domingo, 26 de octubre de 2008

Tiempo y ser [Décimas] de André Cruchaga

André Cruchaga, El Salvador.






_________________________TIEMPO Y SER
[Décimas]



Al poeta Pedro Péglez,
y a los extraordinariosrepentistas cubanos.


I
Este dolor de ser y su herida:
Ciega luz que en luz extremo vierte
Este andar solo, que no revierte
El ansia transida de la vida.
¿Qué fuego será que no olvida
El equívoco cuando él suena
En la lengua? Su labio enajena…
El tiempo sacia cuando deshila
El fervor de la sangre. Él destila
En marea su propia alacena…


II
El calendario no da caricia:
Ni en su tenaz porfía confiesa
El vano misterio que en aviesa
Llaga se transpira. Su codicia
Es desaliento cuando acaricia
El haz portentoso del arcano.
Nada es diferente cuando vano,
Lame entre los dedos lo que tengo:
Ceniza en mis sienes hoy sostengo
Como el ardor rojo del verano.

III

Solo esta mi voz sin desmesura
En el jardín natural del viento;
Sigiloso, la fragancia siento
De ese traspasar en su albura:
La madrugada funda y madura
La sutil campana del alero:
El corazón frente a su velero
Es otro destello que se posa
En el alacena memoriosa
Del arrobamiento del viajero.

IV

Sueña el calendario en su sagrada
Pira; en la brasa que lo respira
La cúpula del azul transpira
Como una memoriosa llamada
Donde sólo cabe ánimo y no espada.
A veces en la marea vacilo
Pero es que, en la espada, el filo
Comparte con ella cualquier suerte
De ser simple talismán o muerte
En el hilo frugal de un pabilo.



V

El tránsito del tiempo entumece.
Al día se le lleva en el hombro;
En su diario cristal cruzo y nombro
El rastro pensado del futuro.
Y así, en el fuego me aventuro:
Andar en el rastro imaginado,
No en el maleficio del pasado
Que nada tiene, sino ser pozo
De un vado dormido y silencioso:
Una luz de “fuego trasegado”.
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Textos publicados originalmente en el espacio virtual del poeta Pedro Péglez: Cuba Ala Décima. Leer más de André Cruchaga en: Arte Poética-Rostros y versos, Palabra Virtual, El Cielo a caballo, Poetas del mundo, Poetas Antiimperialastis de América, Red Mundial de Escritores en Español, Revista Baquiana, Revista Remolinos, etc.


martes, 21 de octubre de 2008

Pereza_André Cruchaga

Joan Miró




_______________________Pereza





El cansancio ronca sobre los guijarros;
en tanto que la pereza halla dura la almohada de pluma.
WILLIAM SHAKESPEARE




Ahogada en su propia almohada está ahí hundida en su sangre;
Entre las nubes acaricia su inercia —huye de la laboriosidad
De los caminos, a menudo su pecho de hielo, sueña formas inertes:
Nada hace que su noche pétrea, cambie a visibles ramas
Donde el viento desnuda los verdores y también esa caricia de la esperanza.
Desde siempre nunca saltó los muros, ni canta el tiempo a través
De sus ojos: es sólo la mueca de su adormecido badajo.
—o una campana que perdió su propia resonancia en el jardín de la sangre.
Siempre la he visto como un astro cansado; jamás ha caminado
A la luz del sol, —siempre es un abismo profundo donde no hay ilusiones,
Ni lugar para vaciar las velas de los fuegos auscultos…

En su soledad desértica nada cobra vida. La noche la define en su ceguera.
En el impulso de partir los ojos pierden su divisa. No hay puertas que
Abran el aire, ni otros deseos más que la inercia. No hay ventanas abiertas,
Ni mares donde la lluvia se haga cielo; no hay cielos donde el torrente
Es laboriosa piel; los sueños se deshacen en hilachas y el paisaje
Un féretro de alfileres y el paisaje un imposible retablo de la luz…

¿Qué caricias se perdieron en su noche? ¿Qué sueños quedaron sin risa?
Hasta la voz ha perdido su leve brisa de verdor; y en cambio priva
La hojarasca sobre losas de musgo. ¿Qué herida secó las calles
Y dejó un páramo de endurecida sonrisa y un corazón sin palabras?
—en su cuerpo de piedras no existen las auroras, sino un pecho
De lenta noche y escaleras sin alas donde el pecho golpee las paredes.
Ella sangra en sus pesados grises, —cielo sin ojos en el trajín verde
De los árboles; sola anda evitando las faenas: nada despierta
Su cuerpo habitado, ni los espejos de insistentes fantasmas,
Ni siquiera este dolido mundo de los sueños. La acidia está ahí,
Gozando su concavidad petrificada, inmutable sobre la superficie
Del calendario…

Nada hiere la tela de su desnudez profunda. Nada en ella tiene
La transparencia del aljibe: un lago de soledad envuelve al alma.
Un mundo de tumbas se abre en el pecho, un cierzo de estiércol
Lame el rostro, tapices de maleza cierran la boca, horas de sueño
Construyen el tiempo. —Nada crepita en sus sienes indecisas…
Todo en ella se reduce a una boca sin dientes, a un incendio de soledad
Sin paraguas, a una forma de caminar sin violines,
A una sonrisa ausente de jazmines, a una cocina sin trastos
Donde no caben los condimentos, sino la imagen quemada del mar
Y sus cortinas de espuma…
Barataria, 15.X.2008
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domingo, 19 de octubre de 2008

Lujuria_André Cruchaga

Joan Miró: Mujer sentada







______________________Lujuria




De súbito su cuerpo de amor vibra y se inflama
al ver, entre los juncos, temblar como una llama
la lengua roja y móvil de algún tigre…
FRANCISCO VILLAESPESA





En los poros la sal de los secretos se derrite —cuerpo rojo de pájaros;
Ardientes pétalos a la orilla de la selva, yerbas en esa respiración
A quemarropa que el viento hace florecer con su levadura.
Ríes cuando la boca se enreda en las lunas del pecho y baja al ombligo.
Ríes en el mar blanco que preside la saliva, en el alado rojo de los ojos.
Ahí vive el pino con su trementina blanca cruzando paredes
De guitarras y manos de verdosa ciudad y jadeos de abiertas alas.
Eres la amante que torna los labios en estrellas húmedas…
La voz se sale de los sostenes, faros desangrados en la raíz del sueño.
Eres la ardiente amante, —apetecida gruta mordiendo mis pupilas:
—ahí, entre las breñas la desnudez se hace honda y el jadeo profundo.
Ahí el río seminal abre las riberas del espejo de la aurora:
Ahí llego y me quedo, hundido, descendido, en tu estandarte de abierta
Enredadera —cabellos estriados por los luceros de la esperma.

Las palabras en la intemperie se hacen fogata, ciega rama de luz y porfía,
Pues entre más quema el fuego, la lengua se derrite en su agónica
Travesía —agónica travesía, digo, el fuego en su quemadura, en la flor
Que deshila hervores trocada por el rayo en el centro de la herida.
Nadie más me da consuelo que la gracia de tu piel fecunda; arde el lazo
Que por un momento se congela en la carne encandilada de los muslos.
Arde transido el manantial del gozo hasta que se cimbra el desvelo
Y abriga el alero con la miel que llega hasta el aliento…

En cada viaje son torrentes los que el viento derrama: el espejo se torna
En pequeños granizos de un estío alucinante. Y es que hundido en la colina
Donde cae la lluvia no hay otro desasosiego más fuerte que el ardimiento.
Eres una hoguera que no se agota aunque la vena vierta repetidas brasas.
Esa brasa que profunda aviva su letargo cada vez que calla, concluida
La batalla. Revive la piel a cada instante hasta hacer de ese nido
El sentido de los sueños, la hondura de la raíz en la entraña, el territorio
Donde la lengua lama el deseo con la brisa estremecida del vértigo.

Cada día agonizo en tu ciudad pura. Cada día tus pechos asidos a mis manos.
En las mañanas vigilan el cielo como dos ramas prendidas en el cuerpo.
Cada día tu nombre se hace lluvia: palabras perfumadas de sigilosa levadura.
Cada día la trementina de tu imán me destina a viajar por mares de vértigo:
La habitación se vuelve una feliz imantación, la cama o el piso, la mesa,
Un pétalo donde el cuerpo suspira guitarras, aguas que no son llanto,
Sino torrenciales líquidos de los poros como lengua salida de los océanos.

En cada amanecer tu cuerpo como una catedral gótica. Duraznos en el arroyo
Donde los peces bracean y muerden sandías de jugoso trino, libro
Entre mis manos con sus impresionantes aureolas, pezones donde los labios
Arropan el tiempo, vientre donde la luz abre las ventanas, lluvia donde sólo
Ondea deseo y ternura, pubis así, del tamaño del deseo
Reflejado como una constelación en mi rostro…

Cuando ella duerme, mi memoria viaja por su selva: mi lengua la saborea
Como un “fruto silvestre”, su humus es suave como las ramas del arco iris…

Barataria, 12.X.2008
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sábado, 11 de octubre de 2008

El tiempo_André Cruchaga

André Cruchaga, (El Salvador,1957)


_______________________El tiempo




¡La hora, por favor, dígame, dígame el tiempo
para rodar cantando,!…
MIGUEL ARTECHE




Alguien inventó el tiempo en sobres de azúcar. Alguien lo cristalizó
En las estatuas. En la garganta de las ventanas aparece la ciudad:
El espejo que el reloj trata de lamer en distintos rostros.
Alguien se encarga de deshumanizar la conciencia arrinconándola
En las alcantarillas donde los roedores levantan paraguas
Con los residuos de las cunetas y las aguas lluvia de lo indefinible.
En las aguas de los sueños flota lo vivido, golpea su campana anclada
En los ojos: aquí la sangre moja los pasos, los pájaros
Que se apoyan en los balcones, los árboles oscuros del vino tinto
Disgregados en las venas…
El tiempo sin empleo para masticar el hambre está aquí. Alguien
Lo desenreda y lo hace errante; la aurora aparece en los límites del cardo;
El fuego con sandalias deshila los calcañales, convierte la tristeza
En ciego arado y no en delantales de ternura.

Los días son esos ojos espiando la noche donde los escudos del sueño
Pierden sus pies y las cejas se convierten en una rara palmera;
Cada minuto perpetúa su deshora, —rehenes de un cielo sin dinteles;
El cosmos arrastra los minutos en una agonía de alfileres.
Y por más que alguien niegue su leche de espejos y fructifiquen imágenes
Inútiles, el tiempo está ahí herido en la ceniza de su tumba.
Aunque su rostro nos parezca una silla con veraneras y no grito,
A cada quien lo desea para convertirlo en un suspiro del escombro.

En la lluvia los ojos clavan su epifanía. En la tierra se abre el asombro.
¿Quién recobra en él los litorales finales del pan repartiéndose
En pesebre de caminos? ¿Quién hace un puente de miel en las heridas?
¿Quién interpreta los faroles de la lluvia con su derroche de violines
En cada gota de incendio? El tiempo con sus alfileres punza en el corazón
Hasta nublar el ansia de pequeños agujeros —sangrante fuga de los sueños
Que la luz no detiene en su desvelo, sino en perpetuo duelo.

Alguien lo inventó desterrando los secretos de los labios. Alguien
Lo hizo crepitar y desató caminos de incierto trino; rompió la hierba
Y convirtió el júbilo en un poyetón de extraña locura.
“El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado”… El dolor impregna
Los pies del viento, el hambre es como el amor que no encuentra sosiego
En este extraño siglo del suspiro global.
¿Quién puede pintar trenes que no sean grises, —tormenta avasalladora
De la deriva, si el planeta inicia la semana con escritura siniestra?
Alrededor de las sienes giran guantes de metálica garganta;
El olor de los crisantemos parece un sombrero solitario,
Las piedras florecen de espalda a los jardines, el vaho traspasa
Las sábanas de lo indecible con la impunidad que caracteriza a la basura.
¿En qué lugar los indefensos cultivaremos raíces
Para despertar intactos al día siguiente? Por suerte los ángeles
Carecen de manuales, cada quien elabora su propia profecía,
Cada quien palpita a su manera en ese viaje de la conciencia…
Barataria, 05.X.2008
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miércoles, 1 de octubre de 2008

Recuerdos recurrentes_André Cruchaga

Fotografía tomada de: Euskalherria







Recuerdos recurrentes





No es la guitarra lo que alegra
0 ahuyenta el miedo en [en los recuerdos]
…sino la voz humana cuando canta
y propaga los [sueños]…
HEBERTO PADILLA




Ahora después de tantos años distingo el rastro frío del tren
Sobre los rieles de la noche. Mi visión es de grito junto a mi madre
Que sabía abordarlo en medio de los matorrales.
En el verano ardían agónicos los rieles y de lenguas sudorosas
Los vagones. La inocencia y la esperanza estaba abanderada
Por esos trenes de la mañana, del mediodía, de la tarde:
Así se alargó mi fantasía caminando sobre los durmientes.
En su itinerario siempre había un violín de lágrimas en los ojos:
Así creí que era el destino siempre al borde del miedo, de las huidas
O partidas, no obstante la inmensidad del horizonte en el corazón
Que agitado acariciaba los ojos de los que partían…

Era incesante la agonía —aquel ambiente de las estaciones siempre
Manaba vértigo, hervor de sombras con sombreros.
Las palabras tenían una sustancia transitoria en mi boca,
Estatuas de sal en los ruiseñores de mi lengua, pájaros sin destino
En mis párpados, caminantes de húmedos pensamientos,
Espejos de grasientas manos y hormigas.
No sé si la luz tenía ventanas sordas o la oscuridad túnica de fósforos:
—en la marcha lo desconocido se unía al cuerpo como un imán
Colérico, como una libertad enredada en los cabellos.
Como una sed de fuego traspasando la garganta
Hasta habitar los signos de la existencia con sus dudas y certezas.

Esos trenes azules en mí no tienen olvido: —palpitan en la profundidad
De lo viviente; existen en el ansia de mi lava enajenada, en el mar
Levísimo de mis noches, en el volumen del costado
Donde Dios ordena las costillas y no el olvido —donde las tardes
Declinan en los rieles cada día con un temblor de líquida paciencia.
Me desvelo por dentro tratando de entender el sueño:
En la tormenta ciega del vuelo el paisaje tiembla en su despojo.
—ríos insondables acuden a los ojos y mejillas de herrumbrosa
Ternura y trenzas de luminosa entraña, ebrias de velar el anhelo.

Evoco estos recuerdos del pasado desde el conjuro apasionado
De la carne, desde estos días de memoria fugitiva, desde mi noche
De hombre donde los ríos se angostan en su ensimismado tiempo.
Poco falta para guardar los brazos y silenciar el pecho;
La madera espera en su jubiloso silencio, la ilusión desconoce
Las campanas del pecho o musita como la racha de los adioses.
Y sin embargo los trenes, en un instante, provocan mi albedrío:
Ese salir a la calle y preservar la esperanza, ese huir para vencer
La luz: unidad de mis sueños y deseos…
Me doy cuenta que en esos trenes de mi infancia —trenes vívidos
De las horas, son ahora mi compañía en el espejo:
Vagones acariciados que ya no están a disposición de mis manos,
Sino en la llama del cuerpo que expira, en el silbo amoroso
Del arcano, en el ahínco de mi voz clavada,
En mi luz última del vuelo…
Barataria, 28.IX.2008
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