleble harapo.

Caminamos entre carnicerías de cadáveres, sedientos fuegos
de bocas, libros de misteriosas telarañas, poemas que borran
los espejos o hacen más tétrico el nunca o el siempre del alma.
Mordemos las aldabas de los zapatos, cuando éstos, temblorosos
inundan las uñas del planisferio,
cuando la ceniza es parte de la duda, y el cuarto oscuro de los sesos,
arquea el último dardo del eco consumido por las aguas
del ojo derruido por el olvido purificado que lame
la cartomancia del paisaje.

Cada cual muerde sus propios secretos: el paladar duro de su propio
suicidio, el ápice arrancado del crucifico que lleva en los hombros,
la película en blanco y negro del sueño,
el santo patrono como protección para los días aciagos;
cada quien desciende a los infiernos bajo su propio riesgo;
afuera hay rodillas masturbando la pestilencia,
platos desechables golpeando las pupilas, bocas vencidas
de tanta pesadumbre, rostros que nunca supieron de la sobriedad,
y ahora braman en la hojarasca
como pequeñas serpientes en celo, como muñones ladrándole
al vacío, ateridos nudos en la lengua al margen de las antorchas.

Uno vive a plenitud el caos, cuando la limosna se ha elevado
a rascielos, y el juego de la niebla un consenso: nos gobierna
la limonada de la utopía trasnochada,
la estación seca de la duda, el latido ignoto del vértigo,
ciertas regulaciones y por supuesto, las castraciones: no debe pensarse,
porque se atenta contra el status quo. Hay que callar. Sin perros
que ladren, está garantizada la seguridad, invulnerable el frío,
incólumes los saqueadores. De pronto es absurda la sed y los espejos,
esa soledad que nos da el poema,
la falta de manteles sobre el césped, el silencio de los trenes
que nos habitan en medio de la congoja. Es mejor no pensar
en el rumbo de la almohada; hay que intentar el silencio impecable,
y jugar conscientemente a los absurdos,
al atardecer del tabaco en medio de los dientes, escupir el insomnio,
abotonar la cópula,
sólo espiar la imagen de uno mismo en el tragaluz del humo,
en ese otro aullido del calendario en los toques de queda.

Barataria, abril de 2011

sábado, 9 de abril de 2011

LECTURA DEL ESTORNUDO


Siempre es una paradoja la válvula de escapa de las estaciones.
La regadera del estornudo carcomiendo las pupilas,
los Siete enanitos burlando su propio excremento,
Alicia en medio de las moscas de los retretes, o Bambi jugando
en la enredadera de las pecas,...




LECTURA DEL ESTORNUDO




I'll hold on while you drift away
Cause everything you wanted me to hide
Is everything that makes me feel alive…
VERTICAL HORIZON




Siempre es una paradoja la válvula de escapa de las estaciones.
La regadera del estornudo carcomiendo las pupilas,
los Siete enanitos burlando su propio excremento,
Alicia en medio de las moscas de los retretes, o Bambi jugando
en la enredadera de las pecas,
los tres tristes tigres en las mil y una noche y el Aleph,
con historias urbanas, Peter Rugg en la aventura de la intemperie.

Los dinosaurios engendrados por Augusto Monterroso,
y hasta un pájaro desgastado en la ceniza de la historia:
cada quien es inocente en el vaso de sus propias ilusiones;
pero no se vale escupir para oscurecer la alegría,
ni estornudar en la piedra en vivo de la inocencia,
ni siquiera invernar en la marea de la alta noche,
ni en la crayola heráldica del dintel,
ni en la sal de la rama estrujada, puerta del granizo, aldaba del aire,
ni en el claro del aleteo del desquicio, meses con fatiga,
mucho menos sobre la luz que alumbra los cuadernos, el quicio
del aire tallado en las sienes.

(Siempre me ha gustado el juego de naipes del paisaje:
la deshora postulante de los páramos, la farmacopea de la túnica
como escondrijo beatífico de la sedición,
los comales de barro a dos caras,
las caravanas de zompopos mordiendo telarañas hirsutas,
los días de guardar el deseo en una alcancía de porcelana.
—desde luego me encanta leer los estornudos del girasol en la hoguera
de los panteones, lamer el osario bíblico del pudor,
por aquello de que “el gusto de alabanza, a todos alcanza”,
quitarme el tizne tras el golpe de la sartén, (siempre es bueno,
“hablar, poquito; y mear, clarito”). Cierto es que, mientras uno no muere
se está vivo; en el charco de la aurora,
el musgo del calendario muerde la brújula, el oficio de aprendiz
de pespuntes, colorear mundos irreales, a cuesta de cábalas
y hamacas, —a cuestas de lápidas oscuras y limo.

Debo suponer que el universo, hoy, ya no es incógnita, sino un estornudo
revelado como aceite de herético éter.
Después de todos los miedos posibles, debo pensar en el poema
de principio a fin, en el pájaro escaldado de las consonantes, en la vocal
cierta que de todas maneras escupe la tarde, en el sacrilegio
de beatificar las alcantarillas, en la seducción que me provoca la idiotez,
en un poco de blues prostituido por el tabaco y la agonía de no ser
cadáver, sino un nombre acaso con letras extrañas,
en la estación de los sellos postales, agua demasiado densa
en las paredes, perros de póstumos ladridos, libros que habré
de quemar un día, justo en la hora cero del dolor de muelas.

Barataria, abril de 2011

viernes, 8 de abril de 2011

CABALLO DE TROYA


En el eco se siente la orgía de los halcones, a menudo el poema
quiere hacerse Epeo, un simple estratagema de espasmos,
un guión de teatro en el Paraíso de los alfileres.
Dios me guarde de aquel engendro de madera antes de llegar a Ítaca,
ciudad yerma, al borde de la locura,...
Imagen tomada de Wikipedia




CABALLO DE TROYA




Agathos.-Nada has dicho, Oinos mío, que requiera ser perdonado.
Ni siquiera aquí el conocimiento es cosa de intuición. En cuanto a la sabiduría, pide sin reserva a los ángeles que te sea concedida.
EDGAR ALLAN POE




En el eco se siente la orgía de los halcones, a menudo el poema
quiere hacerse Epeo, un simple estratagema de espasmos,
un guión de teatro en el Paraíso de los alfileres.
Dios me guarde de aquel engendro de madera antes de llegar a Ítaca,
ciudad yerma, al borde de la locura,
ciudad negra en medio de cierta fauna galopante: respira no la piedra
soez, con sus arrugas despellejadas, sino cierto veneno
ensortijado, monstruo de aquella ciénaga de la metrópolis:

(“…construyen los caudillos griegos, a persuasión y por arte de la divina
 Palas, un caballo grande como un monte…”
“…Muchos miran con asombro la funesta ofrenda consagrada a la casta Minerva, y se pasman de la mole del enorme caballo. Timetes, el primero, nos exhorta a llevarlo dentro de los muros…pero Capys, y los más prudentes con él, aconsejaban, o que se arrojase al mar aquel falaz artificio, don sospechoso de los griegos; o que… se lo redujese a cenizas; o que,
en fin, se taladrase el vientre del caballo…”
“...abrimos brecha en la gran muralla y dimos ancho acceso a la ciudad. Todos se entregaron a la obra; encajaron ruedas debajo de los pies
del caballo y le echaron al cuello fuertes sogas...cuatro veces se detuvo
el caballo en el mismo umbral de la puerta, y cuatro veces resonó
en sus flancos un crujido de armas...”)

—Yo sueño anticipadamente con la risa de las debacles:
veo las faltas de ortografía en los dramas; intuyo la esclerosis de la saliva;
en el camino me asalta la cuesta de ciertos narcisismos,
(no los míos, claro, que tampoco son ángeles) el narcisismo, por ejemplo,
de la falsa candidez,
las escenas de desdicha alimentadas por Mefistófeles,
la sombra que da vuelta alrededor de los zapatos.
Una manera de reír, —me digo mientras escribo entre colillas—,
es leer la esquina humana de las fábulas: para ello acudo
a Augusto Monterroso, “siempre estamos contando historias y pidiendo
compasión”, siempre nos contagian los pedales de las bicicletas,
carraspean las extremidades banales de ciertos exorcismos,
y claro podemos levantar la mano para tener derecho a sobremesa,
así como hacen los pronombres colectivos de los malos modales.

—Pienso, claro. Bueno, pienso —en ciertas sagacidades—: en la luna
menguante del susurro, en el pavor de los vampiros,
en la Flor del Olivar de Carmen Naranjo, en los sahumerios, antes
que el último peldaño de la escalera caiga sobre la cópula del espejo.
—Queda poco en este mundo que no huela mal: hay una vasta noche
de suicidios al tamaño de Wall Street, en mi propio cenicero.
Es probable que el miedo produzca tantos cataclismos hasta convertir
en algoritmos las alcantarillas, el propio alud sin sentido
de las palabras, los fantasmas colgados de la agonía.
—Juro que me encantan los cuentos de hadas y piratas, sin dejar
a un lado a Sherlock Holmes…

Barataria, abril de 2011

jueves, 7 de abril de 2011

SPRING OF MIDNIGHT


Debo pensar en estas dimensiones hoy domingo. La grandeza
de la primavera está cargada de cuadernos, gradas con semáforos
de colores, juegos de ventanas convertidos en lámparas.
Debo pensar en los élitros del seno, la luz de medianoche
en los pezones, la piel visitada por mis manos,...




SPRING OF MIDNIGHT




Aún me obceca hallar estanques
Y adormecidas trampas.
IRINA OJEDA BECERRA




Debo pensar en estas dimensiones hoy domingo. La grandeza
de la primavera está cargada de cuadernos, gradas con semáforos
de colores, juegos de ventanas convertidos en lámparas.
Debo pensar en los élitros del seno, la luz de medianoche
en los pezones, la piel visitada por mis manos,
la tempestad que arrecia el cuerpo con la llovizna de cerezos
a flor de piel, en la luz que nos respira.

Podríamos reír de lunas en tan fresca desnudez de las pupilas,
podríamos quemarnos en las gaviotas de la noche
y recoger la desnudez de las estrellas, la policromía de la noche
en su juego de calendario entretejido.
De hecho, las calles anchas duplican nuestras sombras,
el tafetán con guiños de respiración suculenta,
los escapularios palpitando en la brasa por horas enteras:
hay en esto un extraño apetito de formas, ese cuerpo de la fantasía
que rodea los colores de la ráfaga, el minuto real de los violines,
la tangente de las baldosas a la hora de la siesta.

De joven palpé la levadura de los poros: era muy joven para tanta
quemadura, era la alquimia despierta de las ventanas,
o el simple apoyar lo fugitivo en la medianoche: esa otra luz
diurna del desvelo, sin paredes, con mar oscuro en las paredes.
Pero la memoria nos convoca en sus aguas suculentas,
aguas dormidas en el lagrimeo de la estaca,
pincel en jardín de cofradías, artillería sin solapas,
más que el polen deshojado del quejido: aquello era, anónimos
disparos en la calle, pétalos, espejos, horadando piedras,
manos envueltas en el torbellino del musgo, visibles sustancias
en el aliento, ínsulas de fuego ofrecido.

Aunque la medianoche esté instalada en los estribos de los lóbulos,
estoy aquí naciendo del aire de la primavera, (adentro son indelebles
los pies descalzos, el deshielo de los sombreros,
la música del manglar, el agónico chorrito de agua
que baja como una pedrería azucarada.)
Sombras densas se vuelve la esencia de la noche. Sombras misteriosas
que no caben en ninguna alacena, límpidas imágenes esparcidas
en los gajos de la entraña.

Debo pensar en la atarraya de las incandescencias, y caminar junto
a la avidez de los mercados; debo convertir las sillas en guitarra,
el tacto en trapecio de respiraciones,
quedarme aquí en el acuario del desvanecimiento,
o seguir ese riíto hasta esparcir todas sus aguas.
De cualquier forma, también la primavera florece en la medianoche,
Aquí me quedo dibujando albercas…

Barataria, abril de 2011

miércoles, 6 de abril de 2011

FECUNDACIÓN DEL VIENTO


Aquí llega la claridad de los eucaliptos. El altar de las ventanas
con su transfigurado tránsito: no es la hojarasca, sino el camino,
el calendario de la levadura, el viento de los pájaros traspasando
las pupilas. Es el azúcar peregrina del mar, la certidumbre
del pergamino de la saliva en el agua que abre las mareas.
Salt Lake City, foto de André Cruchaga




FECUNDACIÓN DEL VIENTO




There were times i wasn't kind
and there were times i wasn't even around
and there were times i made you cry…
LENNY KRAVITZ




Aquí llega la claridad de los eucaliptos. El altar de las ventanas
con su transfigurado tránsito: no es la hojarasca, sino el camino,
el calendario de la levadura, el viento de los pájaros traspasando
las pupilas. Es el azúcar peregrina del mar, la certidumbre
del pergamino de la saliva en el agua que abre las mareas.

En la cicatriz ya borrosa de la Esperanza, el gato montés de la rama
sobre la orquídea colgada del ojo del búho,
los cubiertos sobre la mesa,
el mantel de los sueños con sentido de nido,
elefantes las gotas de armonía de las alas, acaso las gaviotas,
luces blancas de la harina, en el fragor del horno:
festejo, cierto, de las esferas, de aquel vaso que la noche quebró
en el atril de las sombras, en la butaca recién hecha del júbilo.

La fecundación es una fiebre de hamacas vertiginosas,
donde las axilas huelen a madera
y el sudor a esas curvas de la sal en plena marea.
—Siempre fue necesario lavar los pies en el aguamanil de la renuncia,
quitar la brida a las rodillas del trino,
lanzar la primera piedra de todos los sentidos, antes que el gallo,
subiera al resplandor del ansia.

(De pronto la acechanza de la ciudad nos petrifica: la canícula
de los huesos en pleno ofertorio, la balanza olímpica de la ingratitud,
el lecho cohabitado de las telarañas.
Mientras el aliento disfraza sus estupores, los espejos se vuelven
verjas alevosas, oscuros mendigos de la impudicia.
A raíz de la bulla, mi continencia se desbarata: la oscuridad huele
a mendigos, los dedos obscenos a suciedad, a esa respiración
abierta de los buitres en plena intemperie.
En la levedad de los féretros, jamás he encontrado tinajas,
sino panales de hormigas oxidadas, envueltas en sombras desvividas:
—nadie me dio, por cierto, un esqueleto para collares,
sólo una gota de agua convertida en salmuera, sábanas de aullidos,
furia de sombras, corrales sostenidos por la arena.
Detrás de tantos muertos en este País, morir es la mejor rebelión,
que uno puede lanzar a las aceras; jamás conocí la justicia,
salvo en camisetas, en las vallas publicitarias del pecho, quizá
en aquélla noche de leche espesa, donde disfracé la ceniza en esperma.)

luego he imitado el delirium tremens de los borrachos,
ese “síndrome confusional agudo”; le he puesto purgante a los ojos,
y un poco de azúcar a los matches para que la vena de azufre
sea piadosa con mi sarro, con la nueva fecundación de los atrios.
—Así de simple, la dialéctica rompe las agallas: luego brota
de la conciencia un puño de horizonte, otras monedas para la ofrenda
de los días de aguacero abriéndose paso en el respiro.

Barataria, abril de 2011

martes, 5 de abril de 2011

TEJADO OSCURO DEL DESVÁN


En cada piel blanca respire el árbol del aire, la armadura de las tejas,
el desván donde el relámpago inhala retinas y noches
con puñado de aleteos: aquí pienso en el aserrín de los años idos,
el surco donde la brújula cabalga en las cortinas de aquella
ráfaga con zumos despojados de la sazón,...
SALT LAKE CITY, FOTO ANDRÉ CRUCHAGA



TEJADO OSCURO DEL DESVÁN




A bigger man than you he stepped on me
He put me under shoe just to see
What it’d do to me but I always roll out alive…
GEORGIA WARHORSE




En cada piel blanca respire el árbol del aire, la armadura de las tejas,
el desván donde el relámpago inhala retinas y noches
con puñado de aleteos: aquí pienso en el aserrín de los años idos,
el surco donde la brújula cabalga en las cortinas de aquella
ráfaga con zumos despojados de la sazón,
—tempestades de luna llena en combustión, blancas relojerías
en la hoguera, pétalos con élitros,
párpados como el armario de la nieve dentro de la chimenea del ala
que suelta el azúcar del vuelo, el sol de la voz en las manos,
las estrofas de la noche, la sábana del verso debajo de las redondas
vocales de las ventanas:
—en el deseo del tejado, el invierno persiste con su verso de agua,
devora las orquídeas colgadas de las velas, trasfondo del poro
que respira la dentadura como otro ojo en el horcón de la respiración.

La claridad tiene el desafío de armar el puzle de la noche,
vivir es ir quitando la piel de lo inhóspito, quitar la sal de las pupilas,
subir al techo sin puñales,
borrar la escalera ciega de los tafetanes,
coser las enramadas del sexo, quitar de las portadas los rasguños,
humectar el desván con los rescoldos del bálsamo y el eucalipto,
asir el aire rojo, descalzo, de la bengala del pecho.

Al atardecer, casi a la hora del crepúsculo, el resplandor repta
en las vigas de la casa: de noche a día, la ceniza desvanece su propia
oscuridad, el aire crece en el desván,
el fuego afina su terciopelo: blancas campanas de alelíes,
aguas de articulados espejos, el sonido que se vuelve parra de imanes,
palabras al pie del jarrón de los lóbulos,
palabras sumidas en el piélago de esta víspera en construcción
de los metales, diurno arrecife fundido en mis manos,
calles de elevados tejados donde la cuajatinta, dibuja cerrados ojos.

(Después de todo, lo que vive es el paisaje retenido en los ojos:
la luna roja de las colinas,
la levitación del deletreo en el rostro de la antorcha. Cada día nos da
su propio pestañeo, el libro entero del susurro en los labios,
el sacramento revelado en el huso horario del pubis,
quizá el enigma antes que el correo desvele el panal contenido
en el jardín. El día celebra los zapatos de la imagen andada,
el fuego de ríos de los fósforos, el timbal a punto de quemarse
de los párpados: nacemos aquí, en el acertijo de las manos,
mientras el péndulo salta del reloj, mientras la albarda soporta
nuestro propio peso, las dos sombras transidas del espejo.)

Barataria, abril de 2011