sábado, 14 de junio de 2008

Restos del ferrocarril de mi niñez_André Cruchaga

Ilustración: Pintura de Joan Miró






Restos del ferrocarril de mi niñez




Lejos estoy. Muy lejos. No en espacios,
Sino en tiempo.
Vicente Aleixandre


Esos vagones desvencijados sobre viejos
Durmientes son los restos de muchas ilusiones,
—Decía mi padre, hechizado, viendo al horizonte
Que levitaba abierto, inmenso, en el confín del pensamiento.
(Él dejó su alma labrando durmientes
para que pasaran uno tras uno los vagones sobre la tierra
virgen de Las Pavas, Las Isletas, Guarnecia y San Isidro).

Fue un joven vigoroso para estos menesteres, vigoroso y denso
como los veranos e inviernos de nuestro terruño.

El tren era una maravilla, un azor de hierro cuyo sonido
Me hacía volcar mi corazón y volar mis fantasías.

Un aleteo de mariposas se desprendía de los rieles.
Mis hermanos y yo sentíamos rodar todo el planeta.
Nos gustaba ver cómo los vagones devoraban el paisaje
Y las ventanas se convertían en pequeñas diapositivas.

Mi padre y yo nos mirábamos sin decir palabras:
El asombro se volcaba en las pupilas hasta quemarlas
En las brasas de la lejanía…

Sólo tenía en mi infancia, ojos para ver el delantal de las nubes
Chocar contra los hierros de esos herrumbrosos vagones.

Ahora pienso que es una extraña historia del corazón:
Una historia desmoronada sobre los dientes del tiempo.
O tal vez una loca imagen, muerta, de mi propia sombra,
Columna de luz y sonidos que llamé ferrocarril.
Infancia ida ya. Padre fenecido también…

Suena el tren en mis oídos, bufa su tensada garganta:
Vagones desvencijados sobre viejos durmientes…
© André Cruchaga
El Salvador, 12122004
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De: Oscuridad sin fecha, 2006.
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sábado, 7 de junio de 2008

Desvarío en las miradas_André Cruchaga

Ferdinand Léger





Desvarío en las miradas




Nuestras miradas se pierden
En el desamparo de los gestos

Nuestras palabras deambulan
En los rincones del aire

Duele el alma prisionera
Duelen las cegueras absortas
De los hormigueros
El mármol de la lluvia
El gemido de los sueños
Las venas mojadas
Locas
En su espejismo

Tal vez en otro tiempo
Se revele
Nuestra propia sobrevivencia
El mundo que nos hiere
La cara
La máscara de la esfinge
Que emerge
A nuestro costado
El golpe de brebajes
Que trizan nuestro cuerpo:
Sed de ceniza en el abismo
De los ríos

Desde lo más diáfano u oscuro
Emigran los pájaros
El hueco de la ansiedad
La fatiga de los pasos
Sobre el vaho

Despertamos con una luz soñolienta:
Sostenemos lo efímero

Las sombras arden
En nuestros poros
Junto a la lágrima
Que brota del oprobio

Nuestras miradas se pierden
En otros rostros
En otro abismo de galopes
Donde nacen polvaredas
Y se llora anhelando otros cielos

Uno también nace en las miradas
Lo sabe el cuerpo que palidece
O transpira
Lo saben los girasoles de los ojos
Cuando extienden
Sus párpados
Sobre el césped
O las verjas

Lo sabe la esperanza cuando copula
Lo sabe enero y todos los meses
Lo sabe el rojo
Que arde en la madera
Lo saben las llaves
Que arrancan el cerrojo
De las lágrimas
Lo sabe también la herrumbre
Del sueño
O la brillantez de las espigas

Por último por mirar pagamos un precio
Por hablar otro
Y en ese mirar y hablar
Se deshila la metamorfosis de lo que somos
Hasta terminar como un árbol seco:
Nostalgia de la vida
Emanación de ceniza
Gemido de la llaga
Que nos abre
De par en par
El mundo.El Salvador, Octubre 20 de 2003.
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viernes, 6 de junio de 2008

Memoria de los muelles_André Cruchaga

Ilustración: Paisaje (André Cruchaga)






Memoria de los muelles



A Manuel Guillermo Ortega



“Sobre las ondas de la mar salada”
Francisco de Quevedo.


I
Hace tiempos que busco
La palpitación de los muelles
El recinto de las heredades
Recibiendo la sal sombreada
De misterio

Aún no la encuentro en sus canteras
Ni en su intemperie transparente

Sé sin embargo
Que aparecen en los mapas
Que tienen una extraña corriente
De sombras
De arena que a ratos
Arrebata las pupilas
O que precipitan el vacío
Que dejan los cuerpos
Cuando parten

Bajo los siete círculos del anhelo
Uno transita delirante
Esa inasible tormenta de las olas
Que en abierta audacia
Emprenden el vuelo
Hacia el umbral
De la nostalgia

Nostalgia que nos llena la piel
De fugitivos demonios
Y sombras que aspiran al silencio
Más poseso que conozco

Hace tiempos que busco
En plena mar
Esa frontera
Donde las luciérnagas
Hechizadas cantan
La dispensa sinfonía del viento
La trama abierta
De los ojos cerrados
La cápsula del diluvio
Que ahoga con su mortaja
Impensable

Sé a fin de cuentas
Que los muelles respiran
Tras espejos milenarios
Y estampan largas miradas
Sobre magnéticos jeroglíficos

Por eso son otra ventana
Donde se oficia
La espesura humana
Que se vierte sobre el agua

Sé que son un temblor perenne
Donde uno se baña
Con el azogue múltiple
De los sentidos
Y la fosforescencia de los sueños.
24102003





“No duermes. No. No duermo”
Juan Ramón Jiménez


II
Ha sido un largo viaje
Recorrer
La memoria de los muelles
La noche que cae de los ojos
El humo cansado
Que va girando en el aire
No sé quién hizo estallar
Los alelíes blancos de las olas
No sé qué humano territorio
Habita el agua
Que se siente el sigilo
Tembloroso de la carne
Y el trueno de los labios
Buscando los senos de la luz

La soledad en los muelles
No tiene límites
Hay siempre una sensación
Sin itinerarios

Calla el aliento en el tiempo
Con su vocación ardiendo
En el suplicio del espacio

Calla la lengua de las gaviotas
Cuando bebe el filo del agua
Hormiguea la materia
Cuando el horizonte
De verdad se desnuda
Sobre el lomo de los peces

Así son los muelles que mojan mi memoria
Así son las huellas del espejo de los muelles
Cuando elevan mi sienes
Como un barrilete
De lunas inefables.
El Salvador, 25102003





“Yo fui tu centinela que te veló en el alba”,
Gonzalo Rojas.

III
Corrientes de espuma
Vuelan deshechas
Y desgarran la madera

¿A dónde van los muelles
con sus espectros
mortales?

¿A dónde las pupilas que se pierden
en esa crestería
de trashumana porcelana?

¿A dónde las ventanas
con las que juega la brisa
como las hojas de un libro
gastado?

¿A dónde va la voz que quiebra
su lozana eufonía
cuando parten los barcos
cuando emprenden su itinerario
por ese largo hilo azul
que borra toda huella?

No lo sé pero seguramente
Anclarán en una estación
Donde cada quien
Le arranca sueños
Y conversaciones a las estrellas
Hasta que desaparece el musgo
De las piedras

No lo sé pero seguramente
Habrá un beso sutil en los encajes
Abiertos del cielo
Y un abrazo soltando pájaros
De tristísimos ojeras

No sé quién lanzó el relámpago
Desnudo de los muelles
Sobre un destino que busca pechos
Que sostengan la fantasía
De un navío en las pupilas

No lo sé…
El Salvador, Octubre 28 de 2003.


“Inmóvil firmamento del silencio,
una garganta eres que respira”…
Jorge Millas.

IV
En plena oscuridad
Los muelles parecen ataúdes

El silencio respira
Con los recuerdos de sus transeúntes
Allí queda prendida
Una garganta
Rutilante
Monótonamente horadada
Por las olas
Que al desparramarse
Escapan
De su cuerpo ensimismado

En plena oscuridad
Los labios se estremecen
Sobre los muelles
Que tienen siempre
La fugacidad luminosa
De los gozos terrenales

Pero también
Ese largo brazo de las permanencias
Que destella
Como un bosque
El rumor de lo humano

En ellos fundé ciudades
Y relámpagos
Pasos en la esperanza
Y ojos
Y manos
Y soplos
Remansos de ojos encendidos
Besos ardiendo como pájaros erguidos
Celestes pianos
Sobre el césped
Blanco de la espuma
En ellos fundé el sonido
De las palabras
Y las gaviotas
Y la puerta
Hacia el espejo de los viajes.
El Salvador, 28102003



“Soy el viajero que pasa
entre abrazos ajenos y sonrisas”…
Dulce María Loynaz


V
Pasan pasajeros corriendo como potros
Sobre los ojos salados de los muelles
Hay vértigos y delirios a bordo
Hay transpiración y escalofríos
Hay tanta sangre creciendo
Hay penas y vidas cansadas
Hay tristezas que giran en las pupilas
Hay simplemente sombras que gritan sobre las olas
Hay zapatos gastados
Hay días espesos de niebla como los fracasos
Hay madera mojada y metales
Hay gangosidades que babean como bocinas
Hay lluvias conyugales mojando la carne
Hay sílabas que se lleva la brisa
Y otras que perduran en las entrañas
Hay un inmenso afán de asir las olas
Hay un mar que nos da su lengua
Hay huracanes que gotean desde los cuerpos
Hay sal que escapa del insomnio de los siglos
Hay pañuelos ondeando sensatamente sus monólogos
Hay olvidos remotos rechinando sombras
Hay aves cansadas en las manos
Hay demonios invocando indiferencias
Hay cenizas que dejan los cuerpos cuando parten
Hay besos que dejan una herida profunda
Del tamaño del océano
Hay murallas sin embargo
Que cierran los cuatro puntos cardinales
Hay cabelleras que flotan como los sueños
En la memoria
Hay memorias que llevan los sueños
Colgando la alegría en sus alas
Hay memoria que pasa por puertas y ventanas
Junto a “muelles fríos”.
El Salvador, 2003

lunes, 2 de junio de 2008

Abandono_André Cruchaga

Río Lempa, Chalatenango.





Abandono




Un sueño de espejos cantan las aves
Noches peregrinas desmoronándose
En el estirado lago de un paraguas
De pronto parpadeas desgarrada
De ti misma
Entre un estío subterráneo
Donde no llegan los vientos
Sólo tus labios de ausencia torturada
Y es porque fuimos construidos
Entre ventanas de nublada mañana
O se te olvida esa soledad
Lenta y amplia e imprecisa
Que dicta sus monólogos
Como el mar con su lengua de espuma
Ahora la noche respira ―entre herrumbre―
Los Barcos se alejan
Arde el abandono parece
Gusano deshecho
En ese aullido de los trenes
Que no duermen y desaparecen en el horizonte
La llaga de la lluvia se volvió insomne
Ella espera de nuevo las angustias
La sangre perdió sus primaveras
Sangre estéril las tardes lejanas
Carnalmente profundas
Como el envejecimiento de la ausencia:
Herido silencio que nos atesoró la muerte.
©André Cruchaga
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De: Estornudos
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domingo, 1 de junio de 2008

Espectros_André Cruchaga

Ilustracuçon: JEAN BAPTISTE SIMEON CHARDIN







Espectros




I

Ando frente a la aurora germinal,
que invita a la luz.
¡Acaríciame, almendra de este monólogo,
Esta gracia temporal del sueño
y haz de mí, un desnudo cobertor del viento!



II

Mírote en el espejo, Venus,
Emergiendo del abismo de las aguas.
La noche es una cortina abstracta
En el fiel muelle de la conciencia;
Por eso te prefiero “bella prisión”,
Como lucero de la tarde.



III

Lánzate conmigo, Tisbe,
Y que Cloto deshile nuestros sueños
De azul coronación melódica;
Y que en el mármol indeleble de la esperma
De Paros, en el mar Egeo,
El ojo centellee la elocuencia.



IV

Cruzo, en el macizo montañoso de la noche,
—En un rito neural del subconciente—
Las deidades aguas del Helisponto
Sólo para ver a Hero:
luna de la galaxia,
Antes que la luz apague, en su audacia,
Las aguas de la noche.



V

Memnón parece venir de un prodigio milenario,
De convertir la sal en dulce agua,
De imantar la ilusión
Y el arte musical de la mañana.
Memnón es como ese Fononio
Que celebra con azar mágico
El viento de las piras aromáticas.



VI

Anaxárete inmutada por la ceniza del tiempo
Se yergue como un demonio
De sorda violencia y desnudez atrófica.
Su alma, estela de sueño,
Encadenada está a ese tiempo
De refugio intrasegado.
Habla Anaxárete desde la piedra
En oscuro templo erigida.




VII

¡Oh afortunados coribantes de espectros:
padres de la danza y el acompañamiento;
en mi memoria son como la persistencia del hervor:
el tiempo palpita con furtivos senos
y en el cautiverio de ilusión,
resucite en espectros trasegados!




VIII

Te ciernes sobre mí Yocasta
Y te regocijas con ágil transparencia
En las sienes de ceniza del viejo Layo.
¡Ah los vaticinios divinos,
Convierten el augurio y el designio
En pinzas y zarpazos!...
Barataria, 1999.