miércoles, 30 de marzo de 2011

OLVIDO


Imagen de Sandra Ledeska Apablaza



OLVIDO




Donde hay olvido, no hay dolor.
Donde hay olvido se disuelven las huellas
y la luz, toda, proclama su festejo. Nos abraza.
Donde hay olvido crujen desnudas las mañanas:
altura trascendida, reposo del guerrero.
Donde hay olvido, hay descanso:
la luz resplandece en la propia imagen,
la porcelana del agua trina en el teclado de los pájaros.
Donde hay silencio, florece un jardín de jazmines.

Barataria, 2005

martes, 29 de marzo de 2011


Quiero llorar aquí frente al cántaro roto.
¿Dime, País, quién eres?
¿Qué luz sobre el día no será herida?
¿Qué bandera no será astilla?
¿Qué firmamento de alegría nos espera?
Imagen tomada de la red




DIARIO DE UN POETA (XVI)





Quiero llorar aquí frente al cántaro roto.

¿Dime, País, quién eres?
¿Qué luz sobre el día no será herida?
¿Qué bandera no será astilla?
¿Qué firmamento de alegría nos espera?
¿Qué juegos jugarán mañana los niños?
¿Qué campanas tocarán la alegría?
¿Qué agua beberán los pájaros?
¿Qué otros muros se levantarán frente a nuestros ojos?
¿Qué madre ya no llorará a sus hijos?
¿Qué sepulturero dejará de enterrar muertos?
¿Qué noche dejará de ser lúgubre eco?
¿Qué viento será amigo del sueño y las ventanas?
¿Qué sendero tendrá claveles?
¿Qué faroles no serán lienzos de balas?
¿Qué mariposas acumularán vientos?
¿Qué brazos serán para asir la esperanza?
¿Qué césped será almohada?
¿Qué casa no será más un gheto?
¿Qué voces no serán de espanto?
¿Qué silencio no será mordaza?
¿Qué relámpago no borrará las pizarras del alba?
¿Qué abismo dejará de ser fosa colectiva?
¿Qué ciudad encenderá espejos?
¿Qué calendario dejará su arrogancia nocturna?
¿Qué imágenes de vida recobrará el lenguaje?
¿Qué discursos serán cristales?
¿Qué días alcanzarán la sensatez?
¿Qué noche dejará de ser nido de cuervos?
¿Qué aprendizaje dejará de ser monólogo de párpados?
¿Qué espejo no será lluvia de saliva?
¿Qué música bailarán nuestros suspiros?
¿Qué palabras subirán las escaleras del honor?
¿Qué hora dejará de ser deshora?
¿Qué ceniza dejará de ser delantal nocturno?
¿Qué bolsillos no tropezarán con el hambre?
¿Qué niñas dejarán de ser asediadas por el vaho?
¿Qué cerraduras ya no serán agónicos cielos?
¿Qué cadáveres dejarán de ser anónimos?
¿Qué misa sacudirá el hollín de las sienes?
¿Qué mar se oirá en los caracoles?
¿Qué zapatos caminarán sin paraguas?
¿Qué melancolía no será de cadáveres?
¿Qué mar dejará de agonizar por falta de corales?
¿Qué insurrección será como el filo de un vilano?
¿Qué democracia dejará que juzguen los establos?
¿Qué guerra no romperá el corazón ni los tejados?
¿Qué viento de nuestro País no despeinará la tierra?
¿Qué pensamiento dejará de ser sólo destello?
¿Qué paz interminable llenará nuestra sangre?
¿Qué garganta será azul de palabras?
¿Qué camino será suspiro y no nido de hormigas?
¿Qué día será niño y no anciano?

Quiero llorar aquí frente a los flecos de la espuma.

Sobre el talpetate del País naufragan mis huesos:
La violencia tritura el aliento, desangra la madera,
Abre los graneros y se enreda en los inodoros.
El terror mantiene a oscuras las casas.
De vez en cuando sólo funciona la pulsación de los celulares?
Y el secreto juego de los políticos.
El País es una profunda diáspora:
El laberinto de su memoria no llega ni a luciérnaga;
El temporal de la inclemencia se ha vuelto dogma
Y los brazos, sólo un anuncio publicitario…

Barataria, 28. 05. 2007

Del libro: Sinfonía del caos, 2007

domingo, 27 de marzo de 2011

LLAVES DE LA LEJANÍA


Yo digo que el silencio es la mayor impunidad, el riesgo que corren
las palabras, de ser sólo eso: palabras sin aliento en un mundo
de deseos, voces sin oídos, fosas cuya voracidad nos mata a mansalva,
tampoco los dientes ayudan mucho, a menudo, para el tamaño
de los sueños, para el ojo que lee las heridas,...



LLAVES DE LA LEJANÍA




el aliento es el silencio del viento…
PERE BESSÓ




Yo digo que el silencio es la mayor impunidad, el riesgo que corren
las palabras, de ser sólo eso: palabras sin aliento en un mundo
de deseos, voces sin oídos, fosas cuya voracidad nos mata a mansalva,
tampoco los dientes ayudan mucho, a menudo, para el tamaño
de los sueños, para el ojo que lee las heridas,
ángeles o demonios de rodillas, albas oscuras de la fatiga:
nada está próximo pese a la válvula de escape del traspatio,
años y años, la sombra mordiendo el ceño,
la roca pulida por el picapedrero de la paciencia, la pizarra del aire
con su aliento transido,
la oscuridad que de pronto aviva la ceniza de los sentidos;
temo que no existan tales llaves en la lejanía: si acaso, semanas
completas de falsa sabiduría, silencios, noches, flaquezas,
repertorios para el rezo,
cabuyas en olvidados ceniceros, caites de fiera tortura,
horas de asedio susurrando en los bolsillos de la Esperanza. Lo demás,
quizá sea falacia: sustancias para fabricar el ungüento, calles
vencidas de tanta sal, balcones ciegos,
lupanares donde bebemos nuestra propia orfandad, puertas
donde ahora mismo son inmensos túneles, insoportables noches
de gargantas, panales, telarañas de turbios tejidos:
(uno siempre sueña con ciertas lejanías, —con las sucias ventanas
del hoy, fundamos el estertor de mañana,
pero nos persigue, de momento, la polilla, el vinagre roto del reloj,
esa seducción de las paredes, el cautiverio y no el cauterio,
el musgo de los muebles a la intemperie, el silencio malogrado
al servicio de los recuerdos, —a veces rostros envueltos en el barniz
de los almanaques, no el libro transparente del pecho.
De pronto perdemos la eficacia del incienso y la sonrisa, cortamos
la pureza de los ojos y nos metemos al imperio del sudor innecesario.
—Hacemos de la escoria un padrenuestro, quitamos la luz
del párpado e invocamos las agujas, el almendro retorcido
de la sombra, la porfía como una mano acusadora y acudimos
al viejo truco del barbasco para atrapar peces.
Al final, no sé de qué claridades fueron hechas las llaves,
cada nido de ataúdes para las sombras, cada cielo de azúcar,
cada compañía que marchitó en las esquinas, cada caballo que masticó
la brida, cada toro que saltó el enjambre,
cada silencio que bien pudo haber sido sencillo.)
Cada acontecimiento se va haciendo polvillo en el asfalto: cada hoja
que cae, sedienta hamaca en el aire. Al final, la claridad es sólo
un espejismo, miseria desatada de la mente…

Barataria, 26.III.2011

sábado, 26 de marzo de 2011

UNDERGROUND


En la clandestinidad resisto las llamas colgantes de los filmes negros,
aquella posibilidad incierta del ojo en la noche,
la parra de amaneceres en la tinta desparramada, cortada de un tajo
en la cáscara del celaje, tierra sumida la claridad donde patino.
Imagen de Sandra Ledeska Apablaza




UNDERGROUND




When you dream, you know you're gonna dream alone
When you dream, in your mind all alone
All alone, all alone, you know you're gonna do it alone
All alone, all alone, you know you're gonna do it alone…
THE VELVET UNDERGROUND




En la clandestinidad resisto las llamas colgantes de los filmes negros,
aquella posibilidad incierta del ojo en la noche,
la parra de amaneceres en la tinta desparramada, cortada de un tajo
en la cáscara del celaje, tierra sumida la claridad donde patino.
Herejías del tintineo, las monedas de la saliva a punto de saltar
de la lengua, cámaras subterráneas del desvarío más atroz,
donde un trozo de cielo saquea los jardines,
el escote de los violines, la paranomasia, el quiasmo o el clímax
en el downtown del balcón de las acrobacias, arrebato de alacenas
en el suelo, herrería del ciempiés en el aguaje,
de la abeja de carne rozando la gasa, los benditos oscuros abajo
de la tormenta en pleno deletreo de la tierra.
Así llega toda tempestad con sus torpezas: cada quemadura, después,
es líquida ceniza; cada mano, dedo, pulgar, índice, rieles,
subway, moscas quemadas en la sombra de la audacia.
En cada pertrecho, huele la soldadura obscena, la sal, el azufre,
el alma, los pecados capitales de la herida,
(desde luego no falta la desgracia de soñar en falso: buscar con peripecias
de ladrón, a hurtadillas el trastorno del tráfico, los escombros
de la luna en el cáliz de la alianza,
manos ahogadas en la plasticidad de la erosión,
en la horca de la fuga fundada en dientes colosales: es claro después
de todo, que los meses entran sin nombrarse, una taberna de mar
con acantilados, el sol negro de la aureola de los santos,
la nube quemada del amor,
sin darme cuenta de la sorpresa en el dintel de la puerta, sin que
nada pase después de todo, cuando ha pasado Heráclito por todas
estas aguas de pasajero inocente. Los recuerdos metidos
en la conciencia, pesan después de todo, desde luego si han llovido
pájaros y en el nido quedan himnos de araucarias, amates, tersura
de papaturros, honduras que no se ven, se abren cuando madura
la fiebre del ombligo sobre la danza de las piedras.)
Al final todo queda bajo tierra: aquella fotografía sobre el aguamanil
de los pétalos: el secreto a dos voces de la distancia,
la lascivia secreta del ansia, el kleitoriázō límpido al abrirse
el aliento, el ojo temporal en los dientes, desvestida alegoría
de la piedra en el pulso desvencijado de la noche. ¿Cuánto dura
la creación de la luz en este recinto de almohadas, cielo con jabón
después de la espuma ácida de los zorzales? —un instante basta,
para quemar toda la nave de los muslos: lo demás es fotografía
y candelabros, corvos jardines del firmamento…

Barataria, 25.III.2011

viernes, 25 de marzo de 2011

NO HAY LUZ; NO HAY AIRE


No hay luz, es cierto; tampoco hay aire: los viejos dilemas del ser
o no ser, se posesionan de este reino. Imágenes. Semillas. Tacto.
Ahora se puede hacer un sembradío con todas las tristezas:
la clandestinidad en la línea del fuego, los lugares poco comunes
de la sobriedad, los ojos que nos deja la sospecha,...
SALT LAKE CITY, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA




NO HAY LUZ; NO HAY AIRE




Oh, my life is changing everyday,
in every possible way,
and oh, my dreams, it's never quite as it seems,
never quite as it seems.
THE CRANBERRIES




No hay luz, es cierto; tampoco hay aire: los viejos dilemas del ser
o no ser, se posesionan de este reino. Imágenes. Semillas. Tacto.
Ahora se puede hacer un sembradío con todas las tristezas:
la clandestinidad en la línea del fuego, los lugares poco comunes
de la sobriedad, los ojos que nos deja la sospecha,
en el cuarto menguante de los surcos,
a menudo la voz es la única identidad posible cuando ésta
no se imposta y mientras la noche no le robe su propia claridad,
entusiasmos, pechos cercenados: de todo hay en estas bodegas
del día a día, —suena la corneta del hambre,
la bruma inaudita de los timones,
las distancias que renacen en los ojos, pero también en los brazos,
las manos frías mientras la brisa anticipa lunas de ceniza,
sencillos pájaros sopesando los tapiales, la ciudad oblicua
de las piedras, los peces mordidos por este dolor de avenidas.
(No hay luz y aire y es cierto: es cierto este cuaderno de horas
entreabiertas, el estertor del eco, los días nombrados sin ventanas,
es cierto todo lo que nada existe,
el claroscuro de las llaves que no vuelven,
el sentido primero de los círculos en el mismo sitio,
el acaso de las curvas, aquél quizá que pasa a la memoria sin sorpresas,
el hoy devanándose en los calcetines, en la faena diaria del agua,
con esas lámparas que carecen de sigilo, servida la mesa en el vacío.
Dentro del aletazo del hojerío, hay ojos inciertos: algún silencio
en las verduras, túnicas frías, inservibles ramas, impotencias,
atrios de marchitas gaviotas,
arenas de meses vacíos como la inmolación de la noche en los zapatos.
No hay luz y aire. Y es cierto. Hay reptiles, estatutos
para la desconfianza, códigos de severa oscuridad, alturas sin calma,
perversiones del mismo sueño que los crea:
de pronto advierto el aire rasgado en las pupilas: las noches de establo,
los días sin cigarros para un fumador empedernido,
la oquedad de las semejanzas, el desnivel de las gradas prolongando
el vértigo, la duda mordiendo la inmortalidad,
los años que se gastan como un saco de yute: mendigo el mana
de un clítoris, la leche duplicada de los pezones, la eficacia del alba
in vitro, sólo el árbol de la ráfaga con las aguas a la temperatura
más alta del sol, el ritmo ondulado de los rieles cuando espera
el suspiro final, ese otro hueco de las distancias.)
Es cierto. No hay una hogaza al ritmo de mis pulsaciones: no hay
un tiempo para mis ojos, un conjuro que rompa mis pulmones
hasta respirar toda la tierra, hasta morder sin riesgo, la propia
hostia del viento, los muslos, las entrepiernas, esa otra respiración
en el sillón del aliento. Acaso porque el tiempo no alcanza
para convertirlo en semillas de la cumbre…
Barataria, 24.III.2011

miércoles, 23 de marzo de 2011

PATHOS


Ha llegado aquí, el día cojeando en sus mañanas: este aire de luz
que se pierde en las hondonadas, el teatro del tiempo
como una mercancía, el ajo de la deshora, la cal cubriendo
la sombrilla del miedo, todo aquello que descansa y no duerme,
nos aprieta la cinta de los zapatos hasta el sueño,...




PATHOS




Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
RUBÉN DARÍO




Ha llegado aquí, el día cojeando en sus mañanas: este aire de luz
que se pierde en las hondonadas, el teatro del tiempo
como una mercancía, el ajo de la deshora, la cal cubriendo
la sombrilla del miedo, todo aquello que descansa y no duerme,
nos aprieta la cinta de los zapatos hasta el sueño,
todos los cuervos juntos en los poros, sin ropa la alegría,
pañuelos encarnados en la resina de aquella Esperanza ida:
todo este pálpito de iracunda somnolencia arde en los alfileres,
no es invento mío este trastorno de la materia,
el aire oscuro a través de las celosías, los meses de olvido,
los labios agrietados en la muerte diaria, en la olla que hierve
la sal y la pimienta y aquella harina que sangra
como un río en las vísceras: después de andar queda el promontorio
de hormigas, la palabra vacía después de todo colgada
de las puertas, el tambor del crepúsculo con su añil de trenes,
como un latido que llama la noche,
jardín de nubes donde las mamposterías agonizan en el ocelote
del desasosiego. Hay cipreses colgados de los balcones,
días ciegos de badajos, ramas de viento carcomidas por féretros,
aguas que rompen la oscuridad de las poleas:
(no existe fecha para el hacha que se precipita en la nuca,
ni sexo tan oscuro como un pájaro muerto y tragado por la polilla;
en la dulzaina respiran los cuchillos, azor sin guantes
sobre el alma, hogaza que tanta claridad convirtió en granito.
Los alelíes volvieron ciego al cierzo: huracanes con tijeras
descosieron la piel y convirtieron en tempestad insurrecta
esta agonía sorda de peces.
¿Hasta cuándo el dedal será prolongación del dedo, hueco, acaso
Donde ara el ixcanal, los surcos en el ojo de la noche?
—Moriré así en el subsuelo descuajado de los ojos, —antes o después—
que los gusanos me den la libertad. Antes o después que la quietud
de la lágrima sobre la piedra,
antes o después de lo creado por el búho o los girasoles,
por esta contemplación del propio naufragio.)
voy así, agua destejida en la boca: cascos sin tocar lo tangible
de la luz, bengalas sin respiración como poros sin piel,
ojos no cerca del incendio, sino del adusto trajinar de la soledad.
Ando, cada vez, en esta sequía de la claridad,
en este tiempo de humos permanentes, entreabierta llaga del latido
en la noche, clara fisura de paredes.
Casi me consume el cuerpo afilado del aullido: es la cruz, el réquiem
Sobre los hombros, la fecundidad seca del polvo,
el madero del silencio sobre los hombros, la levadura que me llama
para sonar las campanas de medianoche con el subibaja del suspiro.

Barataria, 23.III.2011

martes, 22 de marzo de 2011

TABURETE CON PARAGUAS


Sólo en los días de difuntos se necesitan paraguas en las manos.
Así queda dicho en mi propia lápida, así masturbaré las losas
frías y magulladas por la espina inefable de estos días:
el retrete a punto de colapsar en mi celda, habitaciones con ventanas
sofocantes, oídos con la pesadumbre de los moscardones,...




TABURETE CON PARAGUAS





…espero que mi deseo alcance el cielo vacio
y las estrellas que no puedo ver,…
MIKA NAKASHIMA




Sólo en los días de difuntos se necesitan paraguas en las manos.
Así queda dicho en mi propia lápida, así masturbaré las losas
frías y magulladas por la espina inefable de estos días:
el retrete a punto de colapsar en mi celda, habitaciones con ventanas
sofocantes, oídos con la pesadumbre de los moscardones,
perros hacinados en mi pecho,
masticando la moral de mi boca, lamiendo la ponzoña de mi saliva,
escarbando mientras empiezo a escribir el poema del día,
el de todos los días con una buena dosis de carburo para que maduren
aunque sea tetelques las palabras como los majonchos
verdes para mitigar el hambre, las piernas de las matas, de pronto
las urgencias, los muñones bramando en mis lóbulos,
colgados del vino rojo de los tomates: nunca faltan trenzas de pelos
en la boca, aunque uno no se hinque para rezar,
las Aves Marías, el Padre Nuestro, el Santo Rosario
y otras ataduras propias de los cargos de conciencia, redimidos
en un santiamén por la misma carne pesada de los caídos.
(Creo que a veces los pensamientos tienen el color de los purgantes;
La navegación de los analgésicos, por alguna razón que no sé,
me hacen recordar a Ulyses,
saltar el aro ula-ula de las imprecaciones, soñar en las salpicaduras
del olvido, en esa muerte lenta de los nidos,
al fin y al cabo, no dejo de ser boceto para otras ojos o miradas
próximas al borrador de la incertidumbre, cerca del río revuelto
de los pensamientos,
antipájaro con antiparras de duelo consuetudinario, predestinado
a tumbas, a fosas sin ningún futuro.
Creo que en las enredaderas de la eternidad, las esquinas
son de espuma y las mareas, soledad de besos y madera, humo
que en cierto modo hipoteca los pulmones, este diario trajinar
por los altares, buscando redención, dejar todas las cuentas claras
del sueño, en un momento donde hay que trepar en serio las escaleras
perfeccionar el oxígeno,
movernos bien en las lecciones del orgasmo, asegurar la metáfora
insaciable de las ingles, —entonces, sólo entonces, podré morir
deliberadamente sobre el asalto al taburete, al espejo que me mira
desde adentro de su propia oscuridad.)
Sólo las fronteras del sí neutralizan los atardeceres: la privación
del bosque, el bello púbico de los itinerarios, esa grieta arremolinada
en mis manos, fúnebre, desequilibrante, inexplicable en la pira
del náufrago, negro proyectil del agua sobre el pez de la lengua.
Y mientras lo inaudito me socava, rostros, cajas negras del sueño,
me quedo pensando en el pan comido de los silencios,
en esos dedos que se hunden en la hoja húmeda del sexo.

Barataria, 22.III.2011

lunes, 21 de marzo de 2011

CUVÂNT DESPUIAT PRINTRE PICIOARELE MELE


J.Gris, Naturaleza muerta delante del armario, 1920, 60,5 x 45 cm.,
óleo sobre lienzo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía , Madrid.




CUVÂNT DESPUIAT PRINTRE PICIOARELE MELE

(Tradución Andrei Langa-Editora Ana Muela Sopeña)




Around here they called it Suicide hall, it's where people end up
when they don't know where else to go. The hopeless, the desperate.
A good place to step off the side of pier and quietly vanish.
CAMP ROCK




Ne trezim în momentul negurii, când pasărea deschide evanghelia sa,
când cheile luminii trezesc dormitorul.
În fiecare clipă imaginară despuiem cuvinte: dezgolim
balcoanele, respirăm îngerul în mijloc de umbre.
Muşcăm marginile limbii: gâtul roşu al lunii sub
cele patru opriri ale rădăcinilor.
Mereu ai un loc în noapte pentru a coloniza umbrele,
să lecturezi labirintul perpetuării fără ca să pângăreşti fanta focului.
Noaptea cade ca un vagon în plin vânt,
cuvintele rămân în peregrinajul limbii: există un destin şi e anume acesta,
profunditatea operei pe care o citeşte orizontul
când luminează peste tăcere, de acolo din susul memoriei.
(Adesea prindem ornamente la urechi pentru ca monştrii
să fie mai blânzi în plină fosforescenţă de cadavre;
forţa gravitaţională mişcă drumurile aromei, elicele
conştiinţei, mirtul ars în ceasul chimic,
oceanele cu ustensilele descarnate,
vreun epilog în coşmarul fulgilor, în insistenţa
postumă a uleiului de parafină către pacienţa propulsorului încetinit:
ardem cuvintele din geamurile închise; portretul
pietăţii nu există, cu excepţia reclamaţiei groteşti a calendarului
în emanaţiile sale de cadavru nevertebrat; în cultura sării,
disecăm patul precum somnoroşii, bonomi sau drept peşte bun pentru Postul mare,
de provenienţă dubioasă.
La fiecare prag al alfabetului, gura pronunţă tatălnostru,
stufiş cu miros clar de nadă, armură indigenă pe timp de pace,
frică de vestigiile promiscue ale întristării,
de această piaţă cu grămezi vârfuite de varză, copii marginali ai verdeţurilor,
inefabile amprente de litografie când ea se transformă în simplu ornament.)
Se stârnesc atrocităţile în cerurile divizate: se umflă furunculul
precum vremea de căinţă, - ne dilată această lăcomie murdară
a orhideelor, plapumele pline cu puf ale norilor, hidrogenul
agitat la fiecare uşă sau carte, la rezistenţa în camera de gaz
a cenuşii, la fulgerul deplin al seminţelor.
Deodată a trebuit să pun în ordine tot acest timp trăit printre
clarităţi obscure şi plicticoşi imuni, zile de incest, de oglinzi
dansând cu alte oglinzi, de ore aruncate în ploaia oglinzii,
de erori repetate precum studiile primare, cu tot
arsenalul de inodore, cu domeniile amurgite ale gustului,
cu această imitaţie a crepusculului pe punctul de a deveni piatră.


Poem de André Cruchaga, traducere în română de Andrei Langa






DESNUDA PALABRA ENTRE MIS PIERNAS




Around here they called it Suicide hall, it's where people end up
when they don't know where else to go. The hopeless, the desperate.
A good place to step off the side of pier and quietly vanish.
CAMP ROCK




Despertamos al instante del vaho, cuando el pájaro abre su evangelio,
cuando las llaves de la luz despiertan la alcoba.
En cada imaginario desnudamos las palabras: desnudamos
los balcones, respiramos el anhelo en medio de las sombras.
Mordemos las ancas de la lengua: el cuello rojo de la luna bajo
las cuatro estaciones de las raíces.
Siempre hay un lugar en las noches para habitar las sombras,
leer el laberinto de la perpetuidad, sin prostituir la rendija del fuego.
Las noches caen como un vagón en pleno viento,
las palabras quedan en el búho de la lengua: hay un destino y ese es,
la profundidad del libro que lee el horizonte
cuando alumbra sobre el silencio, desde arriba de la memoria.
(A menudo le ponemos ornamentos a los oídos para que los monstruos
sean más apacibles en plena fosforescencia de cadáveres;
la fuerza de la gravedad mueve las calles del aroma, las hélices
de la conciencia, el mirto quemado en las entrepiernas del reloj,
los océanos con utensilios descarnados,
algún epílogo en la pesadilla de las escamas, en la insistencia
póstuma de la parafina a paciencia de locomotoras desvencijadas:
quemamos las palabras de las ventanas cerradas; el cuaderno
de la piedad no existe, salvo la queja grotesca del calendario
en sus poluciones de cadáver invertebrado: en la cultura de la sal,
disecamos la cama como filines, guapotes o mojarras para la cuaresma,
de dudosa procedencia.
En cada dintel del alfabeto, la boca pronuncia padresnuestros,
bejucos con cierto sabor a barbasco, índigas armaduras de la tregua,
miedos a la rama promiscua de la desazón,
a este mercado de hacinados repollos, niños marginales de la verdura,
indecibles dedos de la litografía cuando ésta se vuelve simple ornamento.)
Arrecian las atrocidades en los cielos divididos: arrecia la pústula
como tiempo de contrición, —nos delata esa voracidad sucia
de las orquídeas, las colchas corrompidas de las nubes, el hidrógeno
pululante en cada puerta o venta, la resistencia a la cámara de gas
de la ceniza, en plenos relámpagos de las semillas.
De pronto me toca poner en orden todo este tiempo vivido entre
oscuras claridades y clavos inmunes, días de incesto, de espejos
bailando con espejos, de horas sumidas en la lluvia del espejo,
de falacias repetidas como las lecciones de primer grado, con todo
el arsenal de los inodoros, con los campos anochecidos del paladar,
con este remedo de crepúsculos a punto de ser piedra.


André Cruchaga
Barataria

Publicado por Ana Muela Sopeña en oazadecuvinte, el día domingo 20 de marzo de 2011.

domingo, 20 de marzo de 2011

LLUEVE, AL PUNTO DE SOLTAR RELÁMPAGOS


Llueve en la desnudez de los metales: el ojo adentro, el pan,
los escondrijos de la lluvia, la mesa que espera con su asombro.
Hubo días fratricidas en las dulzainas, huesos, brebajes,
arrecifes, hormigas rotas en el azúcar: hubo abismos en las manos,...
MIRAMUNDO, CHALATENANGO, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



LLUEVE, AL PUNTO DE SOLTAR RELÁMPAGOS




Pues la memoria es un rumor apenas
que roza con sus alas inocentes
ELISEO DIEGO




Llueve en la desnudez de los metales: el ojo adentro, el pan,
los escondrijos de la lluvia, la mesa que espera con su asombro.
Hubo días fratricidas en las dulzainas, huesos, brebajes,
arrecifes, hormigas rotas en el azúcar: hubo abismos en las manos,
pataleos, fastidios, escaleras de inciertas enredaderas,
hubo un País extraño de mendrugos,
trenes saliendo de la memoria,
pañuelos triturados por los dedos impares del zodíaco,
cortavidrios tiroteando la soledad, ojales decapitados por la noche,
pavimentos en el entrepecho del equilibro,
vastos suplicios de cuervos, infartos, herrumbre,
azarosos días de heridas, diademas de desafuero, ventiscas
de sombreros como monedas empinadas en las alcantarillas,
—(yo , aquí, en estos altavoces del vacío, cuando la brizna enmudece
en los eucaliptos y los brazos doblan su encogimiento:
a veces, atónita la sombra de la lengua,
el dedo sordo del miedo con sus propias conjeturas, los ojos
al traspiés del techo, la pulsación de la incertidumbre
en su columpio de aguas.
Me desvelo, ahora, en cada sílaba que se mete debajo de la sábana,
en los estipendios que producen los acordeones,
en la luz del rascacielos de los ojos,
meses de piernas el relámpago de los sueños, el café con aguas
candorosas, las libélulas del vértigo en cada esquina del alma,
los letreros parecidos a la lluvia,
el alcanfor de los relámpagos bebiéndose la piel: líquidos peldaños
del teleférico del aliento,
el hálito con semillas de las entrecalles: aire febril el cuaderno
masticado en el cuerpo giratorio de la herida,
los sueños que sólo saben a testarudez, anillos en el litoral
del campanario, nombres cerca de un puñado de manteles.)
A ratos memorizo balcones: llueve el velamen de las puertas,
el colibrí de la Esperanza en el País que quiero, la lluvia impaciente,
la claridad del asombro en los girasoles,
el ungüento que dé humedad a la boca, la boca sin reloj,
el poema inalterable en la ventana, el río levantado del vuelo,
el hilo del aliento en su exactitud de espejo.
—Allá y aquí, hay impacientes inviernos: severos días, pero es necesaria
la irreverencia, beber las calles del bosque, demoler los adoquines,
y empuñar, sólo, este pálpito que faltaba en la mesa,
acaso la respiración en su más densa ternura…
Barataria, 20.III.2011

sábado, 19 de marzo de 2011

ARDE EL PÉTALO EN LA LANZA DEL SOL


Huésped de las campanas cuando éstas, lamen el pétalo de la voz;
el árbol del hambre, al cabo, no la ceniza sino la Esperanza,
con todo el arco iris del pecho. Con todo el estertor del sonido
en las lanzas de la sal, furiosas de sed, de aire, de alas:
—en un instante quebramos las aguas del escapulario, la tierra
del moho, la lengua de la sábana con sus olores confusos,...
PLAYA EL ESPINO, EL SALVADOR, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



ARDE EL PÉTALO EN LA LANZA DEL SOL




I'm standing in your line
I do... hope you have the time
I do... pick a number too
I do... keep a date with you…
NIRVANA




Huésped de las campanas cuando éstas, lamen el pétalo de la voz;
el árbol del hambre, al cabo, no la ceniza sino la Esperanza,
con todo el arco iris del pecho. Con todo el estertor del sonido
en las lanzas de la sal, furiosas de sed, de aire, de alas:
—en un instante quebramos las aguas del escapulario, la tierra
del moho, la lengua de la sábana con sus olores confusos,
a veces las manos a la orilla del agua,
las longitudes maduradas del sueño, los caballos de fuego
que de pronto nos llevan al sigilo, a la piedra delirante de los ojos,
a la cama de las arañas donde el sol vacila en su invierno de luz.
Arde todo: la madera, los utensilios de los sueños,
la extraña caligrafía de la ceniza,
los gatos del insomnio en pleno mediodía, cuando nos resistimos
a la noche diurna, al cuartel del verano con todas las arenas
movedizas del sudor: estrépitos zumbando
como moscas en embarcaciones cerradas por el instinto de sobrevivir
dentro de anaquel, del ombligo al tórax, las palpitaciones,
los labios de las tejas sedientas,
el cuerpo de las palabras, obscenos arrecifes, sin ropa después
de tantos poros alucinados, después de persistir en los muslos,
cuesta abajo del animal perpetuo en las ancas abiertas del manubrio.
Caminamos largos días de paredes pintadas por el grafiti,
luciérnagas agrupadas en la fibra óptica del instinto,
trompetas con gallos amarillos,
sombras amarradas al polvo de la memoria, horizontes con sus propias
honduras, aguas de ardiente alacena,
ahora tan ciertas como el perro callejero de mis veredas, extraños
fuegos a quemarropa del kilómetro,
ansias ciegas en el ala del tiempo, en el confeti de los ascensores,
en la humedad del traje, la garganta del color exasperado,
en la frazada solar de los trenes, los muelles, los aparcaderos.
(Somos así de simples. Simples ramas de la sonrisa. Gajos de desnudez
Apocalíptica, raíces en los nudos del azúcar,
Vocación de perennes zapatos, cuerpos con las palabras de este
Extraño mundo: universos que vacían la soledad en los labios,
En la necesidad roja de la hora,
En los juegos terrestres de los dientes: ahí golpeamos el ruido
De los sueños, la humedad verde de la ola, la orilla del frío,
La herida circular del grito, con su bodega de sastrerías…)

Barataria, 19.III.2011

viernes, 18 de marzo de 2011

ACORDE DE LA NEBLINA


Olvido a menudo las estatuas y los monumentos, los días feriados
de las marimbas, la historia que tejen los historiadores, las noticias
del tiempo sin papel higiénico: doblo el libro confuso
de los recuerdos, —supongo que es mejor vivir a cero cada día,
sin un Superman o un Ada Madrina, sin la trascendencia
de los búhos, sin los graznidos de las piedras,...
Ilustración: Orfeo y Eurídice de Federico Cervelli




ACORDE DE LA NEBLINA




No es una llanura lejana hacia el paraíso
Por lo menos no lo es para mí
Y si el viento está en el camino correcto tú puedes navegar lejos.
CHRISTOPHER CROSS




Olvido a menudo las estatuas y los monumentos, los días feriados
de las marimbas, la historia que tejen los historiadores, las noticias
del tiempo sin papel higiénico: doblo el libro confuso
de los recuerdos, —supongo que es mejor vivir a cero cada día,
sin un Superman o un Ada Madrina, sin la trascendencia
de los búhos, sin los graznidos de las piedras, que de pronto,
mastican telarañas vacías.
Los acordes son acordes a la neblina de estos días: (nos encontramos
descorriendo la voluptuosidad de la sal, el chucho con jiote
de los ensimismamientos, las posibilidades de algún milagro
en estos tiempos próximos a la cuaresma;
de pronto me pierdo en la escalera de los poros, cuesta arriba
donde los años se sienten más pesados y las alambradas son más
adustas. Mientras juego al trencito de madera, o al palo ensebado
de tus muslos, Roma gira en su clímax,
bajan los dedos hasta la ciudad de la guerra,
a la pared donde cuelgo mis costillas de hombre promisorio.)
Hay días que no llueve, meses de polvo, paredes tostadas por la sequía:
hay días de completa oscuridad, donde nada es posible,
yo, Segismundo hablando mi propio lenguaje, desvanecido
en la medianoche de las ecuaciones lineales,
en los algoritmos de los números fraccionarios, en los decimales
del sollozo, gotas de mis demonios, neblina del tiempo en el reino
de las sombras de este País apto sólo para el deseo virtual.
Hay días sin jardines ni ventanas: el sueño no es asombro,
en el paladar quiebra sus huesos Orfeo o la Reina Durmiente:
el Cerbero no duerme, ni Eurídice es tal, sino la capilla ardiente
donde las Ménades descarnan los astilleros de los litorales.
De una u otra forma se cansan los zapatos en las esquinas, el cenicero,
la colilla detrás de los armarios,
la mueca de color que tiene le barro, el tacto cercenado de las fechas,
aquí Lautréamont, en los corredores del fantasma de siempre,
las sombras del espejismo meciéndose en la hamaca del eco,
invierno sin sandalias donde crece el musgo,
reescribiendo la Epopeya de Gilgamesh, —reescribiendo, digo,
los viajes a la noche o al infierno, a la ceniza sedienta de los condenados,
a la sabida sospecha del Cordero, desleído en la soledad de los barrotes.
(De pronto andamos en la propia destrucción o el suicidio,
en esta oblea obligada del martirio: casi a tientas, como el pájaro
ahorcado en la rama de la noche, junto al graznido de la pluma,
al filo del granito con su invierno de crepúsculos.
Nada es al final, el jabón sobre la sonrisa; la boca con palabras
perezosas, el moscardón opaco en los ojos, la ola amarga de la noche
que nos rebasa y nos consume.)
Al final se nos rompe el hilo de la interpretación del primer acto.

Barataria, 18.III.2011

jueves, 17 de marzo de 2011

IMÁGENES, DESPUÉS DE TODO


Toda imagen sabe despertar en los ojos; luego es memoria, olor, alas
y hasta oscuridad. (Mientras termina de amanecer, respondo a
algunas preguntas del rocío, doy de comer a mis gallinas, leo, escribo:
ahora mismo me detengo en las 9 novelas breves de José Donoso,
luego salta a mis manos Paradiso de José Lezama;...
SALY LAKE CITY, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



IMÁGENES, DESPUÉS DE TODO




Nunca en vano
fue el esperar, aun entre tanta fiera.
LUIS DE GÓNGORA




Toda imagen sabe despertar en los ojos; luego es memoria, olor, alas
y hasta oscuridad. (Mientras termina de amanecer, respondo a
algunas preguntas del rocío, doy de comer a mis gallinas, leo, escribo: ahora
mismo me detengo en las 9 novelas breves de José Donoso,
luego salta a mis manos Paradiso de José Lezama;
luego entreleo algunos poemas, todavía con la humedad de la noche,
que no ha sido poca, sino intensa como la claridad del horizonte.)
Hay algunas evocaciones después de todo: evocar ciertos símbolos
al punto del hambre, mirar con sonrisas al vecindario,
caminar y tomar fotografías de todo aquello que no puede ser estático
en los ojos, bajar las letras del cielo,
escribir izando el césped de las vocales, el color del sol incorporado
a las faenas cotidianas.
Todos los días recibo mi ración de montañas: la letra mayúscula
de los árboles como un paraguas sinfónico del arco iris,
—después de la ceremonia del espejo, la historia se repite: el ala
de los puertos salta a la vista, los trenes enclavados en mi cuaderno,
un blues en la humedad de la madera,
paredes comestibles de tantos contrastes, los enigmas que nos deja
cada lectura, la luciérnaga que mece olas de tinta en el cuaderno,
la sábana que después de todo calentó el juicio,
las páginas negras de los periódicos,
el olfato que golpea las alacenas de las costillas, la ventana mayor
del ombligo con gotas encendidas de fantasía.
—después de todo, las calles son un diccionario: mojan de estiércol
mis zapatos, me prolongan en su temblor humano;
a menudo me acercan a la giba del poema, a esa otra realidad
de las agujas, de los comedores ambulantes, de olor a repollo
desahuciado, de aguas que suenan entre las piernas sobre las baldosas.
(todo el misterio se funde finalmente en mi memoria:
los libros inventariados del agua, el primer hervor de los gallos,
las páginas sueltas del entendimiento que a menudo producen
desgarramientos. El día confirma la brasa de mis sentidos,
la redondez remojada del alba,
la semilla sacramental de la vida, el duelo de tocar la luz,
siendo esa oscuridad permanente de la llaga en la fe que no concilia
el coágulo de relojes con el horizonte.
Sé que detrás del ojo, hay sombras con pañuelos: abismos
de inhóspitas lámparas, itinerarios de ceniza, razones que el crespúsculo
no entiende en su alucinado destino.
Es imagen después de todo, la intimidad del beso en el agua
lapidada del desierto, la túnica de la zarza en el deseo, la memoria
que sigue al silencio, el fluir de la ternura en su propio laberinto.
Imágenes después de todo de la vendimia de los sueños.)

Barataria, 17.IV.2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

SOBRE LA DESNUDEZ, LOS DÍAS INCIERTOS


Sobre el aliento, los días de la bruma, la desnudez de los bambúes,
la gelatina de los huesos, los dedos amargos del luto,
el agua decaída de los olores, los labios muertos de las iglesias,
el lamento de las cicatrices como un océano seco.



SOBRE LA DESNUDEZ, LOS DÍAS INCIERTOS




Anterior a tu cuerpo es esta historia
que hemos vivido juntos
en la noche inconsciente.
JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD




Sobre el aliento, los días de la bruma, la desnudez de los bambúes,
la gelatina de los huesos, los dedos amargos del luto,
el agua decaída de los olores, los labios muertos de las iglesias,
el lamento de las cicatrices como un océano seco.
Los días son inciertos en cada papel higiénico de la fatiga,
en la multitud de las arañas con su neutralidad de fuego:
las calles retorcidas del suspiro, muerden las ventanas consumidas
de los párpados, el verde de los poros,
el celofán de la saliva, la puerta morada de las túnicas
con sus meses de hollín y purulencia, con sus trapos de estación
seca, humedad del filo amargo de las abejas
en la bodega de los sueños.
Antes, encendí el candil frente a la Santísima Trinidad de todos
los días, —hubo sabores desinteresados de polen y mariposas,
manteles sin luto, relojes cobijados de lunas,
y hasta palabras de aire, leves, ojos sin verdugos. Ahora el tiempo
hace de las suyas, con todos los gérmenes de las sábanas,
con la promiscuidad sin antisépticos,
con calcetines carcomidos por las luciérnagas, brebajes de hurañas
ventanas, cuerpos sumergidos en la ceniza.
Sobre la desnudes están todos los días inciertos del recuerdo:
el granero de la sangre en el taburete de la espera,
las escobas trituradas del paraíso,
los cuerpos soterrados, sin bodegas ni escaleras, sin telegramas
con armónicas, con los fantasmas decapitados por le boca.
Con todos los cementerios en la colilla del cigarro y los huesos
en las persianas, es necesario, elaborar nuevos sellos postales,
buscar en el menú de las sienes, nuevos augurios: la medianoche
ha terminado: aún hay días sin afeitar, días donde colgar la cábala
de los abuelos, los juguetes cósmicos de las vísceras,
el perfume contemporáneo de los rascacielos,
el lecho de cuarenta días sin parálisis, el imaginario sin herrumbre,
el mar con lengua líquida,
la fantasía de caminar sin golpes, ni adustas uñas de gladiador.
Por fin hay semanas de rocío, historias conscientes, rincones
de relámpagos, calles con ventanas, animados paraguas de pureza,
almendros con la certidumbre de la sombra.
Sobre la desnudez, estuvo antes, el hambre del sueño compartido,
la ensalada de la ilusión, la sinfonía de la llama:
—ahora es sólo memoria el surco y la semilla. Pero, sobre ese plumaje,
a veces adusto, se yergue otro clamor con menos sombras:
el futuro que siempre está en el umbral del zodíaco.

Barataria, 16.III.2011

martes, 15 de marzo de 2011

AFUERA, LAS CALLES MAGULLADAS


Afuera las calles magulladas de los zapatos, ese antiguo yo
de los espejos frente a los símbolos arraigados de las nubes: saludo
al bullicio esparcido en las baldosas, a la supremacía de la razón
sobre la doctrina de los viejos cadáveres;...
SALT LAKE CITY, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



AFUERA, LAS CALLES MAGULLADAS




You've gotta feel the beat before you can move
Even though you're not wearing blue suede shoes
And making mistakes
But that won't matter…
CAMP ROCK




Afuera las calles magulladas de los zapatos, ese antiguo yo
de los espejos frente a los símbolos arraigados de las nubes: saludo
al bullicio esparcido en las baldosas, a la supremacía de la razón
sobre la doctrina de los viejos cadáveres;
saludo al alarido del minuto sobre la hojarasca, a las garrapatas
exprimiendo la sangre de los incautos: el azúcar en la yema de los dedos,
el perfume copiosos del tiempo
con su ahora de mística garganta: celebro las calles magulladas
de la noche, la sábana con anhelos de neblina, palabras apresuradas
saltando como monedas sueltas en el estío.
(Tal vez en otro tiempo los moscardones no arruinen la carne fresca,
ni el deseo sea enfermiza pujanza del ego, idolatría del humo,
página sucia de los periódicos.
En la plaza están presentes los gestos bufones del ocio, los sonidos
silvestres de la carcoma, el manglar de grietas sin consuelo.
Los rincones no dejan de ser un diminuto griterío con oscuros focos
incubados en las paredes: las alambradas cruzan las calles,
alguien necesita loas para saciar su esquizofrenia; por desgracia
la caridad aquí es una ciénaga inexplicable.
De pronto cada espasmo de placer es fatídica glosa del humo,
de la alcantaría rota de la miseria, de esa pus estacionaria en la semana,
con viejas tenazas de moho.
La lluvia es cierta cuando no transita en rieles de angustia, ni el hueco
del fósil que dejó la noche prendido en el cuenco de las hormigas.)
las luciérnagas muerden las calles magulladas por el tráfico;
necesitamos cándidos alfileres para inspirarnos en el exquisito
hígado de la basura, en las vísceras malsanas de la herida que galopa
en los números impares del ensueño.
Atravieso el escalofrío de los vitrales, ahí donde los atrios ocultan
Feroces mañas de delirio: así empecé a travesar las dudas,
A descubrir el cielo falso de las plegarias,
A su susurrar frente al espejo de moribundas calles, (cuando descubrí
El absurdo, vi petates, alas cortadas y ese aire viciado de los antros.
Otro día las calles apestaban a tabaco, a esquinas malolientes
De cópulas, a ojos que vigilaban desde el techo con siniestras agujas.
Después de todo, fue un minuto impredecible: bajó la ponzoña
Disolviendo los tabancos, —pero no pudo la demencia, chupar
La sangre del poema aun con todo el telar de la saliva.)
Afuera sigue el viento con su biblioteca diáfana…

Barataria, 15.III.2011

lunes, 14 de marzo de 2011

EL TRAPECIO EN LA MANO DEL POEMA


El poema sigue girando su horizonte de demonios, pulso en la cópula
abierta del respiro, espejo donde habita el cactus y la diáspora.
El prensapapel de la sed, dio origen a las primeras ventanas,
al aire robado por las sombras de la noche, remedo de balcones
en la zarza, donde el más antiguo ciego se hace presente.
SALT LAKE CITY, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



EL TRAPECIO EN LA MANO DEL POEMA




Nadie va dormido cuando camina hacia el patíbulo.
JONHN DONNE




El poema sigue girando su horizonte de demonios, pulso en la cópula
abierta del respiro, espejo donde habita el cactus y la diáspora.
El prensapapel de la sed, dio origen a las primeras ventanas,
al aire robado por las sombras de la noche, remedo de balcones
en la zarza, donde el más antiguo ciego se hace presente.
Nacen espermas en cada palabra del idioma,
nacen óvulos en cada palabra del idioma, —habitaciones en la lengua,
los ayeres en la llave de la boca, los diversos rostros del harapo
hacia el mentón oscuro de la tinta:
caminamos días enteros cada día, con la soga al cuello arreciando
la ceniza, el trastejado de los jardines comiendo musgo,
las calles de la luna secas de gemidos,
mientras las paredes muerden las ramas del grafiti, el oscuro cristal
del papel de china,
el papel oscuro del cirio en el velorio,
el papel oscuro del escaparate en el altar de los muertos,
los tropezones en el hocico del ayuno, la falta de liquidez de multitudes
de piernas sobre el frío horizonte de la intemperie.
En las manos del poema hay calles abandonadas: cambios de piel,
taburetes lamidos por la lengua,
muertos vaciados en los ojos, muñones de barcos a la deriva,
aquí golpeamos el ensimismamiento de la sal,
las rodillas negras del fracaso, el pezón sobre montañas de alfileres,
los orinaderos del invierno lavados por la lluvia del perro turbado
en su pesada alegría de pulgas,
de esquíelas, de gallinas cada vez picoteando el confeti del aire.
Cada vez son más ciertas las axilas en el transporte urbano, cada vez
se pudren los ojos en la rueda de la fortuna,
en el lirio que nace, parido de los cementerios: se hinca la sobriedad
de la piedra en la uña decantada de la ropa,
el falo recorriendo los armarios del ahogado tabaco de los pliegues,
del sahumerio encerrado en los ijares. —El cielo con máscaras
se volvió rincón de mi propia locura: después la sábana hastiada
de la hoja de papel en el cuaderno magullado de las pesadumbres,
después la oración secular de las calles, antorchas de astillas
de ocote, mejillas limitadas a las hojas, noches en las venas
con extrañas telarañas, perros oscuros, húmedos ladridos cuando
escribo el poema, el mundo al borde del suicidio, sosteniendo
la pesadilla del crucifijo, el amor blanco de la anatomía,
en el roto hilo del esperma.
(Cuando llueve se encabrita la aguja del frío: danza la saliva en la arcilla,
caen flechas de crujientes bailarinas, arrastra el mar todo el polvo
de los poros. Todo el tiempo de las pesadillas.)

Barataria, 14.III.2011

domingo, 13 de marzo de 2011

PIRA INCESANTE


Sobre los zapatos, el metabolismo de la leña, el fuego de los barcos
sostenido en las manos: cada día el cielo barre los meses,
plancha la solapa del viento, abre los encajes de los balcones.
Nos quema el oficio diario del azúcar: aire dulce el espejeo...



PIRA INCESANTE




How many roads must a man walk down
Before you call him a man?
Yes, 'n' how many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?
BOB DYLAN




Sobre los zapatos, el metabolismo de la leña, el fuego de los barcos
sostenido en las manos: cada día el cielo barre los meses,
plancha la solapa del viento, abre los encajes de los balcones.
Nos quema el oficio diario del azúcar: aire dulce el espejeo
de las hojas en el nutrido relámpago de las palabras,
en el eco del pecho, verde de las llaves, metal que se alza en el ala
del pubis, en el centro del hambre con sus aromas.
Avieso, pútrido, el calendario de los guijarros, el matorral mojado
por diversos zapatos, caballos del carbón derretido, no en la risa,
en los huesos, en la garganta alimentada por dragones.
Siempre la dulzura a menudo tiene máscaras: tiene dientes,
limonadas de oscuras puertas,
rincones de taburetes gastados, ojos tirados a la calle,
restos de indefinidas noches, raíces confundidas en la zona del latido.
También la noche ha sido una pira incesante, la claridad del vidrio,
la tormenta de la hojarasca sobre las sienes,
el río de sombras que desecha el olfato,
la sombra del veneno que rapa las aceras, el odio o el olvido que,
a fin de cuentas, son arenas de la misma duna:
de pronto quedan grandes las luciérnagas en las pupilas,
son mejores las sombras a la distancia,
las iglesias con sus piras oscuras, las piernas atravesadas en el grito
de las paredes, los tapiales, grandes, para que no entre de rodillas,
la crin de las espinas,
o las pestañas inciertas del cielo con sus virulencias.
Las calles de pronto son ácidas lenguas derretidas en los ojos:
cortan el oxígeno, muerden la harina empapada de cuervos,
halan la luz para destruirla, contaminan las aguas con hervor
de búbos, besan el índigo de las azoteas,
esa locura de los muertos en féretros ambulantes: (después de todo,
hay trenes sordos tirados a las cárcavas,
aguas pobladas de insectos fugaces, fantasmas salpicados por cierto
afán de ascuas, brasas, escoria, ceniza, hollines,
palabras imposibles de arar en la transitoriedad de los cuadernos,
en el toque de queda de la piel junto a los huesos.
Todo es agua que linda en los vasos de la noche: sed de abismo,
agujeros destinados a la sangre, galopes consumidos en el dormitorio.
De pronto sé que el azúcar puede convertirse en barro;
y que las palabras son desagüe de los espejos masticados en invierno,
en todos los universos donde hay máscaras y rostros ahogados
en la neblina de sus propias postrimerías.)
Barataria, 13.III.2011

sábado, 12 de marzo de 2011

LITORAL DE LA ESPUMA


Hay latidos invisibles que saltan sobre el agua, carne de ventanas
junto a la milpa de los brazos, delgados ojos del pan sobre la sábana
del horizonte, sobre la espiga del anhelo que salta en la boca.
Las lámparas alcanzan el sueño callado del pecho,...




LITORAL DE LA ESPUMA, SAL OSCURA...




Se da tu soledad, tuya como tu sombra,
negra luz fulminante, bofetada del día.
GABRIEL ZAID




Hay latidos invisibles que saltan sobre el agua, carne de ventanas
junto a la milpa de los brazos, delgados ojos del pan sobre la sábana
del horizonte, sobre la espiga del anhelo que salta en la boca.
Las lámparas alcanzan el sueño callado del pecho,
los anillos del colibrí en el remanso del polen, esta agua de abejas
en las pupilas, a punto de fundirse en el grito del viento.
De agua a agua, el tiempo se hace campanas: fuego reservado
para el frío, catedral redonda del pubis en mis puertas.
Te enroscas en el alambre de mis latidos, muerdes el litoral
de la espuma, madera rodeada de destinos
para esta sábana ansiosa de la noche, para el azúcar en el remo
de la lengua: poros fosfóricos la voz en el gemido,
toda la tierra con aguas y peces, el matorral rodeado de meses
y caballos y arco iris.
Algo hay en el reguero invernal de la arena, —orgasmos de inefables
dunas, enjambres sumos de un cuento de hadas,
ventiscas de explosivos hálitos.
Algo hay ahí que el ideal se vuelve espejo: gran misterio el magnetismo
del ala hambrienta en lo vívido,
de la urgencia en la huella de los poros,
de la conciencia que sajamos en la hoguera de todos los días.
En cada veneno del hambre nos enredamos en el aliento, el clamor
cuaja a menudo en tortura: esa tortura urgente de la brasa,
el ir caminando bajo la tormenta y quemar el tiempo,
dilatar el tiempo, encadenar las marejadas del tacto,
alumbrar sin brújula la entraña de las cordales, apretar los dientes
hasta donde aguante la claridad.
Sólo en este hervor del agua del desquicio, anulamos la soledad;
Revivimos la luz de los tímpanos, llenamos de azúcar los relámpagos,
convertimos en harina el charco de los poros,
el pan hambriento del litoral quemado, el rábano redondo
de los pezones, la semilla salpicada de garganta,
toda la piel, aves azules en la boca, aceites de extenso cielo.
De dónde viene este litoral de espumas frenéticas, estas burbujas
en racimos de desnudez, estas aguas con campanas de fuego?
—Vienen de los ríos enterrados de mi hambre: de esa humedad
de las feligresías, del oficio de entrar a las profundidades
hurgando en el metabolismo de las ventanas,
en esa calles líquidas de lo impúdico…
Barataria, 1O.III.2011

viernes, 11 de marzo de 2011

PASIÓN DE LA OSCURIDAD


Detrás del ojo las hojas ciegas de las telarañas. El aire neutral
de la risa, los trenes de la noche en el aroma de la ceniza:
los días desiguales del suspiro, las grúas de las enredaderas
colgando del minuto, de los secretos utensilios del espejo.



PASIÓN DE LA OSCURIDAD




…Hay fatales
silencios... Se oscurecen los cristales;
y se esfuma la luz en un suspiro,
temblando sobre el pálido…
FRANCISCO VILLAESPESA




Detrás del ojo las hojas ciegas de las telarañas. El aire neutral
de la risa, los trenes de la noche en el aroma de la ceniza:
los días desiguales del suspiro, las grúas de las enredaderas
colgando del minuto, de los secretos utensilios del espejo.
En cada oscuridad, la espada de las piedras; la infinita niebla
de las llaves, la harina de la pasión hecha silencios:
el tiempo nos mete, cada vez, en el latido de la tierra,
la noche nos muerde con sus raíces, oscurece el aroma
de las preguntas, la frontera del ojo donde los muros no tienen
puertas, y la luz es diminuta alcancía.
Cada vez jugamos a ser menos claros: bajan de las escaleras
las lecciones de las manos,
las semanas con erizadas cebollas, los dientes mordiendo la celulosa
del camino, la mosca carcomida en la respiración de la piedra:
no alcanzan los zapatos para desangrar la jaula
de las luciérnagas,
los bueyes decrépitos del crepúsculo, el pellejo enrarecido
de la oscuridad, el mantel sobre la mesa, la camisa lavada
por los puertos, el aliento sofocado en los trenes de la sangre.
Todos oscurecemos en las aguas de las enredaderas, en la ceniza
revivida de la yedra, en esta tierra donde nos negamos la boca,
los brazos, la cocina, el papel, la tinta;
nos negamos la olla de presión de la claridad, el aceite, la sal,
la desnudez plena,
el latido de la luz en la garganta.
de pronto nos alimentamos de la oscuridad: la piedra de la duda
resbala entre nosotros, la piedra de lo oscuro borra toda memoria,
la piedra del yo cierra los párpados,
la piedra de los pezones quiebra mis dientes,
la piedra de las manos asfixia la alegría, el rincón del fuego,
la piedra del polen desvanece el olfato,
la piedra de la piedra nos lanza sus arpones,
la piedra de la pobreza nos desboca, hunde en el pecho sus alambres,
la piedra de la herida hace sangrar los jardines,
la piedra de las arañas nos enreda en el desdén mortecino de sus hilos,
la piedra de la lluvia carcomo todo lo vivido:
el calendario con la champaña, el aire con su río de piñatas.
La piedra, en fin, de lo que somos, nos hace caminantes oscuros.

Barataria, 11.III.2011

jueves, 10 de marzo de 2011

LA POESÍA


Sobre la hoja del cuaderno, el invierno de los pinos ardiendo
en mis paredes. De pronto el largo viaje del alfabeto,
caminos, follajes, eternidad de pájaros: el ansia reptando sobre
el firmamento, el destino subiendo las escaleras de la memoria.



LA POESÍA



A Pilar Iglesias de la Torre



Arranco de raíz la mata,
Llena aún del rocío de la aurora.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ




Sobre la hoja del cuaderno, el invierno de los pinos ardiendo
en mis paredes. De pronto el largo viaje del alfabeto,
caminos, follajes, eternidad de pájaros: el ansia reptando sobre
el firmamento, el destino subiendo las escaleras de la memoria.
Entre el crujido de las lámparas, el vuelo de las ventanas,
visiones de quemados rostros,
las puertas alejándose de las sombras,
un reflejo de huesos sobre la piel, los fantasmas como vocales
de abismo, la desnudez de la hoguera en los dientes:
yo con los andrajos al límite, el reloj envuelto en la hojarasca
premonitoria de los días, los espejos que perdí en el abismo,
las fisuras que aún guardo
de desmedido universo.
La lengua de los zapatos junto a la sábana derretida de la sal,
el aliento fermentado de muslos.
Debo caminar sobre las aguas todos los días para respirar las palabras
del oleaje, el ojo sin paracaídas hasta atrapar la lluvia
y su peineta líquida.
Nunca ha sido fácil la neutralidad y enmudecer por cobardía:
(vos siempre has sido difícil, cazadora taciturna de mis noches;
poesía de vértigo en el trompo de las nubes,
a veces ráfaga en las ascuas del sexo; otras veces, olvido,
pócima para lacerar las vísceras, ataúd para las soledades del País,
agujero en desbanda sobre mis puños.
Vos siempre así, como un muñón de mariposas, guarida para
el desenfreno del abecedario, ese que en la escuela se aprende
a beber como un purgante: vos siempre me agarrás los poros
a quemarropa, sudario bostezando bolsillos,
manubrio de mis gritos desaforados: contigo lamo los pezones
del cierzo, me adentro al ombligo del tabanco,
a la piel ceremoniosa del arco iris. Vos, a menudo blanca como la cal
en las paredes patrimoniales, como el párpado rojo de los jardines,
o como el brasero agrio de la saliva, como el sonido vertiginoso
del orgasmo en la piedra de moler del mendrugo.)
hay días de fiero combate: persigo nombres y abrazos y pan;
desvarío en el cuerpo, en la alucinación de las mareas,
en esta multiplicada muerte de la trementina, en este muro
de mi eterna oquedad. La niebla hunde los sueños en las pesadillas,
aún así, creo todavía en la clarividencia y no necesito anestesia
para quemar los sombreros en mi propio sahumerio.
La poesía es así: con el sueño zurcimos cualquier pesadilla,
Y sembramos girasoles en los pájaros…

Barataria, 09.III.2011

miércoles, 9 de marzo de 2011

ABANDONUL/ ABANDONO- Prezentare şi traducere de Elena Liliana Popescu


Ce ne rămâne, atunci, din acoperiş şi din zi? – Neajunsurile grăbite
Ale lacrimii, muşcătura stângace a vehemenţei, aerul stătut
Al mâinilor, calea incertă a presimţirii.
Uneori, cred, am băut din fraternitatea cuvintelor. Setea împreună
Bălăcind în apele focului, între rotunjimea peretelui



Abandonul/ Abandono- Prezentare şi traducere de Elena Liliana Popescu



ABANDONUL




–Nu mai locuieşte nimeni în casa mea – îmi spui–;
toţi au plecat. Sufrageria, dormitorul, curtea, zac pustii.
N-a mai rămas nimeni, de vreme ce toţi au plecat.
CESAR VALLEJO




Ce ne rămâne, atunci, din acoperiş şi din zi? – Neajunsurile grăbite
Ale lacrimii, muşcătura stângace a vehemenţei, aerul stătut
Al mâinilor, calea incertă a presimţirii.
Uneori, cred, am băut din fraternitatea cuvintelor. Setea împreună
Bălăcind în apele focului, între rotunjimea peretelui
Fagurelui de miere, claritatea ascultătoare a mâinilor, promisiunile
De a nu pleca vreodată. Nu trăieşte aripa. Nici universul degetelor.
Nu trăieşte inelul mării în ferestre, nici arborele plantat la picioarele
Speranţei. Nici pagina goală a lămpilor.
Am fost dintotdeauna făcuţi pentru înstrăinare,
Nu pentru a fi piatra atârnând în suspinul uşii. Viaţa înseamnă schimbarea
de fiecare dată a pantofilor. A trăi înseamnă a arde în vânt.
Tot ce este vizibil se dovedeşte a fi efemer. Fiecare gură se satură de vânt.
Timpul negru, sărută zidurile memoriei.
În felul acesta rămâne doar eroismul pernei în gol.
– Cine ne-a dat aripi de naufragiat, nopţi de saramură?
– Am văzut plecând fiecare flaut. Fiecare ţiglă. Fiecare ramură
Frenetică fără a se opri pe terasa pleoapelor.
Am văzut cum pleacă atâţia, încât mi-am uitat singurătatea spumoasă
A şosetelor. – Fantomele sunt singurul lucru care rămâne în memoria mea.
Totul pleacă din faţa ochilor, din porii mei, din osteneala mea.
–Dacă ai fi aici, tot nu ar avea sens ceea ce durează:
Piciorul de cerb din măruntaie, ujushte păstos, putred,
Al cuvintelor, acest craniu de durere al ruginii care subminează
Caii fulgerelor şi prezicerea neclară a virnanţului pe timp de noapte.
Şi este adevărat, atunci, că nimeni nu mai trăieşte această singurătate, doar închisoarea
Surdă a fricii, burniţa în curtea tâmplelor,
Care de fiecare dată capătă puterea diamantului
Şi este adevărat, atunci, că limba vidului sărbătoreşte
Pentru a umple întregul volum al ochiului, al gurii şi al urechilor.
–Plecăm. Ne abandonăm. Nu ştiu cum trebuie să trăim în umbră,
Scaunele obosite de praf, mănuşile de pânzele de păianjen
Pe faţă, pumnalul lunii argintii care ne răneşte, vulturul
Care râde mereu la momentul nepotrivit, băltoaca de güishtes în călcâie.
Şi este adevărat, atunci: plecăm. Ne abandonăm…

Barataria, 07.VIII.2010

Prezentare şi traducere de Elena Liliana Popescu




ABANDONO




—No vive ya nadie en mi casa —me dices—; todos se han ido.
La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados.
Nadie ya queda, pues, que todos han partido.
CÉSAR VALLEJO



¿Qué nos queda, pues, del techo y del día? —La urgida desazón
De la lágrima, la torpe mordida de la vehemencia, el aire viciado
De las manos, el camino incierto del pálpito.
Alguna vez, creo, bebimos la hermandad de las palabras. La sed juntos
Chapoteando en las aguas del fuego, entre la redondez de la hoja
Del panal, la obediente claridad de las manos, las promesas
De no partir nunca. No vive el ala. Ni el universo de los dedos.
No vive el anillo del mar en las ventanas, ni el árbol plantado al pie
De la Esperanza. Ni la página en blanco de las lámparas.
Siempre estuvimos hechos para el desapego,
No para ser la roca colgada en el suspiro de la puerta. Vivir es cambiar
A cada rato los zapatos. Vivir es quemarse en el viento.
Todo lo visible resulta efímero. Toda boca se cansa del viento.
El tiempo, negro, besa las paredes de la memoria.
De este modo sólo queda el heroísmo de la almohada en el vacío.
—¿Quién nos dio alas de náufrago, noches de salmuera?
—He visto irse cada una de las flautas. Cada una de las tejas. Cada rama
Frenética sin detenerse en la azotea de los párpados.
He visto partir a tantos, que olvidé la espumeante soledad
De los calcetines. —Fantasmas son lo único que queda en mi memoria.
Todo se va de mis ojos, de los poros, de mi afán.
—Si estuvieras aquí, tampoco tendría sentido lo duradero:
El pie de venado de las entrañas, el ujushte pastoso, podrido,
De las palabras, este cráneo de dolor de la herrumbre que socava
Los caballos del relámpago y el augurio poco claro de la ruda en la noche.
Y es cierto, entonces, que ya nadie habita esta soledad, salvo la prisión
Sorda del miedo, el páramo en el patio de las sienes,
Que cada vez cobre fuerza de diamante.
Y es cierto, entonces, que la lengua de lo vacío hace su festín,
Hasta ocupar todo el volumen del ojo y la boca y los oídos.
—Partimos. Nos abandonamos. No sé cómo debemos habitar las sombras,
Los taburetes cansados de polvo, los guantes de las telarañas
En la cara, el puñal de la luna plateada que nos hiere, el buitre
Que nos ríe siempre a deshora, el charco de güishtes en los calcañales.
Y es cierto, entonces: partimos. Nos abandonamos…
Barataria, 07.VIII.2010



ANDRÉ CRUCHAGA s-a născut la Chalatenango, El Salvador, în 1957. Este licenţiat în Ştiinţe ale Educaţiei. Profesor în învăţământul mediu şi superior. A publicat mai multe volume de poezie dintre care menţionăm Alegoría de la palabra (1992), Fantasía del agua (1992), Viento (1995), Fantasía del bosque (1996), Enigma del tiempo (1996), Querencia del follaje (1998), Rumor de pájaros (2002), Oscuridad sin fecha (2006), Pie en tierra (2007), Caminos cerrados (2008). Poezii ale sale au fost incluse în diferite antologii publicate în volum sau în reviste literare în El Salvador şi în alte ţări. Menţionăm, dintre acestea, volumele Poesía a mano (1997), Antología de una década, (1998), Antología de la Nueva Poesía Hispanoamericana (Peru, 2005), Rolando, La vida (2005), Poemas al viento (México, 2008). Din opera sa poetică s-a tradus în franceză, bască şi olandeză. A primit, ca recunoaştere a activităţii sale literare, mai multe premii în El Salvador şi în Mexic. A făcut parte din juriu, în cadrul unor concursuri de poezie din El Salvador şi Venezuela. Poeme ale sale au apărut în diferite reviste (virtuale şi tipărite) din Argentina, Canada, Chile, Columbia, Grecia, Mexic, Italia, Olanda, Peru, Spania, SUA.

Poema publicado en la revista  NORD LITERAR de Rumania.